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ABC MADRID 22-07-2018 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 22 DE JULIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS CASADO, NO TE AVERGÜENCES El triunfo de Casado significa la victoria de los votantes del PP a los que el partido despreció USPIRAMOS. De alivio. Suspiramos de alivio al saber que Casado había ganado. ¿Quiénes? Muchos que nos creíamos que estas absurdas y complicadas primarias del PP no iban a servir para absolutamente nada, que los aparatisquis otra vez le iban a ganar la partida a los que representaban todo aquello con cuanto nos decepcionó el partido en sus últimos tiempos de gobernación. Parecía que incluso estaba escrito que iba a ganar Soraya, la presidenta de la Generalidad de Cataluña tras la edulcorada, alicortada y cobardona aplicación del artículo 155 de la Constitución, la cual no se dignó aparecer por Barcelona y mandó a un propio, continuando por sus fueros la propaganda de TV 3 basada en la manipulación, y campando a sus anchas los Mozos de Escuadra, y perseguidos y señalados en las escuelas los hijos de los defensores de la Unidad de España que habían repudiado las independencias de la señorita Pepis y los separatismos del prófugo señorito Puigdemont. Creíamos que ayer iba a ganar este PP, ojú, el que desaprovechó la mayoría absoluta sin cambiar una coma de las locuras legislativas de ZP como la malha, dada Memoria Histórica, el aborto, mil concesiones a los radicales. Creíamos que iba a ganar este PP que contumazmente se dedicó, con mayoría absoluta o sin ella, a gobernar contra sus votantes, que, claro, se les fueron en desbandada a Ciudadanos. Creíamos que iba a ganar este PP personalizado en un Rajoy siempre de perfil, sin querer dar la cara por los S principios y los valores del humanismo cristiano y del liberalismo que siempre debió representar esta derecha española. Por el contrario, parecían como avergonzados de ser lo que eran y mucho más de proclamarlo a los cuatro vientos, disimulando, queriendo competir en progresía con la izquierda. Frente a lo cual, con tal de que no ganara Ciudadanos, a Rajoy le importó un rábano dejar a España, tras su moción de censura, en manos de los 84 diputados de un Sánchez que está superando a ZP con la ayuda de todos los enemigos de la unidad de España y de cuantos principios debía haber representado el PP, con valentía, con lealtad a sus votantes, no queriendo ser más progre que los progres. Por eso, por eso hemos respirado al saber elegido a Pablo Casado. El dedo no ha funcionado esta vez, ni el aparato de los paniaguados del partido. El triunfo de Casado significa la victoria de los votantes del PP a los que el partido despreció tanto durante tanto tiempo, gobernando contra ellos. ¿Vuelta a Aznar? No, vuelta a no avergonzarse de ser lo que se es: Iguala con la vida el pensamiento Casado representa, hoy por hoy, todo aquello por lo que millones de votantes defraudados por su partido decidieron votar a Ciudadanos en las próximas elecciones, sean las que fueren, locales, autonómicas o generales. Casado representa los valores de una derecha que hasta ahora ha tratado de disimularlos, avergonzada de su razón de ser, ignorando a sus votantes, a los que dan la cara por ella en el territorio sioux de los pueblos andaluces dominados por el régimen del PSOE, por poner un ejemplo. La esperanza que nos queda es que Casado no caiga en manos de los aparatisquis que viven del pesebre del PP y que señalan que defender esos valores en los que muchos ahora volvemos a confiar son de extrema derecha No, son liberales y conservadores. Lo que nunca debió dejar de ser el PP. Son los de dar la cara por esos principios, por la libertad, por la vida, por la unidad de España, por la Constitución, por el humanismo cristiano, porque los padres, en todos los territorios de la nación, puedan elegir la lengua en la que estudien sus hijos. Tanto como por Casado me alegro por los defraudados votantes del PP que han tenido que tragar quina muchos años, avergonzados de la vergüenza ajena de sus dirigentes. De volver a ser lo que fuimos nos queda la esperanza. Oña, naturalmente, si es que hablamos de Andalucía. IGNACIO CAMACHO LA CATARSIS La audacia de Casado ha enterrado el marianismo, desplomado con el estrépito de un vertiginoso fin de ciclo F JM NIETO Fe de ratas RENTE a la tentación continuista de un posmarianismo recalcitrante, el éxito de Pablo Casado consiste en haber intuido, o detectado, que la derecha también tenía ganas de renovarse. Que el desalojo brusco del poder, por injusto que fuese, había desencadenado en el PP las condiciones justas para una catarsis. Que alguien, él mismo, podía sacar energía de ese revés frustrante. Que en el interior de una organización desconcertada y exánime había una corriente de cambio, un movimiento de jóvenes decididos a volver a conectar con la calle. Que era el momento, en suma, de dar un paso adelante, de desafiar a unas élites de aparato que, como demostró Pedro Sánchez, en las primarias de las grandes formaciones suelen irse al traste. Y que existía una oportunidad para colocar ese mensaje. Casado es un dirigente programado para el liderazgo. No exactamente una criatura de laboratorio, pero sí forjada en esas escuelas de aprendizaje que la política y la alta empresa utilizan como cantera de cargos. Su conexión con Aznar viene de ese trabajo en el que el ahora detestado expresidente lleva tiempo embarcado: la formación de cuadros. Su carrera estaba planificada de otro modo, más progresivo, más escalonado, pero la retirada abrupta de Rajoy le abrió una coyuntura inesperada, un espacio. Y contaba con la ambición y la audacia suficientes para atreverse a avanzar a trancos. El triunfo de su candidatura ha enterrado el marianismo, desplomado en menos de dos meses con el estrépito de un vertiginoso fin de ciclo. Aunque le hubiese gustado otro desenlace, el propio líder se desentendió de su sucesión como había prometido; encajó mal la salida del poder y precipitó su propio retiro. Quizá pensaba en una transición más cautelosa porque minusvaloró el estado de ánimo forjado en las entrañas del partido. Rajoy nunca ha visto venir los fenómenos rápidos que caracterizan este tiempo político; siente aversión por las incógnitas, los interrogantes, los saltos al vacío. Casado representa ahora todo eso: su capacidad para la reconstrucción de la derecha constituye un misterio. No así su determinación, su empuje, su atrevimiento, valores que en el largo y circunspecto mandato rajoyano parecían un demérito. Ayer, en sus discursos de candidatura y de proclamación, expuso ideas claras con fuerza, convicción y nervio. Conceptos clásicos del pensamiento liberal conservador, lamentablemente preteridos durante la etapa de Gobierno, que enunciados por un tipo de 37 años adquieren un tono fresco. Su tarea consiste en darle consistencia a un programa que refuerce esos valores sin alejarse de ese ámbito electoral decisivo que se conoce con el vago nombre de centro. No va a ser fácil. El PP es un chicharro en el que le espera un trabajo duro. El principal, que no se aprende en los institutos de alta dirección ni en los centros de estudio, el de protegerse de los suyos.

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