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ABC MADRID 15-04-2018 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN MONTECASSINO PUEBLA DOMINGO, 15 DE ABRIL DE 2018 abc. es opinion ABC HERMANN TIEMBLA EL MANDARINATO SOCIALDEMÓCRATA Su poder no se expande. Se multiplican los contratiempos E STÁN pasando cosas que no pasaban. Y que no se esperaban. Pasa precisamente lo que no gusta a quienes temen todo contratiempo para el progreso hacia el ideal socialdemócrata, la ciudad igualitaria. Es la aldea global que cantaba en un tuit esa joya de la viña política española que es la vicepresidenta Soraya. Por eso detesta las fronteras. Como a su jefe Mariano, al que también se ha oído esa majadería. Si les molestan las fronteras a los dos, les molestarán también las patrias y las naciones que necesitan dichas fronteras para existir. Mala cosa, cuando los dos juraron defender una patria, su unidad, su integridad territorial y su seguridad, es decir sus fronteras. Pero da igual porque Mariano y Soraya son perfectos profesionales de la política socialdemócrata europea. Esta lleva siete décadas convencida de que los comunistas estaban equivocados y además eran unos asesinos, todo ello cierto, pero ellos en cambio sí tienen razón y llegarán al mismo fin de la sociedad feliz en su supremo estado final de la historia. Aunque Soraya y Mariano hayan filosofado poco. Los socialdemócratas están convencidos de haber entrado en la definitiva vía de bondad para la organización de la vida de los humanos. Al final de la cual los humanos habrán alcanzado el grado de desarrollo para tener todos los mismos deseos y las mismas necesidades en lo que presuponen la felicidad. Como buenos animalejos inteligentes y prácticos. ¿Eso no era el comunismo? En efecto. Pero en su senda socialdemócrata demuestra ser mucho más viable y asumible. Sin grandes carnicerías. Sin tumultos ni revoluciones. Es un sencillo discurrir con el avance de las técnicas del disciplinamiento social más o menos amable y la voluntad de cumplir con el determinismo histórico asumido. Pero, y aquí están las malas noticias para toda la legión de mandarines socialdemócratas, su poder no se expande. Se multiplican los contratiempos para la socialdemocracia que gobierna con mil collares por Europa y el mundo. Los británicos se hartaron del disciplinamiento que dicta la UE sin consultar a los afectados, Donald Trump dijo lo que daba miedo decir a tantos y derrotó a la socialdemócrata más mentirosa, apoyada en todo el mundo. Los colombianos resistieron a la trampa común del terrorismo comunista con la farsa socialdemócrata. En Hungría, el pueblo ha desafiado a toda la maquinaria mediática socialdemócrata de derechas y de izquierdas. Y en toda Europa han surgido fuerzas que cuestionan tanto a la socialdemocracia como al comunismo. Que demandan su derecho a organizarse sin los dogmas de la hegemonía cultural izquierdista y con la revitalización de derechos y valores aplastados por la socialdemocracia. Con la nación, las fronteras, con la libertad del individuo, con la defensa de la familia, con la espiritualidad, la seguridad, con la trascendencia, con lo que cada uno, cada ser humano, quiera. Y el gran ídolo del establishment mundialista, Emmannuel Macron, les dice a los obispos franceses que necesita a los católicos para revitalizar la sociedad. La identidad del ser humano vuelve a ser la clave. Se entiende el pánico de muchos. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI FUNÁMBULOS El secesionismo en España es puro funambulismo de salón STOY en el México de finales de sexenio presidencial con algunos amigos historiadores, españoles y mexicanos, asistiendo a unas jornadas de cooperación académica. Hablamos del contraste político, o mejor, de la simetría invertida entre las repúblicas surgidas del imperio hispánico y la antigua metrópoli. En España, dicen dos de ellos, reconocidos especialistas en historia contemporánea de América, la nación es frágil, los vínculos afectivos se rompen con facilidad, pero el Estado funciona, aún con sus crisis cíclicas. Es el Estado lo que impide que la nación se cuartee. En las repúblicas americanas, y singularmente en México, la nación es fuerte, sólida, frente a un Estado débil, incapaz de cumplir medianamente bien las dos funciones básicas que legitiman la existencia de un Estado: la protección de las vidas y haciendas de los nacionales y la distribución satisfactoria de bienes y valores. Una de las participantes mexicanas en el encuentro comienza su intervención con una áspera diatriba contra el Estado mexicano acusándolo de antidemocrático y de vulnerador de los derechos humanos. Es una historiadora joven, y seguramente brillante, pero que ni sospecha la diferencia de su discurso insurreccional con el de los estudiantes izquierdistas de hace medio siglo, los del México del 68, el de Díaz Ordaz. Aquellos arriesgaban mucho más, como se demostró en la matanza de Tlatelolco. En el México de 2018, como en la España actual, la posibilidad de la muerte del E insurgente está excluida (en 1968 lo estaba también en París, pero no en México) Los actuales detractores universitarios del Estado mexicano, como los independentistas catalanes, hacen funambulismo de salón sobre un colchón de agua. La fuerza de la nación mexicana es, claro está, consecuencia del éxito de un nacionalismo en el que la inmensa mayoría de los mexicanos creen. Ante la debilidad del Estado, el nacionalismo sostiene la unidad de la nación e impide la regresión al hobbesiano estado de naturaleza de una población con enormes desigualdades económicas y étnicas. Octavio Paz, durante su época de diplomático en la India, que terminó abruptamente con su dimisión en protesta por Tlatelolco, percibió con claridad la analogía entre la función del hinduismo y la del nacionalismo mexicano en sendos países con clases medias muy tenues. Cuando vine por vez primera a México, en 1985, la clase media mexicana parecía haberse desvanecido tras la brutal crisis económica del sexenio de López Portillo. Sin embargo, y en contra de lo que se pronosticaba desde España, nadie pensaba en la posibilidad de conflictos sociales violentos. El nacionalismo no había dejado de funcionar y la nación se mantenía incólume. Los funámbulos mexicanos son mucho más escasos que los españoles. Desafiar a un Estado fuerte y autoritario como el del franquismo disuadía a la mayoría de la población española. Plantarse frente a un Estado democrático (con un gobierno, eso sí, entre caquéctico y escapista) que, como el francés de 1968, excluye a priori la muerte del insurgente civil, implica un riesgo mucho menor, y de ahí que los nacionalismos secesionistas se animen a llegar hasta donde nunca antes se atrevieron, confiando no tanto en la lenidad de la Justicia europea ni en la posibilidad de encontrar apoyo en Finlandia, sino en la astenia crónica de la nación española, que sigue siendo el principal problema que tenemos. ¿Hay algún plan B por si falla la estrategia exclusivamente judicial aplicada por el Gobierno de Rajoy contra el independentismo catalán? No, el plan B es el Estado. Porque, lo que es nación, no parece haberla ni en el Gobierno.

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