Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 10-08-2018 página 11
ABC MADRID 10-08-2018 página 11
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 10-08-2018 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página11
Más información

Descripción

ABC VIERNES, 10 DE AGOSTO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 11 TODO IRÁ BIEN TIEMPO RECOBRADO PEDRO G. CUARTANGO LA PRIMAVERA MARCHITA Hoy Praga vuelve a ser libre gracias a personas como Václav Havel C UANDO estuve en Praga hace 30 años, me encontré a un alemán en un café de la plaza de Wenceslao que me dijo que los checos estaban condenados a ser súbditos de Alemania o de Rusia. No le contesté pero pensé que la frase era una curiosa paradoja a unos metros del lugar donde los habitantes de la ciudad habían rodeado a los tanques rusos. Era agosto de 1968, hace exactamente medio siglo. Hay una foto de la invasión soviética que se me ha quedado grabada en la memoria: se ve a un hombre de mediana edad con gabardina y una cartera en la mano mientras mira con indiferencia los blindados que pasan a su lado. Nunca un sueño ha tenido un despertar más dramático que la llamada Primavera de Praga, cuya corta duración contrasta con la brutalidad de su punto final. Lo que sucedió hace 50 años en Checoslovaquia es que la gerontocracia del Kremlin, encabezada por Leonid Brezhnev, decidió acabar con el llamado socialismo de rostro humano, el nombre como han pasado a la historia las reformas de la etapa de Alexander Dubcek, que había sido nombrado secretario general del Partido Comunista en enero de 1968. En plena Guerra Fría, Dubcek cometió la osadía de defender la libertad de prensa, la legalización de otros partidos y el derecho a la huelga, lo que suponía de facto poner fin al régimen comunista implantado en el país desde 1945. Como había sucedido en Hungría en 1956 para frenar una revuelta popular espontánea, los dirigentes de la URSS recurrieron a la fuerza para acabar con la experiencia que lideraba Dubcek. Éste fue llevado prisionero para ser interrogado en Moscú junto a otros cinco compañeros, aunque luego se le permitió volver a su país y trabajar de administrativo en una explotación agrícola, sometido a una estrecha vigilancia policial. Los soviéticos le sustituyeron por Gustav Husak, que desmanteló todas las reformas y purgó a los funcionarios fieles a Dubcek, que había sido un héroe en la resistencia contra los nazis. Todo esto es historia, pero merece la pena rememorar aquellos sucesos porque, como señalaba Santayana, quien olvida el pasado está condenado a repetirlo. Lo que ocurrió en Checoslovaquia debe ser recordado porque fue un hecho histórico que marcó el comienzo del declive del comunismo y el desprestigio de la Unión Soviética. A mi juicio, la fallida Primavera de Praga fue el acontecimiento más importante de la década de los 60, superando incluso al Mayo del 68 parisino, porque puso en evidencia que el comunismo no podía evolucionar, que su propia esencia era totalitaria y que jamás ninguna persona podría ser libre en los países más allá del Telón de Acero. En ese sentido, abrió los ojos a muchos intelectuales que todavía creían en aquel sistema. La mayoría de los checos no aceptó jamás la burocracia represiva que tomó el poder en 1968, como se puede constatar al leer las novelas de Milan Kundera o los poemas de Jaroslav Seifert, cuyas memorias, tituladas Toda la belleza del mundo, son una maravillosa recreación de la Praga de antes de la guerra. Cuanto estuve en la capital checa en 1986, visité el cementerio judío y me imaginé a Kafka en una mesa del café Slavia, junto al río Moldava, cuyo puente hay que cruzar para acceder al barrio de Mala Strana, lleno de palacetes barrocos que entonces estaban abandonados o a punto de caerse. Praga es el lugar donde me gustaría vivir porque es una ciudad literaria, se bebe la mejor cerveza de Europa y sus gentes son afables y educadas, cualidades que se suman a su seductor encanto. Hoy Praga vuelve a ser libre gracias a personas como Václav Havel, que nunca tuvieron miedo de enfrentarse a la mentira y la tiranía. SALVADOR SOSTRES SHAMBHALA Continúo teniendo vértigo pero sé cómo llevarlo para que el miedo no derrote al placer I vida fue hasta hace muy poco la tensión entre lo mucho que me gustan las montañas rusas y mi vértigo. Sobre todo ante las más altas, casi siempre la tentación sucumbía al miedo. Pero todo esto ha cambiado porque ha sido tan acibarado, complicado y marrullero mi último año que he llegado a la conclusión de que hay peores cosas en el mundo que no seguir vivo. Hace unos días, en Port Aventura, tuve el impulso de subir a Shambhala, la montaña rusa más veloz, más alta y con la mayor caída de Europa. Había pasado unos días tan complicados que me relajé pensando que la tragedia podía ser un alivio. Hasta me imaginé mi epitafio: Aquí descansa, y descansa de verdad, Salvador Sostres Tarrida Había subido sólo una vez, en 2012, cuando se inauguró, y pasé tanto miedo en sus subidas, que jamás había osado repetir. Pero esta vez fue totalmente distinto. No monté con la rigidez del hombre que intenta controlar el pánico, ni tratando de defenderme, sino que me dejé llevar asumiendo que la parte masculina de la relación era ella. Dejé que me invitara a cenar y que me llevara donde quisiera. Me entregué a su potencia, a su recorrido, y si alguna vez cerré los ojos no fue por miedo sino por placer. Me pregunto en nombre de qué estúpido prejuicio una mujer puede sentirse humillada cuando le regalan unas flores o le ceden el paso. Yo no quería que el cortejo terminara nunca y subí cuatro o cinco veces seguidas. Siempre ladies first en la primera fila. Shambhala es la montaña rusa más elegante del mundo. La más suave, la que mejor te acaricia. Cuando dejé de temerla, y de protegerme de ella, y me libras a su nervio y a su belleza, a su furia que es a la vez una forma de la más delicada de ternura, pensé en lo mucho que había perdido el tiempo tratando de escapar de lo que más feliz me hacía. La vida es un don que tenemos que custodiar con gratitud y amor, pero a partir de los 40, cualquier hombre inteligente y con matices entiende que Dios nos reserve el descanso eterno como su grandísimo premio. Hay peores cosas que no seguir vivo y desde que he aprendido a llevarme bien con mi muerte he descubierto honduras de la belleza a las que antes, cuando vivía tan asustado por todo, jamás había podido descender. Hay un tiempo para abrazar y otro para dejarse abrazar. Entregado a Shambhala no tuve nada bajo control, dejé que la atracción me desbordara y cuando al cabo de cuatro o cinco vueltas bajé, noté que mi vida me pertenecía un poco más, que mi muerte me caía encantadoramente bien y que lo que no controlamos, si sabemos encajarlo con audacia y temple, acaba igualmente formando parte de nuestro poder. Continúo teniendo vértigo pero sé cómo llevarlo para que el miedo no derrote al placer. En las alturas de Shambhala comprendí que todo lo que nos queda es caer y lo hermoso que es que un hombre que sabe lo que quiere, y cómo tratarte, te haga sentir mujer. M JM NIETO Fe de ratas

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.