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ABC MADRID 01-02-2018 página 29
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 1 DE FEBRERO DE 2018 abc. es internacional INTERNACIONAL 29 Guantánamo seguirá abierto, otro recado a Obama El presidente autorizó añadir a los 41 presos actuales los que sea oportuno M. ERICE WASHINGTON Donald Trump prosigue con su enmienda a la totalidad de las decisiones de su predecesor. Aunque no había llegado a consumarse por la oposición del Congreso, Barack Obama intentó una y otra vez el cierre de la controvertida cárcel construida a partir del 11- S. Tendrá que seguir esperando. El presidente firmó la noche del martes, poco antes de comparecer en el debate sobre el estado de la Unión, una orden que garantiza la continuidad del centro de reclusos que se halla geográficamente en Cuba. Durante su intervención, Trump justificó su decisión afirmando que los terroristas serán tratados como lo que son. Si es necesario, serán aniquilados; si es posible, serán deteni- dos e interrogados En contraste con Obama, que logró reducir el número de presos hasta 41, mediante medidas individualizadas o en grupo que sorteaban la negativa de la mayoría a su desmantelamiento, el actual presidente ha ordenado al jefe del Pentángono, James Mattis, que puede hacer uso de la prisión con los terroristas que considere oportunos. Pese a que no ha ingresado ninguno desde el año 2008, siete reclusos deben responder por crímenes de guerra y otros diez han recibido distintos cargos. Hace unos meses, el fiscal general, Jeff Sessions protagonizó la única visita oficial a la prisión de un miembro de la nueva Administración, tras la que elaboró un informe que remitió a la Casa Blanca. Trump ha confirmado ahora la promesa que reiteró durante la campaña electoral de mantenerla abierta. El centro penitenciario, que llegó a albergar a casi trescientos reclusos, fue objeto de polémica por la ausencia de los derechos de los detenidos. La mayoría han sido acusados de terrorismo o de vínculos con yijadistas. DE LEJOS PEDRO RODRÍGUEZ EL SOTUS DE TRUMP C Trump, en la Cámara de Representantes, junto a Mike Pence (i) y Paul Ryan AFP Desmontando el Obamacare Aunque no fue preciso en el método, se mostró dispuesto a acabar totalmente con el modelo de Sanidad impulsado por su predecesor. Y sacó pecho por haberlo desmontado al menos parcialmente. Sí demócrata a las medidas sociales La propuesta del presidente Trump no cayó en saco roto cuando se refirió a la futura aprobación de una paga de baja familiar para padres o madres que tengan a su cargo hijos en edad escolar. ada año, en lo más alto de la cuesta de enero, el presidente de Estados Unidos protagoniza una superproducción de retórica política: el discurso sobre el estado de la Unión. En un país obsesionado con sus iniciales, abreviaturas y acrónimos se conoce simplemente como Sotus (State of the Union Speech) Bajo la inspiración del parlamentarismo británico, se trata de un difuso requisito constitucional que obliga a que el ocupante de la Casa Blanca informe periódicamente al Legislativo. George Washington comenzó en 1790 a acuñar esa tradición pronunciando unas mil palabras ante sus conciudadanos del Congreso Los sucesores del primer presidente no siguieron su ejemplo y optaron por solventar el trámite remitiendo mensajes escritos, hasta que Woodrow Wilson recuperó en 1913 la oportunidad de tomar la palabra en el Capitolio. En 1965, Lyndon B. Johnson consiguió que el discurso tuviera lugar en la franja horaria nocturna de máxima audiencia televisiva. Y Ronald Reagan lo transformó en un efectivo show tell político, utilizando invitados en la tribuna para personalizar sus mensajes. Para la ocasión, en la sede del Congreso federal se congregan los miembros de las dos Cámaras (salvo los excepcionales boicots) los magistrados del Tribunal Supremo, la Junta de Estado Mayor y todo el gabinete (menos un ministro que desde los temores apocalípticos de la Guerra Fría se queda como superviviente designado en un discreto lugar para garantizar la continuidad del gobierno federal) Dentro de la taxonomía de la comunicación política, el SOTUS sería exactamente lo contrario al Twitter que tanto usa y abusa el presidente Trump. De los 280 caracteres, esta vez ha sido un discurso de casi hora y media y 5.200 palabras. El más largo registrado en 18 años. El único problema es que no todo el contenido del discurso era cierto, como han demostrado los ya inevitables ejercicios periodísticos de verificación de la verdad. Y a pesar de un supuesto tono conciliador y optimista, una vez más ha terminado por rezumar la toxicidad polarizadora que define a esta presidencia.

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