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ABC MADRID 17-05-2018 página 3
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ABC JUEVES, 17 DE MAYO DE 2018 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA CATALUÑA Y ESPAÑA, UN CARO DIVORCIO POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL Quim Torra puede ser, más que un presidente, el que muestre a europeos, españoles y catalanes los peligros del nacionalismo. Nos hallamos en el momento crítico de un problema que requiere menos pasión y más seny, eso que, por desgracia, parece haber desaparecido de su tierra UCHOS se preguntan quién perdería más en el caso de que Cataluña se separase de España. No quién ganaría más, porque nadie ganaría, y si alguien lo piensa se deja llevar por sus deseos, o más bien, por su instinto. Los lazos entre Cataluña y el resto de España son tan antiguos como profundos, abarcando todos los aspectos de la vida. En tales casos, los mayores daños suele sufrirlos el menor, aunque como no ocurre siempre, vamos a sopesarlos a luz de los hechos, encontrándonos de entrada tales falsedades que conviene desbrozar. Empezando por el famoso Decreto de Nueva Planta de Felipe V, que unificaba fiscal y administrativamente el territorio de su reino peninsular, contra lo que se levantó Cataluña, aplastada el 11 de septiembre de 1714, que quedaría como símbolo del independentismo catalán, la Diada, y llega hasta el España nos roba Las conclusiones de los últimos estudios históricos son justo lo contrario. En su ensayo España y Cataluña, el británico Herry Kamen advierte que precisamente a partir de entonces, Cataluña, que languidecía por la pérdida de importancia del Mediterráneo frente al Atlántico, se convierte en el territorio más dinámico de España. Los números cantan: Barcelona, que a principios del siglo XVIII tenía 35.000 habitantes, se planta en 110.000 a finales del mismo, mientras las ciudades castellanas languidecen. El permiso de comerciar directamente con las Indias (1778) significa el despegue definitivo, con un impulso de las exportaciones españolas a ultramar desde Cataluña, mientras Sevilla y Cádiz pierden terreno. Cataluña, escribe Richard Herr, inunda con sus productos los comercios de España y América, convirtiéndola en centro de la primera revolución industrial española Y Ferran Soldevila, nada sospechoso de castellanista sentencia: Los catalanes fueron quienes más y mejor supieron aprovechar la apertura del comercio con las Indias. El resurgimiento económico de Cataluña era un hecho, situándola a la cabeza de la economía española Una tendencia que no hará más que acentuarse a lo largo del siglo XIX, a caballo de una industria textil catalana con nivel europeo: 13.600 fábricas en 1860, 125.000 trabajadores, 17.000 telares, todo ello defendido por unos aranceles que hacían prohibitivos los tejidos extranjeros, sin ayudar a los españoles. Lo admitió Cambó en sus memorias: La superioridad de los catalanes sobre los políticos españoles era tan grande que, en la lucha arancelaria, su victoria era casi siempre segura Es algo que se prolongará por el siglo XX e incluso alcanza al franquismo. Como si creyese que los catalanes eran más laboriosos y mejores administradores que el resto de los españoles, Franconstituyeron el primer reino español. Y el feudalismo, y el estilo gótico, y la Ilustración, y el Romanticismo, y el modernismo, y prácticamente todas las novedades europeas. Aparte de enseñarnos a apreciar el valor del dinero, de la organización empresarial, de la planificación y de la cuenta de resultados, es decir, el mundo moderno. Es verdad que esos mismos valores parecen haber desaparecido en la Cataluña actual, pero me resisto a creer que hayan desaparecido del todo y lo atribuyo más bien a un arrebato pasional, como esos amoríos de senectud, que hacen perder la razón temporalmente y la realidad se encarga de reconducir a sus cauces normales. O tal vez sea sólo que la élite que ha dirigido Cataluña durante las últimas décadas busque en la independencia y unos tribunales propios la absolución de sus desmanes, que empezaron por el tres por ciento y han terminado por dar un golpe de Estado no del todo incruento. O puede, incluso, que se reduzca que media Cataluña, en un arrebato típicamente español, haya decidido negar la realidad antes de reconocer que no tiene razón. M NIETO L co concentra la inversión estatal en Cataluña primera gran fábrica de automóviles, primera autopista, conversión de Tarragona en un foco industrial de primera categoría mientras descuida el resto de las regiones, incluida la suya, Galicia. Ello tiene como efecto secundario un enorme desplazamiento de población hacia Cataluña y País Vasco, desde el resto de España. Millones de gallegos, andaluces, extremeños, castellanos hacen la maleta de madera hacia Cataluña, dispuestos a trabajar en lo que sea, por el salario que quieran darles, y a vivir en barracas en el cinturón de las ciudades. Este capital humano es incluso más valioso que el industrial que se va creando, ya que proporciona a los empresarios plusvalías que les permiten ampliar sus empresas. Conviene advertir que muchos de los hijos de esos inmigrantes se han convertido hoy en furibundos nacionalistas, en parte para agradecer a Cataluña haber acogido a sus padres, en parte para demostrar que son tan catalanes como cualquiera con ocho apellidos locales. Hoy, García es allí el más frecuente. En cualquier caso, aunque haya sido esquemáticamente, pienso que queda demostrado que Cataluña tiene mucho que agradecer al resto de España, y sin duda sufrirá si deja de recibir ese caudal de vida y esfuerzos por parte de ella. Empieza ya a notarlo con la salida de sus grandes y medianas empresas. ¿Y España, qué debe a Cataluña? Pues, en primer lugar, haber acogido y dado trabajo a millones de españoles que no lo encontraban en su lugar de origen. Luego, haber sido la ventana a Europa. Por allí entraron los visigodos, que o que nadie puede negar es que Cataluña y España se complementan más que enfrentan. Puede haber diferencias, como con cualquier otro territorio español. Pero incluso en la pasión con que disputan se nota la tozudez e inflexibilidad común, que espero amaine, cuando a un lado y otro del Ebro, se vea lo mucho que tienen que perder de separarse. Es verdad, como dicen los nacionalistas, que Cataluña representa al 18 del PIB español. Pero también que la mayoría de los productos catalanes se venden en el resto de España, que se está dando prisa en fabricarlos. Aparte de que saldrían también de la Unión Europea, consciente de que los nacionalismos acabarán con su sueño unitario. Ya sé que hay catalanistas que se ven como un gran paraíso fiscal (un gran Gibraltar, una gran Andorra) Pero eso lo consentiría aún menos Bruselas. Para concluir: no vayan los catalanes a cometer el error de los ingleses con el Brexit, del que ya se están arrepintiendo. Aunque andando el nacionalismo por medio, puede pasar cualquier cosa. Nos lo jugamos todos. Ellos más, pues los ingleses tienen amplia experiencia en vivir independientes y los catalanes ninguna, como estamos viendo. Espero que se den cuenta. Se trata, en fin, de que los catalanes reconozcan lo mucho que deben a España y los españoles, lo mucho que debemos a Cataluña, sin equívocos ni ambigüedades. Ya tuvimos bastantes en la Transición y aún lo estamos pagando. Parece difícil cuando alguien que busca la independencia sí o sí preside la Generalitat. Pero Torra puede ser, más que un presidente, el que muestre a europeos, españoles y catalanes los peligros del nacionalismo. Nos hallamos en el momento crítico de un problema que requiere menos pasión y más seny, eso que, por desgracia, parece haber desaparecido de su tierra. JOSÉ MARÍA CARRASCAL ES PERIODISTA

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