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ABC MADRID 25-07-2018 página 13
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ABC MADRID 25-07-2018 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 25 DE JULIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 PERFIL DEL AIRE TRIBUNA ABIERTA PERO ¿QUÉ JUSTICIA TENEMOS? POR TOMÁS EPELDEGUI ¿Es que la Fiscalía General puede cambiar de criterio jurídico según el gobierno que la nombre? Todas esas cosas producen un gran desamparo y confusión para los ciudadanos rrido es constitucional o no, sea procedente del partido que sea porque la Constitución no es para los partidos, sino para España. Siguiendo con el mismo argumento, ¿cómo se puede entender que cualquier tertuliano se permita ridiculizar o menospreciar las decisiones de un magistrado del Tribunal Supremo sin ninguna formación académica que acredite que tenga fundamento su comentario? ¿Cómo podemos dar por buena la ligereza de las opiniones como que un juez se puede equivocar para justificar el desacuerdo con una sentencia, o, aún más lejos, para rebatir su decisión? ¿Cómo se pide apelar a la Fiscalía General del Estado para retirar los cargos contra unos políticos catalanes cuya instrucción se ha completado y argumentado documentalmente? FRANCISCO ROBLES SANTIAGO Y ABRE ESPAÑA Santiago abre España mientras los progres pretenden volver a las taifas L mester de progresía se dedica a trazar la caricatura de España. Uno de los temas recurrentes ha sido el Santiago y cierra España que nada tiene que ver con la luminosa realidad de nuestra nación. Porque si España no es una nación, ¿entonces qué es? Al comparar lo real con el torpe dibujo que pergeña el progre revenido y anticuado, aparece Santiago como el apóstol que le da nombre y sentido al camino que nos abre a Europa, a ese Occidente con mayúscula que nada tiene que ver con el mito edulcorado de las tres culturas. Otro misterio: solo se valora la cultura islámica frente a la cristiana o la judía en todos los foros, observatorios y demás chiringuitos que se montan con tal nombre. Santiago es la apertura al mundo civilizado, a la democracia que separa el Estado de la Iglesia o de las distintas iglesias con el bisturí ilustrado de la Razón. Santiago es la superación de las teocracias que tanto le gustan al progre ibérico. Y es la igualdad radical entre los seres humanos, empezando por la del varón y la mujer. O viceversa. La Europa que tanto odian los que no ven la viga en el ojo de las teocracias que pretenden devolvernos al Medievo, entra y sale por ese camino, cordón umbilical que nos lleva a la placenta del gótico que alimenta nuestra espiritualidad. Santiago es la llave que abre España a ese humanismo cristiano que reivindica Pablo Casado para solaz del ignorante que está deseando colgarle el sambenito laico de la extrema derecha. Dentro del humanismo cristiano caben el creyente y el agnóstico, incluso el ateo que defiende valores básicos y progresistas como la libertad o la vida. Para eutanasias varias ya estaban los regímenes totalitarios que despreciaban al otro hasta el extremo de negarle su humanidad. El humanismo cristiano defiende a quien todavía no ha nacido, y se niega a matar a quien haya cometido los más repugnantes crímenes. Eso no es la superioridad moral impostada del mester de progresía. Eso es el resultado del mayor avance que ha llevado a cabo la especie humana, y que hunde sus raíces en aquel tiempo in illo tempore de Santiago como apóstol del Cristo cuyo mensaje sigue más vigente que nunca. Santiago abre España mientras los progres pretenden volver a las taifas. Terruños alambrados con las fronteras del idioma. ¿Cabe mayor despropósito? ¡Pero si las lenguas se inventaron para comunicarnos, y no para separarnos! Otro de los grandes misterios de nuestra democracia está ahí. En la devoción que siente el progre universalista por los que quieren resucitar la tribu con ímpetu aldeano. El camino de Santiago es todo lo contrario. Algunos prefieren coger un avión para asistir a un concierto de rock. Pero esto forma parte de la demagogia de bajo vuelo. Si lo hubiera hecho el registrador de la propiedad, le habría caído la del tigre. Pero el progre tiene carta blanca. Siempre hubo clases. Incluida la business face, vulgo por la cara. Y O aprendí en su día que en democracia existen tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Los tres poderes son independientes y su única correlación estriba en que el ejecutivo propone leyes al legislativo y este, si procede, acaba por promulgarlas Finalmente, el poder judicial es el que ejecuta las leyes que ha aprobado el Parlamento. Para ser miembro del Gobierno no se precisan más méritos que los que decida el presidente del Gobierno y para serlo de las Cortes Generales no se exige tampoco más requisito que el que decida el partido político que le incluya en sus listas. Para ser juez, en cambio, es preciso terminar la carrera de Derecho y, posteriormente, realizar una dura oposición, salvo que con el reconocimiento de unos méritos acreditados pueda incluirse en este estamento por un procedimiento paralelo (cuarto turno) Existe otro estamento que es el Tribunal Constitucional, en el que sus miembros lo son a propuesta de los partidos políticos y del Gobierno. Su misión es garantizar el cumplimiento del orden constitucional. Ahora, en España, estamos apreciando desde mi perplejidad, quizá por desconocimiento, que cualquier crítica está permitida ante la resolución de los jueces. Para ejercer esa crítica, en ocasiones cruel, no se muestran ni méritos ni reconocimiento de autoridad académica o profesional alguna por parte de los críticos. Todavía más llamativo es cuando se utilizan las denuncias como amenazas. No es raro que un partido político acuda al Tribunal Constitucional para bloquear alguna decisión administrativa y ese ejercicio se practica también a la inversa. En estos días hemos escuchado que el Gobierno del señor Sánchez amenaza con retirar del Tribunal Constitucional las denuncias del anterior Gobierno sobre el Estatuto de Cataluña. Desde mi mentalidad de ciudadano, es muy difícil entender que se pueda aceptar que la presentación de un recurso al Tribunal Constitucional de un gobierno quede descartada por la decisión de otro gobierno de retirar la reclamación. ¿Eso quiere decir que la ley solo lo es a ratos? Es posible que un gobierno pueda no considerar que hay que esperar a saber si el precepto impugnado es constitucional o no para atenerse al orden de la Carta Magna. Entonces, vivimos en la incertidumbre de si es o no preceptivo el acto recurrido y, por tanto, no sabemos si es o no constitucional. ¿No importa la seguridad de si es o no constitucional un precepto? Parece que lo razonable es que todos deseemos ajustarnos a la ley y saber si el hecho recu- E Sede del Tribunal Constitucional EFE ¿Es que la Fiscalía General puede cambiar de criterio jurídico según el gobierno que le nombre? Todas esas cosas producen un gran desamparo y una gran confusión para los ciudadanos, que nos movemos de sorpresa en sorpresa y observamos cómo la presión política puede tergiversar la verdad hasta el punto de cambiar el sentido de la Justicia. Y, para mayor perplejidad, los jueces solo aplican las leyes que han aprobado los políticos. Si resultaran injustas habría que cambiarlas, pero en ningún caso parece comprensible que se acuse a un juez en lugar de a aquellos que promulgaron las leyes. ¿Y a los que no somos políticos, quién nos va a amparar? TOMÁS EPELDEGUI ES MÉDICO

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