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ABC MADRID 09-05-2018 página 3
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ABC MADRID 09-05-2018 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 9 DE MAYO DE 2018 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA LAS SOMBRAS POR JOSÉ MARÍA NIETO Baja corriendo al quiosco donde todavía queda algún periódico con sus grapas, sus setentaydós páginas de humilde celulosa, suave, cálida al tacto, y su tinta que mancha los dedos. Despliega ese periódico en la mesa de mármol de una cafetería vieja y siente el gozo de recorrer con la mirada una doble página auténtica, con sus fotos primorosamente escogidas y sus pies bien redactados luminosos de tu móvil, lector mío. Mira estas letras, sombras con una gran nostalgia de papel y tinta, y acuérdate de los versos de Pedro Salinas: No pueden vivir así ya más; están al borde del morir de las sombras, que es la nada. Acude, ven conmigo. Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo Imprime estas tres columnas o, mejor aún, baja corriendo al quiosco donde todavía queda algún periódico con sus grapas, sus setentaydós páginas de humilde celulosa, suave, cálida al tacto, y su tinta que mancha los dedos. Despliega ese periódico en la mesa de mármol de una cafetería vieja y siente el gozo de recorrer con la mirada una doble página auténtica, con sus fotos primorosamente escogidas y sus pies bien redactados; con sus infografías meticulosas, sus textos claros, cuidadosamente equilibrados con sus corondeles, ladillos y sumarios. Sus párrafos sin palabras huérfanas ni viudas. Sus ilustraciones perfectamente silueteadas. Saborea el orden exquisito de las noticias, dispuestas según su importancia en cada sección. e están cerrando uno tras otro los quioscos en el centro de nuestras ciudades, es verdad. No es un secreto pero tampoco es algo de lo que nos guste hablar a la gente de la prensa, de manera que esta tragedia pasa bastante desapercibida. Se dice que los periódicos no desaparecerán, sino que se adaptaNIETO rán a la realidad tecnológica; que el periodismo no depende del soporte, sino del rigor y la credibilidad, etcétera, etcétera. Es posible, pero yo tengo ya tomada mi decisión: seguiré comprando periódicos de papel mientras haya un solo quiosco abierto al que pueda ir cada mañana. Y cuando llegue el día en que el último baje la persiana para siempre me aseguraré de estar allí. Ese día me haré con un ejemplar de todos los diarios; los locales y los nacionales; los económicos y los deportivos. Me llevaré a casa ese legajo de libertad y recortaré pacientemente cada artículo, cada columna, cada crónica de fútbol o de toros; cada entrevista, carta al director y cada necrológica; y hasta los crucigramas y las viñetas de humor gráfico, y guardaré todos esos recortes doblados cuidadosamente, como tesoros, entre las páginas de los libros, los cajones, los altillos oscuros, donde las letras duerman su esperanzado sueño de sombras, esa corporeidad de tinta y celulosa donde la lengua inventa su infinito. JOSÉ MARÍA NIETO ES HUMORISTA GRÁFICO L OS que atesoramos recuerdos infantiles de aquellas casas de madera crujiente y muro grueso del pueblo de nuestros abuelos conocemos todas las formas de envejecer del papel de periódico. En aquel tiempo no había contenedores, sino que el reciclaje consistía en guardar la prensa atrasada en hatos junto a la leña para hacer lumbre, o en el rincón de un oscuro desván donde acabaría convertida en mantel de fruta extendida, horma de zapato, secadero de manzanilla o alfombra de pintor. Así que para un niño no era raro pasar las horas muertas curioseando en alguna pila de diarios roídos por los ratones; secos, amarillos y quebradizos unas veces; húmedos, enmohecidos y ondulados como pergaminos otras. Entonces yo intentaba descifrar la fecha y los titulares, fascinado por los efectos del paso del tiempo, imaginando con esa percepción del paso del tiempo que tienen los niños que en vez de unos pocos años aquellas páginas habían visto pasar siglos. Más tarde encontré otra manera más gozosa y afortunada de redescubrir periódicos viejos. En todas las familias había un aficionado a la lectura que, interesado en algún artículo, un editorial o una crítica, lo subrayaba, garabateaba alguna anotación al margen, lo recortaba y lo escondía entre las páginas de algún libro con el que tuviese relación, en un cajón, en un álbum de fotos o en una carpeta con cartas, postales y otros recuerdos. Allí podían reposar esos párrafos durante décadas, perfectamente conservados, hasta que alguien abría ese tomo, tropezaba con aquel papel doblado y lo leía con curiosidad en diferida conversación con quien hubiese guardado ese recorte, tiempo atrás. ¿Podía haber destino más hermoso para esas letras esencialmente efímeras, que apenas habían salido de la rotativa apresurada ya eran prensa de ayer, que descansar entre libros de verdad, carne de imprenta, lomo y tapa dura, a la espera de algún día volver a la luz y sentir el calor de las manos de otro lector? Pero ¡ay! Pulso a en el teclado y en el monitor bri- S llante aparece, negra, la sombra de dieciséis píxeles de altura en forma de a La misma a que tú, lector, harás aparecer en tu pantalla cuando llegues a este artículo. En el mismo momento en que dejes la lectura de estas palabras en el remedo electrónico de pasar página las sombras de estas letras desaparecerán y solo permanecerá de ellas un misterioso rosario de unos y ceros escondidos en el lecho de distancias de cobalto de algún disco duro, hasta el improbable momento en que algún navegante del inmenso piélago de internet eche el ancla en el mismo arrecife de unos y ceros y se repita ese prodigio electrónico que hará que en un teléfono, en una tableta o en un ordenador se vuelvan a rodear de luz estas mismas sombras de dieciséis píxeles que tienes ante tus ojos. En esta era virtual la escritura no tiene carne; las galeradas se desvanecen una vez leídas igual que un susurro que se escucha y se disipa. Mira estas letras entre los diodos orgánicos

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