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ABC MADRID 31-03-2018 página 13
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ABC MADRID 31-03-2018 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 31 DE MARZO DE 2018 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA PASIÓN DE JUDAS ISCARIOTE Para que nadie dudase de mis intenciones, entregué a Jesús con un beso C UANDO supe que Jesús predicaba el advenimiento de una nueva era, me incorporé a su séquito. ¡Había deseado con tanto ardor que la religión de nuestros padres fuese la antorcha que incendiase el mundo! Pero no tardé en descubrir, consternado, que las palabras de Jesús eran alienadoras, pues no respondían a un programa que asegurase a los oprimidos la conquista del poder. En lugar de encabezar una revuelta contra los opresores de Roma, Jesús curaba al criado de un centurión; y, cuando le mostraban una moneda con la efigie del César, ni siquiera exhortaba a la rebeldía fiscal. Es verdad que condenaba a los acaparadores; y que en cierta ocasión expulsó a los mercaderes del templo armado de un látigo. Pero en lugar de reclamar la confiscación de las riquezas, exhortaba a los oprimidos a vivir sin afanes, como los lirios del valle y los pájaros del cielo. Cuando, como todo el mundo sabe, no hay revolución posible si a los desheredados no se les incita con el afán de recuperar su heredad. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos le escuché decir desde lo alto de una montaña. Aquellas palabras enfriaron mi corazón. ¿Por qué esperar a un hipotético reino celestial, pudiendo hacer efectiva esa bienaventuranza en la tierra regada con la sangre, el sudor y las lágrimas de los pobres? Y, para hacer efectivo ese reino terrenal, bastaba con azuzar en los pobres la conciencia de sus penurias, bastaba con estimular su animadversión hacia los opresores. ¿De qué vale a un pobre la santificación de su alma, si entretanto permanece en la miseria? Mejor sería brindarle los medios políticos para recuperar los bienes que la rapacidad de la clase dominante le ha arrebatado. Pero Jesús ni siquiera censuraba que una mujer casquivana se gastase trescientos denarios en un perfume de nardo para ungir sus pies, en lugar de destinar ese dinero a los pobres. ¡Y, para justificar tamaña frivolidad, se permitía recordarnos que siempre tendríamos pobres entre nosotros, mientras que sus días terrenales estaban contados! Creo que fue entonces cuando resolví abreviarlos. Antes ya había tenido que escucharle otras sandeces parecidas, mientras lo acompañaba en sus correrías apostólicas. En Cafarnaún, Jesús despachó a una multitud enfervorizada que quería proclamarlo rey asegurando que él era el Pan de la Vida; y que quien viniese a él no tendría jamás hambre ni sed, sino vida eterna. En lugar de preocuparse por el bienestar material de los pobres, los embaucaba con promesas de un pan bajado del cielo. Pero, si en verdad hay pan almacenado en el cielo, mucho más eficaz que andar esperando bobaliconamente su descenso sería organizar de inmediato el asalto a las despensas celestiales, antes de que un solo pobre se muera de hambre. Y, puesto que Jesús no estaba dispuesto a hacerlo, resolví que debía ser yo mismo quien acatase el impaciente dictado de la justicia. De este modo, ya que Jesús había defraudado en vida a los pobres, al menos su muerte podría desencadenar la revolución pendiente. Para que nadie dudase de mis intenciones, lo entregué con un beso, que es la demostración suprema del benéfico amor que algún día no muy lejano se extenderá sobre la faz del orbe, cuando al fin el levantamiento de los pobres contra sus opresores traiga el Paraíso a la Tierra, representado en una sociedad sin clases. Vendí a Jesús para comprar ese Paraíso; y para que nadie pueda maliciar que anhelo disfrutar siquiera de un pedazo ínfimo de la gloria que regalo a las generaciones futuras (en las que ya no habrá pobres, en contra de lo que Jesús afirmaba frívolamente) me sacrifico yo también, en este campo del alfarero, de tierra caliente y roja como la sangre. IGNACIO CAMACHO ENCASQUILLADOS Los independentistas se han atrincherado en su ensimismamiento. No parecen tener prisa por salir del punto muerto E JM NIETO Fe de ratas S una foto fija, una imagen congelada, un panorama quieto. La política catalana, o más bien la política del nacionalismo catalán, se ha encasquillado en su ensimismamiento. El bloque independentista, descabezado de líderes, se ha atrincherado en el Parlamento, única institución a salvo de la intervención del autogobierno, y se ha entregado a un legitimismo de salón que no encuentra el modo de salir del punto muerto. Torrent, que es un talibán de la secesión hay vídeos que retratan su actitud levantisca en vísperas del referéndum se maneja en un pragmatismo disimulado de retórica emocional sin atreverse a pisar la frontera de la desobediencia que lo conduciría ante el Tribunal Supremo. Está a gusto en su nuevo cargo y no lo comprometerá con decisiones de riesgo. El separatismo es bravucón pero no valiente, y la certidumbre del horizonte penal le atenaza de miedo. Para liberar por las bravas a la patria oprimida le falta cuajo, entereza y capacidad de sufrimiento; sus lacrimógenos dirigentes se derrumban al comprobar que el menú de la cárcel está poco hecho. Así las cosas, y como algo tienen que hacer para no tragarse el arresto de Puigdemont sin que se les vea el plumero, han subcontratado a los radicales de las CUP para que sacudan la calle y canalicen el descontento. Los antisistema tienen creada una estructura de agitación inspirada en los Comités de Defensa de la Revolución castristas, que ya es casualidad el modelo. Su estrategia es una borroka de baja intensidad con la que están tanteando el terreno para medir fuerza y comprobar hasta qué punto hay masa crítica para una movilización de corte violento. Llevan tiempo soñando con un maidan a la ucraniana y atisban la posibilidad de pescar en río revuelto. Por ahora están hostigando, vieja especialidad de la casa, a los políticos constitucionalistas y a las familias de los jueces que han desmantelado el proceso. Son los que tienen el mayor peligro inmediato porque, iluminados de fanatismo ácrata, están dispuestos a echar gasolina literalmente en cualquier incendio. Por la vía institucional, en cambio, el soberanismo no parece urgido de tiempo. El reloj de la investidura le concede dos meses para prolongar la política de gestos, esa irredenta vacuidad victimista con la que gusta de darse un tinte épico. Aún alberga la vaga esperanza de que la justicia alemana libere a Puigdemont del cargo más grave, el de rebelión, y lo devuelva sin que el magistrado Llarena tenga opción de meterlo preso. Eso sería, sin duda, un revés grave para el Gobierno, y para el Estado una tomadura de pelo. Pero es una hipótesis improbable que, de resultar fallida, obligará a las élites indepes a abandonar el simbolismo testimonial y asumir alguna iniciativa responsable en algún momento. Por ahora parece que la única victoria a que aspira es a dejar, con la ayuda pasiva del PNV, a Rajoy sin presupuestos.

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