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ABC MADRID 22-03-2018 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN PECADOS CAPITALES PUEBLA JUEVES, 22 DE MARZO DE 2018 abc. es opinion ABC MAYTE ALCARAZ POR QUÉ TVE, SÍ, Y TV 3, NO Escandalosa la diferente vara de medir del PSOE con las TV LBRICIAS. Ayer Sánchez, Rivera e Iglesias se pusieron de acuerdo. Ha sido imposible verlos de la mano en cosas de comer, sin embargo, la primavera ha descongelado las tiranteces y ha triunfado el amor. Han obrado el milagro cuatro siglas de un ente público, RTVE, al que todos intentan liberar del yugo del Gobierno cuando están en la oposición, vocación que de forma súbita olvidan cuando llegan al poder. Podemos demostró, cuando tan solo acarició el BOE aquel inolvidable enero de 2016, con su politburó reunido en el Congreso mientras Sánchez despachaba con el Rey, que este afán por democratizar la televisión pública era con freno y marcha atrás. Por eso Iglesias se apresuró a exigir al PSOE como condición sine qua non el control de RTVE, obsesión que no se recordaba desde el 23 de febrero de 1981. A ver si me explico: si gobierna el PP es impepinable cambiar el modelo por el de concurso público, pero si es uno el que mete sus zarpas en Torrespaña, entonces todos salvados. Luego está Sánchez. Tan exquisito exigiendo a Rajoy que evitara con el artículo 155 cualquier intervención en la televisión autonómica, un vivero de independentistas y de adoctrinamiento en el odio a España, y tan presto ahora a cambiar RTVE. No digo yo que los 46,5 millones de españoles no merezcamos una televisión de calidad, y sobre todo menos endeudada y sostenible (igual puede preguntarle a Zapatero por qué decidió fulminar la publicidad) pero entre ellos hay 7,5 millones de catalanes que tienen derecho, no solo a tener una cadena estatal como la BBC, sino una autonómica que no prevarique y no gaste el dinero de todos en insultar a los españoles. Pero a Sánchez le pilló esta clase de Barrio Sésamo en su Escuela de Buen Gobierno. Desde que tengo conciencia y Calviño se convirtió en el puching ball de Felipe González supe que los presidentes guardaban en el nombramiento del responsable de la corporación su carta más poderosa. Pero he comprobado con el paso de los años que, aunque hay casos para todos los gustos, igual hemos sobredimensionado (y hoy con las redes sociales más) la influencia de los telediarios en el voto. Tuvo más fuerza la manipulación extramuros de Rubalcaba y sus huestes el dramático 11- M para que el PP perdiera las elecciones que los informativos aznaristas. Luego Rajoy ganó en 2011 con mayoría absoluta pese a la brunete mediática zapaterista, y perdió esa mayoría en 2015 y 2016, aun con RTVE a su favor Ha habido responsables de la tele buenos, malos y regulares, pero no creo que les haya compensado a ninguno, muchos profesionales de primera, haberse llevado las guantadas propias y las que intencionadamente les desviaron los políticos. Y si sirve mi experiencia, yo he sido tan libre en Los Desayunos de Ana Pastor como en los de María Casado. Por eso, creo más en una TV de calidad (los telediarios van en ese camino) de entretenimiento blanco, como los exitosos OT o El Ministerio del Tiempo y autofinanciada, que en los concursos (para presidente de RTVE) de los tres tenores. A CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC DIOS FACEBOOK No lo sabes, dulce habitante de la red. Pero no votas tú. Vota un tal Zuckerberg L AS redes no entienden de los tenues matices en los cuales se juega la libertad humana: los que permiten a un sujeto ser muchos, tantos como su transitar en el tiempo vaya imponiéndole. Desde su inicio mismo, me protegí de las malditas redes: estaba claro que constituían la mayor expropiación de datos personales que haya puesto jamás en marcha sistema totalitario alguno. Facebook y sus secuelas son el cruce mejorado de Hitler y Stalin: el universal control de las mentes y el fin de la distinción entre lo público y lo privado, sobre la cual nacieron las sociedades libres. Alzan un despotismo que ni siquiera necesita dispositivos de coerción: los usuarios proporcionan voluntaria no, no voluntaria, gozosamente a un Archivero Supremo la totalidad de sus deseos y de sus fobias. Un poder que poseyera el catálogo completo de los amores y odios de sus sometidos, sería el más absoluto de los poderes: una autoridad capaz de mover a la medida colectivas voluntades; porque la voluntad no es más que un tejido de deseos y rechazos. Tan sólo se precisa un algoritmo bien elaborado. Y eso hoy es un juego. Facebook posee lo que la teología clásica atribuía sólo a Dios: saberlo todo de sus fieles. Basta que entre en Amazon, para que, instantáneamente, la pantalla me exhiba los libros que más estoy forzado a desear. No falla nunca. Ama- zon conoce mis deseos mejor que yo. Lo mismo sucede con cualquier portal de compras. Hace un par de años, los amigos me felicitaron por haber entrado en Twitter. Ni marinado en vodka habría hecho yo algo así. Pero era verdad que había alguien que andaba en Twitter, no sólo con mi nombre, que es poco más que un accidente, sino con la completa identidad de mis sesenta y tantos años de empecinada ausencia de identidad. Lo fascinante era que aquel Gabriel Albiac virtual era muchísimo más Gabriel Albiac de lo que lo haya llegado a ser yo en mis peores delirios: ni un error, ni una vacilación sintáctica, ni una nota de estilo literario diferenciable. Me asustó la locura, aunque fuera amable. Comuniqué la falsificación a Twitter. Tuve que mover Roma con Santiago, demostrar que yo era yo: el mundo del revés. Al cabo de un par de meses logré solucionarlo. Perdí tiempo y energía. Pero aprendí lo que son las redes: arte de trocar a un sujeto real en un muñeco de cartón piedra, un nombre, un apellido, un perfil de gustos... Esto es: en un objeto milimétricamente manipulable. Como personaje de ficción escénica, el individuo de la red debe identificarse. Da igual que esa identidad se corresponda con la de nadie que exista en el común universo de los mortales. Pero un personaje en red debe tener un perfil esto es, una identidad reconocible. Y un tejido de agrados y desagrados gusta no gusta en el subnormal lenguaje de la infancia perpetua, que es el de las tramas virtuales) eso consolida y blinda tal identidad, dándole contenido. Amazon usa eso para venderme libros. Me resigno, porque me es cómodo y no demasiado gravoso. Pero, ¿qué impide que el mercado político quede absorbido por una gran Amazon? Es lo que ha puesto en marcha Facebook. Con el catálogo de deseos, odios y dependencias que las identidades de sus usuarios exhiben, se puede prefigurar el perfil ideológico, moral, político y electoral de prácticamente todo el planeta. Y administrarlo. Es el fin de la democracia. Ni siquiera a Orwell se le pasó por la cabeza una tiranía así. No lo sabes, dulce habitante de la red. Pero no votas tú. Vota un tal Zuckerberg.

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