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ABC MADRID 05-07-2018 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA JUEVES, 5 DE JULIO DE 2018 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO EL MES 1 Hay enseñanzas de Lenin que no cayeron en saco roto A un mes de Sánchez y cabe reconocer que se ha desempeñado con habilidad (en el sentido maquiavélico del término) Su estrategia de supervivencia se sostiene sobre tres pilares. El primero es una fachada moderada en lo económico, que no asuste a Bruselas ni a los mercados. Para ello ha formado un gabinete más bien técnico y ha aparcado promesas drásticas, como derogar al minuto la reforma laboral. Además gobierna con los presupuestos Rajoy- Montoro, que tachaba de antisociales. El guiño zurdo llegará con nuevas subvenciones y las consiguientes subidas de impuestos, la solución ritual de la izquierda, siempre a costa de las clases medias. Su segundo pilar consiste en afianzar su figura a todo trance, pues antes de ocupar La Moncloa estaba tocado en los sondeos. También quiere inculcar que con él ha cambiado el país. Para ello está enfatizando los gestos y la propaganda, incluso con momentos de ridículo culto al líder. La obsesión mediática explica que su primera medida de calado haya sido tomar RTVE para convertirla en altavoz de la causa progresista Ni siquiera ha tenido reparo en controlarla de la mano de los separatistas que en octubre auspiciaron el golpe antiespañol. También ha programado iniciativas del catálogo izquierdista que no eran necesarias ni urgentes, pero que sacian un revanchismo ideológico que en España es casi una patología. Ahí entra desenterrar a Franco, legalizar que los médicos puedan matar a enfermos terminales en los hospitales públicos, o crear una nueva asignatura que la Iglesia católica ya está denunciando como un intento de instaurar una religión laica desde el Estado. El tercer pilar es adular con cesiones a los separatistas que lo mantienen en el poder artificialmente (pues no ha ganado las elecciones) De nuevo lo hace con gestos, aunque sean ofensivos para los españoles y devalúen el Estado, como tolerar la reapertura de las embajadas, otorgar trato bilateral a Cataluña o el traslado de asesinos etarras y presos golpistas (véase anoche al director de la cárcel catalana recibiendo a los presos con el lacito amarillo en la solapa) Pero este pilar acabará agrietándose y aplastándolo, pues los independentistas xenófobos no se apearán de su referéndum y Sánchez, como presidente constitucional de España, no puede concederlo sin cometer un delito. Nada hay nuevo bajo el sol de la política. Por fortuna el comunismo es casi una excrecencia de la historia. Pero la técnica leninista de conquista del poder sigue vigente. Immanuel Wallerstein, el gran sociólogo e historiador estadounidense, la ha explicado al detalle. Primero hay que contar con un catecismo incesantemente repetido (aquí es el llamado progresismo) Después, obtener el poder estatal de una forma u otra y una vez en él, mantenerlo de una forma u otra (en eso está Sánchez) Ya al mando, fortalecerse aislando a la disidencia ideológica (el PP no es una formación legítima) Por último, el partido corregirá su rumbo cuando sea necesario a fin de mantener el poder (Sánchez incumpliendo su palabra según sus necesidades) Pero toda esa estrategia no le pasa todavía factura, debido a la delicadísima situación del pluralismo televisivo en España. V CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC NO ES LA NACIÓN, ES LA TELE Está en juego un sistema de alianzas para que el control de TVE sea monopolio de Sánchez, y el de TV 3, monopolio de Torra ADA importa más al político hoy que los televisores. Es la gran mutación del último medio siglo. Vuelca el concepto de representación aquel que nació en 1789 como fundamento de las sociedades democráticas y es hoy arqueología. Aquella representación funcionaba como una traslación ascendente que, desde los ciudadanos, delegaba su criterio y sus preferencias en los portavoces que habrían de ejercer la administración del Estado. Mediado el siglo XX, la relación pasó a invertirse. Y en esa inversión, se incorporó a las democracias el hallazgo más eficaz de los totalitarismos de entreguerras. Que enunciaba algo tan letal como sencillo: en las sociedades contemporáneas, los deseos y preferencias de la mayoría pueden ser modelados a la medida. Con lo que la subjetividad ciudadana resulta ser una mercancía específica, tan manufacturable como cualquier otra. Las máquinas sobre las cuales se articulaba esa fábrica de consenso eran aún limitadas: radio y cine fueron los germinales instrumentos de un poder que iba a centrarse, en los años veinte y treinta, en identificar a los dominados con el deseo de los dominadores. Se pergeñó entonces un reparto de funciones entre ambos primeros medios de masas. La radio quedaba para la información: su inmediatez en la trans- N misión de contenidos y la familiaridad de su presencia doméstica la dotaban de una verosimilitud y, en el límite, de una simpatía blindadas. Al cine competía la gestión complementaria del espectáculo: la exterioridad misma de la sala de proyección era propicia para las identificaciones colectivas, de las que Eisenstein y Riefenstahl harían uso virtuoso. Realidad y entretenimiento se articulaban en el gran proyecto totalitario: convertir a cada ciudadano en minúsculo espejo del Estado. Aunque la bifurcación misma de los espacios de información y diversión agrietaba algo el modelo. Esa bifurcación fue corregida en los años cincuenta en las sociedades democráticas. A partir de entonces, el televisor iba a proporcionar una masiva máquina de imágenes, por completo integrada en la cotidianidad doméstica y, en el límite, activa las 24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año. La penetración del Estado en lo íntimo pasaba a ser perfecta. Y la distinción entre lo público y lo privado ese fundamento de la libertad en las sociedades burguesas quedó extinta. El televisor es el instrumento mediante el cual el poder fabrica las imaginaciones privadas, a través de las cuales el ciudadano acepta sus servidumbres como libertades. En él, la diversión es información. Y a la inversa. El juego de Sánchez con los independentistas catalanes es una lección de modernidad política aplastante: la nación no es nada, el televisor es todo. Nada hay de irracional en eso. Tal vez sí, de canalla. Pero, ¿quién ha dicho que lo canalla y lo eficaz se excluyan en la lucha por el poder? La nación puede fragmentarse, e incluso destruirse, sin que aquel que ostenta el mando se vea perjudicado en lo único que le importa: su dominio. En el límite, Sánchez sabe que no es contradictoria la hipótesis de habitar una Moncloa en cordiales relaciones con el presidente de la recién nacida República Catalana. Nada hay de contradictorio. Siempre que el poder de los televisores trueque un oxímoron en un pleonasmo. Sencillísimo. Eso está en juego: qué sistema de alianzas se requiere para que el control de TVE sea monopolio de Sánchez, y el de TV 3 (pronto TVC) monopolio de Torra. Lo demás, todo lo demás, es retórica.

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