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ABC MADRID 19-07-2018 página 13
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ABC MADRID 19-07-2018 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 19 DE JULIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN GUERRAS CIVILES El PP está partido en dos mitades mientras Sánchez se entretiene y nos distrae reabriendo la tragedia del 36 N ADIE ha retratado a España como don Francisco de Goya, que reflejó en su Duelo a Garrotazos el espíritu cainita que la habita mejor de lo que cualquier ensayo habría definido con palabras. Nuestra nación no consigue superar esa tendencia natural irrefrenable a hundirse en el barro de las disputas entre hermanos. No sale del enfrentamiento suicida. Y cuando por un feliz azar logra cauterizar sus heridas con el fin de avanzar unida hacia un futuro mejor, como ocurrió a la muerte de Franco gracias a la Transición democrática, no tardan en rebrotar las rencillas ni falta un traidor resentido empeñado en desandar lo andado y devolvernos a la casilla de salida, que es hacia donde vamos ahora. La división es el pan nuestro de cada casa. Hay guerra civil en el PP, partido en dos mitades irreconciliables por un eje invisible de principios que marca la sutil diferencia existente entre ambicionar el poder por el poder y buscar alcanzar el poder para llevar a cabo una ambición. Bajo la apariencia de unas inocentes elecciones primarias se dirime, entre engaños y golpes bajos, el futuro de la fuerza que durante casi treinta años ha representado al centro- derecha español, hoy vencido, desarticulado ideológicamente y carente de identidad reconocible. La poderosa Soraya Sáenz de Santamaría, vencedora de la primera vuelta, cuenta con el apoyo expreso de José Luis Rodríguez Za- patero y Javier Arenas, entre otros políticos de reconocido prestigio así como con el respaldo oculto, aunque no menos contundente, de Mariano Rajoy. El aspirante Pablo Casado, a su vez, convence a Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre o María San Gil. Las espadas están en alto, pero casi todo el mundo coincide en augurar que la mayoría de los compromisarios no votarán a quien les plantee una oferta más atractiva, sino a quien vean con más posibilidades de vencer. No en vano se juegan sus habichuelas, conscientes de que apostar a caballo perdedor equivale a sufrir las consiguientes represalias. Guerra civil es también lo que se vive en Cataluña, no solo entre la mitad de la sociedad leal a la Constitución y la otra mitad secesionista, sino dentro del separatismo mismo, abierto en canal en torno a la figura de ese individuo infausto llamado Carles Puigdemont. Si la contienda interna del PP se caracteriza por el juego sucio, la que se libra en dicha región amenaza con tomar muy pronto formas violentas imparables. Inés Arrimadas, la valerosa lideresa de Ciudadanos, sufre insultos y vejaciones cotidianos, que, por cierto, no parecen incomodar a las feministas de guardia, siempre atentas a denunciar cualquier comentario machista procedente de un alcalde o diputado alineado en la derecha. El parlamento autonómico es una burla de sí mismo, sujeto a la arbitrariedad de su presidente. La tensión crece en las calles, con conatos de enfrentamiento tremendamente inquietantes. La situación se parece cada vez más a la del País Vasco de las treguas terroristas, cuando ETA no mataba pero sus secuaces no dejaban vivir al discrepante con la doctrina oficial sabiniana. Y mientras todo eso ocurre a su alrededor, el presidente Pedro Sánchez se entretiene y nos distrae reabriendo la Guerra Civil con mayúsculas, la tragedia del 36, que ingenuamente creímos definitivamente enterrada. A falta de pan, de medidas concretas y útiles, bueno es el circo del Valle de los Caídos y demás trampantojos destinados a dar carnaza a sus socios podemitas. ¿Arriesgado? Desde luego. ¿Irresponsable? Aún más. Claro que a él le da igual. Él ya ha cumplido su sueño de llegar a La Moncloa. Todo lo que sea resistir equivale por tanto a ganar. IGNACIO CAMACHO EL SUBMARINO El separatismo ya no acepta maniobras de anclaje. No quiere soluciones de acoplamiento sino de ruptura, de desamarre N la compleja semántica de la matraca nacionalista, a los moderados y partidarios de la tercera vía les encanta el término encaje con el que aluden a un estatus que permita a Cataluña acoplarse en España bajo un sistema de privilegios políticos, financieros y legales que convertirían el modelo territorial en un traje a medida diseñado a base de franquicias regulares. El independentismo pasó hace tiempo esa página y ya no acepta condiciones para quedarse; cualquier oferta que soslaye la autodeterminación la considera humillante. Pero aún quedan terceristas complacientes, convencidos de poder encontrar una solución equidistante, y a ellos se acaba de sumar el Gobierno de Pedro Sánchez con su propuesta de recuperar los artículos del Estatuto que fueron declarados inconstitucionales. Se trata de un compromiso voluntarista, próximo al disparate, que pretende construirle al separatismo una pista de aterrizaje; algo así como esa esperpéntica pretensión de ampliar el puerto de Cartagena para que entre en él un submarino que no cabe. Sólo que en este caso los que no quieren atracar son los propios tripulantes; Artur Mas admitía hace poco en Madrid que esa clase de propuestas ya no les satisfacen. Sin embargo el Gabinete insiste en su optimismo. Las ministras Batet profesora de Derecho Constitucional y Robles magistrada van por ahí proclamando con entusiasmo su convicción en esta especie de cuadratura del círculo sin explicar cómo demonios pretenden constitucionalizar un texto que ha sido declarado incompatible con la Constitución por el TC, su máximo intérprete jurídico. El Alto Tribunal desmochó el preámbulo estatutario, se cargó directamente catorce enunciados que afectaban sobre todo al poder judicial y al sistema crediticio, y sometió a interpretación cautelar otros veintisiete artículos. Por muchas leyes orgánicas que alumbre el Consejo de Ministros, validar todo ese delirio soberanista sin violentar la legalidad parece demasiado artificio incluso para la pretenciosa fantasía del Gobierno bonito. Sucede, además, que a los secesionistas no les preocupa ese debate. No están en el ajuste fino sino en el desparrame; no quieren maniobras de ensamblaje sino de ruptura, de desenganche. Como sentenció Pujol, y demostró la revuelta de octubre, España ha dejado de interesarles y su única estrategia de fondo es la de la independencia más pronto o más tarde. Incluso aunque los más prudentes quisieran replanteársela, no se lo permitiría la presión de la calle. La oferta de contemporización biempensante le puede servir al presidente para una demostración de talante que le ayude a captar votos catalanes, pero el tiempo de la ingeniería política ha pasado; ya no hay margen. El submarino de la mitología separatista ha soltado todos los anclajes y ni su marinería ni sus oficiales van a admitir ningún compromiso que no conduzca al desamarre. E JM NIETO Fe de ratas

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