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ABC MADRID 06-09-2018 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA JUEVES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2018 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO EL JOVEN DE 40 Y de repente el conquistador del cielo se dio de bruces con la edad adulta C UANDO eres un chaval te puede parecer normal y hasta encantador dormir en el suelo duro de una tienda de campaña, vivir en un piso guarrindongo apretujado con otros estudiantes; cebarte a golpe de pizza y litrona; conducir una carraca o emburrecer tu cabeza con sustancias rayantes que te mantienen químicamente alerta hasta el alba. En esa edad de la ligereza entra también dentro de lo común sucumbir al hermoso ideal socialista igualitario; odiar a la banca, la Monarquía y la Iglesia; desdeñar como cosa de pringados la importancia del ahorro, la familia y el esfuerzo personal. Pero a menos que tengas una chapa de Pepsicola en vez de un cerebro, con los años vas evolucionando. Aspiras a un piso grato y un coche nuevo. Te empiezan a atraer los hoteles confortables y comer bien, vas espaciando la camiseta en favor de la camisa. Luego consigues un empleo; te asomas al carril de la vida adulta. Y de repente, un día inopinado, dejas de ser joven y te encuentras formando una familia. Tienes hijos, y una espada de Damocles sobre la chepa que se llama hipotecón, y aspiras a que tus niños vayan a un buen colegio. Ahora te preocupan la economía y la estabilidad. Ya no te hace tanta gracia que tu país lo gobiernen cantamañanas adictos a los eslóganes anuméricos, ni que te frían a impuestos en nombre de aquel socialismo romántico que tanto te encandilaba. Esa es la evolución habitual. Se llama hacerse mayor y nos alcanza a todos, incluidos adolescentes tan recalcitrantes como Pablo Iglesias e Irene Montero. El pisito de Vallecas, del que tanto nos jactábamos, ha dado paso al chaletazo serrano. La juventud de la que galleábamos frente a la barba canosa del viejo Mariano ha volado súbitamente (a Pablo Manuel le caen los 40 en octubre, ya no es joven) Los romances picaflor han dado paso a una relación estable y al ilusionante nacimiento de dos hijos. Un baño de realidad. Iglesias se pasó años pregonando que la sanidad pública había sido desmantelada por Rajoy. Llegó a calificar de terrorista la gestión del PP en los hospitales madrileños. Ahora escribe cartas de inefable sello cursi para agradecer que esa misma sanidad supuestamente exterminada ha salvado a sus gemelos, como todos deseábamos. Y descubre, oh sorpresa, que rivales políticos a los que despellejaba con vileza y cuyas viviendas animaba a acosar le han apoyado con humanidad en sus horas duras, y hasta rezan por sus niños. Ya es un señor mayor, de americana, escaño e hipoteca. Aunque conserva un rasgo propio del atolondramiento juvenil: el comunismo, una de las ideologías más ineficaces, represivas y absurdas de la historia, pues a diferencia del liberalismo no concibe al ser humano tal y cómo es. En política, Pablo se ha quedado en el pataleo adolescente, con unas ocurrencias económicas que serían estricnina para la prosperidad. Pero hoy se reunirá con Pedro para dictarle cómo ha de llevar la economía. Volverán a sentirse jóvenes jugando al progresismo con una España que ya está empezando a constiparse ¿o alguien cree que el lamentable dato de paro de agosto es casual? Jamás en nuestra democracia los comunistas habían dictado unos presupuestos. Otro logro del presidente no votado. CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC NO HAY PADRE ADOPTIVO O logras construirte como padre al construir a tus hijos o no eres nada para ellos. Seas genitor o no IS hijas me dieron a leer la noticia. Con estupor, más que con enfado. La información contaba cómo una pareja, en Zaragoza, acababa de devolver a una niña india recién adoptada, porque no se ajustaba a la edad que juzgaban haber pactado con las autoridades de su país de nacimiento. Mis dos hijas, que ahora tienen 25 y 24 años, nacieron en la India y fueron adoptadas cuando tenían cuatro. Su estupor era, en suma, bastante legítimo. No hay padres adoptivos: les recordé que eso fue lo primero que me empeñé en hacerles entender apenas llegadas. Hay padres que, como su madre y yo, no son genitores: pocos. Hay otros que lo son: la mayoría. La diferencia entre unos y otros afecta a la transmisión o no del código genético. Pero la función padre no es biológica. Y puede llegarse a ser padre o fracasar en ello, poséase la previa condición de genitor o se carezca de ella. Éramos sus padres y no sus genitores. Como genitores y, al tiempo, padres eran los de casi todos sus amigos. Un genitor provee de cromosomas. Un padre provee de lenguaje: esto es, de códigos de comportamiento individual y colectivo. Lo más común es que ambas providencias las ejerza sucesivamente un solo individuo. Pero común no significa necesario En 1996 adopté, junto a quien sería su madre, a M dos niñas indias. Que hoy son mis hijas. Sé que las adopté porque así consta en la prolija documentación del trámite, que guardo archivada como una familiar arqueología. Lo sé, también, por el libro que escribí en aquel entonces narrando el asfixiante laberinto recorrido. Pero me daría un ataque de risa, si alguien me hablara hoy de ellas como de mis hijas adoptivas Aún más se lo daría a ellas, si a alguien se le ocurriera referirse a mí como su padre adoptivo De la adopción, pasado el tiempo, queda sólo el recuerdo de una vaga constancia administrativa. Ni padre ni madre designan una peculiaridad biológica. Sí, simbólica. Y en lo simbólico es, con toda precisión, en donde constituye un humano su universo moral y afectivo. O logras construirte como padre al construir a tus hijos o no eres nada para ellos. Seas genitor o no. Borges, en un relato cuyo tópico sospecho deudor del Adversus Haereses de San Ireneo de Lyon, narra la peculiar herejía de aquellos a quienes él llama orbiculares y en los que no es difícil rastrear una tradición que se remonta a los discípulos del obispo Carpócrates, en los inicios del siglo II: Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres Da con ello, el bonaerense, clave teológica a su razonable pesimismo: el mundo es lo bastante horrible ya como para permitirse multiplicarlo. Quienes eran fieles de una teología angelicalmente optimista exterminaron a los carpocracianos, de los cuales no nos han llegado más que las refutaciones escritas por sus enemigos. Fue lógico que así sucediera. Pero su pertinaz sospecha sigue habitando en algunas raras cabezas humanas: las de quienes pensamos que más vale salvar de lo peor a criaturas ya existentes que multiplicar el cupo de la desdicha. La adopción es una paternidad sin multiplicación del mundo. Apuesta sólo por reducir el sufrimiento que ya hay. No por alzar mundos ni hombres nuevos. Y no es ni más ni menos paternidad que la multiplicadora. No elige el genitor criaturas a la medida. No las elige el adoptante. No, al menos, si aspira a poder un día decir que fue convertido en padre por la mirada de aquel que como padre lo reconoció: el padre es hijo del hijo.

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