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ABC MADRID 23-04-2018 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 23 DE ABRIL DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 15 VIDAS EJEMPLARES TRIBUNA ABIERTA CIEN AÑOS DE NICOLÁS ACHÚCARRO POR ANTONIO CAMPOS MUÑOZ Recordar a Achúcarro en el centenario de su muerte es rescatar la figura de un médico capaz de aunar en su ejercicio la ciencia, la clínica y la cultura frente a un modelo actual de médico que solo parece aplicar protocolos y que carece de empatía cultural con sus pacientes A muerte del histólogo Nicolás Achúcarro el 23 de abril de 1918 causó un enorme impacto en la España científica e intelectual de su tiempo. Cajal, Ortega, Marañón, Unamuno, Juan Ramón Jiménez y un largo etcétera, se hicieron eco de la muerte a los 37 años del joven médico e investigador vasco que fue calificada, por el propio Ortega, como una gran pérdida nacional. La excelente formación recibida por Achúcarro en los ámbitos de la medicina y las humanidades, con mentores como Unamuno, Cajal, Simarro, Giner de los Rios o Alzheimer, su enorme capacidad de trabajo y su inicial y brillante aportación a la ciencia lo convirtieron en una figura muy relevante a nivel internacional, como demuestra el doctorado honoris causa por la Universidad de Yale que recibió a los 32 años. Aunque requerido por varios centros de Europa y América, eligió trabajar en España y hacerlo especialmente en el Laboratorio de Histología que la Junta para Ampliación de Estudios había instalado en la Residencia de Estudiantes. Tres son las razones que justifican su recuerdo a los cien años de su muerte: sus aportaciones científicas, su magisterio y, sobre todo, su conducta como hombre de ciencia, una conducta que, a pesar del tiempo transcurrido, puede seguir iluminando la nuestra al servicio de la mejor España. Su obra fue pionera para la identificación definitiva de las células gliales del tejido nervioso. Su discípulo Pio del Rio Hortega continuó su labor estableciendo definitivamente el origen y los tipos de dichas células. Su otro gran discípulo, Gonzalo Rodríguez Lafora, identificó microscópicamente una nueva variedad de epilepsia conocida como enfermedad de Lafora. La conducta de Achúcarro hay que insertarla en el marco del regeneracionismo, el institucionismo y el positivismo, que constituyen los tres vectores político, universitario y filosófico que cruzan su periodo vital y biográfico entre 1880 y 1918. En este contexto, Achúcarro simboliza, en palabras de Marañón, al médico que aúna por vez primera al hombre de ciencia con el clínico un modelo de médico que es necesario seguir impulsando en nuestros días para que la investigación logre definitivamente impregnar la práctica clínica. Pero en él se aunaba también el humanismo de Giner y el entusiasmo científico de Cajal según dejo escrito Alberto Jiménez Fraud, el director de la Residencia de Estudiantes con el que Achúcarro colaboró en la etapa fundacional de la misma. A sus saberes científicos incorporó el bagaje cultural y educativo de su época, posiblemente el único modo, entonces y ahora, de potenciar la empatía entre el médico y el enfermo. Un rasgo fundamental de la conducta de Achúcarro lo constituye su actitud alegre, constructiva y entusiasta con el presente y el futuro, especialmente en su relación con los jóvenes científicos y estudiantes de la Residencia a los que tanto contribuyó a formar. La Aurora lo apodó el poeta Juan Ramón Jíménez; Donde él entraba escribió, parecía que entraba el primer sol Los testimonios de sus discípulos y alumnos son también muy elocuentes al respecto. Lafora escribió: Sus vastos conocimientos, su ingenio y simpatía personal, su cultura artística, sus amplias lecturas hicieron muy pronto que los más jóvenes estudiantes le considerásemos como un modelo a imitar Rio Hortega lo describe así: Fue un maestro comprensivo, benévolo y generoso y por ello, en la fe de sus inspiraciones, pude completar algo gracias a lo mucho que me estimulo en mi trabajo El residente Miguel Prados escribe al respecto: Achúcarro venía frecuentemente por la Residencia a interesarse por nuestros problemas e inquietudes y sobre todo por nuestro futuro y nuestros ideales Jimenez Fraud, el antes citado director de la Residencia señala por último: No podíamos presentar más noble y cercano modelo a nuestros escolares que el de la exquisita mentalidad y sensibilidad de Achúcarro LUIS VENTOSO LA VOLUNTAD Ha tenido mucha suerte España con un campeón de esa calidad L A Recordar a Achúcarro, a los cien años de su muerte, es, por todo ello, rescatar para el presente la figura de un médico capaz de aunar en su ejercicio la ciencia, la clínica y la cultura frente a un modelo actual de médico que solo parece aplicar protocolos y que carece de empatía cultural con sus pacientes. Recordar a Achúcarro es, también, rescatar para el presente un modelo de científico alegre y entusiasta, capaz de proyectar en los jóvenes la actitud positiva y constructiva que la investigación científica representa. Y oponerlo al modelo casi siempre quejoso y mendicante que con frecuencia trasmiten muchos investigadores en nuestros días y que tanto lastra la motivación y la actitud constructiva de las nuevas generaciones. Recordar y rescatar a Achúcarro es por tanto, en el sentir de Ortega, que tanto lo admiró, volver nuestra mirada atrás para mejor avanzar hacia delante. Es, a los cien años de su muerte, hacer de su recuerdo impulso y no dejarlo simplemente en añoranza. ANTONIO CAMPOS ES MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA ciertos elegidos, bendecidos con un gran talento innato, se les presenta muy pronto la oportunidad de decidir qué tipo de personaje quieren proyectar y cómo desean ser recordados. En el Mundial de Estados Unidos de 1994, Maradona fue expulsado por doparse. Otra pifia más en una carrera de piernas superdotadas y conciencia cenutria. El torneo lo conquistó Brasil, que contaba con el mejor mediocentro defensivo del mundo, Mauro Silva. Era un tipo de orígenes modestos, como Maradona, que desde chaval se aplicó para encarnar al perfecto gentleman, categoría que no se basa en la estética, como se suele pensar, sino en la elegancia interior proyectada hacia el prójimo: hacer que los demás se sientan bien contigo. Hay más ejemplos. Lennon y McCartney andaban parejos de calidad contra el criterio al uso, sospecho que el mejor era Paul también compartían un pasado humilde en Liverpool y ambos perdieron pronto a sus madres, con la consiguiente falla emocional. Pero McCartney se esmeró en ser un caballero, una persona afable y ponderada, mientras que Lennon nunca quiso evitar sus superfluos arrebatos de bordería macarra. Johnny Depp, gran artista, abrasa sus dones a golpe de pasotes y compone un ser humano bronco, viscoso, nada estimulante. Archibald Alexander Leach, nacido en un tugurio portuario de Bristol, hijo de un sastre judío y una madre lunática, acabó siendo en el cine y la vida el epítome del caballero glamouroso del siglo XX, bajo el alias de Cary Grant. Nadal, que soplará 32 velas en junio, sumó ayer en Montecarlo el título 76 de su extraordinaria carrera. Pilló por banda a un veinteañero japonés, considerado el mejor tenista asiático de la historia, y le metió tal repaso que aquello parecía una partida de Play. Nadal vive expuesto al público desde su adolescencia. El tenis le hurtó casi toda su infancia, pues con solo ocho años ya llamaba la atención y comenzó la cheka de los entrenamientos. Cuando lo conocimos era un chaval de melena larga, cinta al pelo y camisetas sin mangas, un entusiasta que festejaba sus victorias rebozándose en la arenilla ocre como un felicísimo chalado. Sin embargo, ya emanaba de él una notoria gravedad, un estudiado buen tono, un elegante saber ganar (y perder) No es persona estudiada y procede de una población de 40.000 vecinos del interior de Mallorca. Pero siempre ha sabido estar en su lugar. Nadal supone una triple bendición para España. Por los valores que ejemplifica: el esfuerzo, el respeto a todos y a todo, y la capacidad de enfrentarse a la adversidad (tendemos a olvidar que en 2005, con solo 20 años, sufrió una lesión tan delicada que llegaron a decirle que tal vez no jugaría más) También nos ha dado sus fabulosos triunfos, instantes de alegría en nuestras vidas grises. Y por último, el reconfortante regalo de su espontáneo patriotismo, pues en Baleares, como se está viendo de manera alarmante, no faltan cantos de sirena llamando al más cerril ensimismamiento nacionalista. Nadal ha hecho por nosotros algo más que colocar la bola en su sitio. Eligió ser uno de los nuestros y por eso lo llevamos en el corazón.

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