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ABC MADRID 08-06-2018 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 8 DE JUNIO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL BURLADERO UNA RAYA EN EL AGUA CARLOS HERRERA Y AHORA, LA REALIDAD Un gobierno competente como en su conjunto parece el presente necesita algo más que un menguado grupo parlamentario L gobierno guay de ministros y ministras le quedan unos días de felicidad, de autocomplacencia, de regodeo progre, de foto bonita, de compadreo y colegueo de formalismos de diseño. Está bien. Son tiempos de representación teatral, de fotografías efímeras, de traspasos de poderes muy polites muy elegantes, muy correctos, muy emotivos, muy de buen rollo Pero mañana viene la realidad, la crueldad de las cifras, aquello en lo que no influye el discurso feliz de quienes viven en un planeta de dibujos animados: mañana, una vez acabadas las luminarias de la toma de posesión y esa suerte de ceremonia de felicidad colectiva que es acceder de nuevas al poder, con la educación y cortesía propia de la gente civilizada, llegará la soledad. ¿Qué soledad? la que sobreviene cuando tu tienes solo 84 diputados. Un gobierno competente como en su conjunto parece el presente necesita algo más que un menguado grupo parlamentario: necesita aliados, cómplices, colegas que permitan con su voto alcanzar la felicidad de la mayoría. No nos engañemos: eso no existe. La formación de un gobierno como el presente, confeccionado como si se hubiesen ganado las elecciones con mayoría suficiente, exige contar con no pocos apoyos parlamentarios, y, lamentablemente, solo existen en el cerebelo del deseo de quienes constituyen la fantasía monclovita. La luna de miel que se ha establecido entre administración y administrados, entre el poder y la opinión pública, tiene las horas contadas, tanto que a partir de ahora lle- A gan las reclamaciones de quienes han encumbrado al gobierno a un presidente en minoría. Cierto es que ese presidente ha actuado como si no existiera la polarización de la política española, ha creado un gobierno solvente, con gente experimentada que podría votar buena parte del parque móvil votante español y sin las aristas que se le podían suponer a un individuo que ha hecho de la radicalización una constante inagotable. Pero no basta: curiosamente, uno de los mejores gobiernos de los últimos tiempos Borrell, Calviño, Planas, Calvo, Valerio, Marlaska, Robles, etc puede ser una víctima de la soledad más absoluta, sin más trascendencia que el aspecto meramente cool de su configuración. De Sánchez muchos esperaban una suerte de Frente Popular con superficialidad estética y con no pocas concesiones al populismo que le ha aupado a la presidencia del Gobierno. No ha sido así: el gobierno nombrado puede ser una excelente campaña de marketing, pero ha sido, también, un respiro para ganar tiempo y distraer los meses que restan antes de convocar elecciones. ¿Problema? está solo. El gobierno diseñado es mucho más próximo al anterior, al del PP, que a aquellos que le han permitido ser presidente. Ello le obliga a establecer políticas más cercanas a la oposición de Populares y Ciudadanos que a Podemos y demás. No sé si le van a permitir según qué cosas, pero la mayoría de decisiones deberán ser aprobadas por decreto o consensuadas con quienes pueden consensuar, que no serán ni Podemos ni independentistas y demás basura. Si la oposición quiere dejarles solos, su respiración será espasmódica, y su recorrido no alcanzará muchos meses. La única posibilidad de permanencia reside en la moderación, en no tocar demasiadas cosas de comer y en limitarse a declaraciones formales y cosméticas relacionadas con chorradas como la memoria histórica y otras tonterías. Olvídense de derogar la reforma laboral: habrá retoques superficiales pero poco más, y si no es así se equivocarán porque el muy sensible mercado laboral se resentirá y eso les pasará factura. Este es un gobierno nacido para no joder con la pelota y para iniciar la recuperación de la marca PSOE, que estaba muerta; una vez conseguido queda por delante la realidad, la agonía de una legislatura fallida a la que se le ha insuflado un chute de fantasía que, lamentablemente, tiene las horas contadas. En realidad, los escaños contados. IGNACIO CAMACHO EL COLCHÓN El colchón de La Moncloa cambia en cada mudanza. Pero Sánchez va a dormir sin desvelos sobre una economía estabilizada OMO siempre que en La Moncloa toca mudanza, lo primero que se cambia dicen los empleados es el colchón del anterior inquilino y su ajuar de cama. Lógico, nadie quiere dormir en el lecho de su adversario ni envolverse, por mucho que las hayan lavado, en sus sábanas; luego viene el remplazo de los muebles y el traslado de efectos personales propios que ayuden a espantar fantasmas. Pero al final, con el tiempo, es cosa sabida que el ambiente de ese palacio palacete más bien atrapa. Que en su relativo aislamiento flota una especie de blindado karma que se apodera de sus habitantes y los vuelve sordos al latido cotidiano de España. Hay una clase de colchón, sin embargo, que Pedro Sánchez no va a tocar porque constituye la mejor herencia que Rajoy le ha legado. Se trata del confortable tálamo de una economía recompuesta, en crecimiento sostenido, con el déficit estabilizado, el empleo al alza y la maquinaria de recaudación fiscal a todo trapo. Aunque el anterior presidente empezaba a desvelarse por ciertos síntomas de reflujo en los indicadores macro, los estudios de prospectiva dibujan todavía un ciclo expansivo vigente para unos dos años. Justo el horizonte de este mandato. El nuevo inquilino puede dormir a pierna suelta, despatarrado. Tiene la caja razonablemente llena, las cuentas más o menos cuadradas y el presupuesto hecho para que sólo se ocupe de gastarlo. Este Gabinete tan celebrado, el dream team socialdemócrata, puede dedicarse a la política de gestos en busca de aplauso sin más trámites que el de modificar por decreto algunas partidas para satisfacer ciertas demandas de su electorado. Hasta el cielo se lo ha puesto fácil dejándole rebosantes los pantanos. Ése es en España el paradójico, amargo signo político de la derecha. Reclamada periódicamente para enderezar el caos económico al que suele conducir el alegre derroche de la izquierda, acaba expulsada al cabo de un tiempo entre ingratos reproches a su rigor contable y a su metodología austera. Por eso los gobiernos conservadores o liberales constituyen un paréntesis recurrente entre dos períodos de gasto a mano abierta. Cierto es que el marianismo hubiese durado algo más de no haber permitido que un hatajo de corruptos saquease a su gusto la despensa. Pero al final, el liberalismo español no es más que un elemento esporádico de corrección de los desajustes que la socialdemocracia tiende a introducir en el sistema. Una especie de jardinero contratado por horas para cortar las malas hierbas de la parcela. Llegados a Moncloa por sorpresa y por la puerta de servicio, Sánchez y su reluciente equipo sólo han de deshacer las maletas. La ausencia de programa más allá del desalojo del PP les exime hasta de cumplir promesas. Unos retoques de decoración bastan; se han encontrado incluso la mesa puesta. En unos días se moverán por la casa como si hubieran nacido en ella. C JM NIETO Fe de ratas

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