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ABC MADRID 08-01-2018 página 12
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ABC MADRID 08-01-2018 página 12

  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 8 DE ENERO DE 2018 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC CHARLIE, TRES AÑOS No es libre el que tolera a quien dice que dos más dos suman cinco. Es libre el que le llama imbécil A libertad que se otorga es servidumbre. Para aquel que la acepta. La libertad se toma. Sin consulta, sin permiso. Libertad es combate. Y no puede complacer a todos. Pocos se avienen a instalarse en su lógica, que es lógica de conflicto. Nos da mayor confort sabernos sensatos siervos, aceptar de buen grado una obediencia amable. Ser sirviente de un buen amo es grato. Solemnes convenciones lo consagran: non serviam no serviré cifra, en ciertas tradiciones, la voz del diablo; aunque, en Jeremías 2: 20, narre sólo la rebeldía frente a Yahvé de su pueblo. Non serviam, para el hombre libre, dice lo irrenunciable ético: la rebelión de ser el responsable de sus decisiones. Llamamos moral a eso. Pasaron ya tres años. Yo no pensé, después de aquel 7 de enero, que Charlie Hebdo sobreviviera. Digo Charlie Hebdo, lo que Charlie Hebdo significó en medio siglo de Francia. No digo la cabecera que lleva ese nombre: mantener una cabecera puede ser el modo más sencillo de matar un periódico, sabemos de eso en España. Y el riesgo de que Charlie siguiera publicándose sin nada de Charlie era muy alto. Charlie, criatura arquetípica del post 68 era un compendio de la mala uva: disparaba con todo y contra todos, su munición ni era sutil ni delicada. Había hecho la pascua a todo quisque. Sin excepción. Era brutal, hosco, malsonante, irrespetuoso... Y, en esa medida, libre. Con una libertad nunca otorgada; tomada al asalto y asediada siempre por los tribunales. Podían ofendernos, en diversa medida, las dos terceras partes de sus portadas. Pero, los no perfectamente idiotas sabíamos que ésa era su grandeza: la de pocos en la prensa de este medio siglo. Un humor político que no ofende no es humor; apenas si mala política. Después del crimen ejecución fría de ocho redactores, un invitado, un obrero y dos policías la reacción ciudadana fue admirable. Las suscripciones llovieron a la revista: en lo económico, garantizaban su pervivencia. El riesgo no escapaba a nadie: la unanimidad te trueca en respetable; lo que Charlie no podía ser sin dejar de ser Charlie. De haber sucedido eso, el triunfo yihadista hubiera sido paradójico pero aplastante: los salvajes irreductibles quedarían aplastados por su deuda moral, descubrirían el dulce encanto de la tolerancia. Pero Charlie no fue nunca tolerante. Fue libre. Que no es que no sea lo mismo; es que es lo contrario. La libertad nace de la potencia de conocer las cosas. No de la cobardía de negociarlas. No es libre el que tolera a quien dice que dos más dos suman cinco. Es libre el que le llama imbécil. El milagro de Charlie no es que haya pervivido su cabecera. Es que es Charlie, el mismo de siempre. El que muerde la mano de sus amigos, si sus amigos hacen algo indecente. El que mete la pata, pero nunca miente. ¿El precio? Vivir en un búnker: eso es hoy la Redacción de Charlie Hebdo. Y saber que nada te pone a salvo de una bala en la cabeza. Pero una vida por la cual no vale la pena morir, no vale la pena de ser vivida. L EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA MISERICORDIA E INMIGRACIÓN Quienes emigran son musulmanes; y lo hacen a países apóstatas N ponderado y exhaustivo reportaje de Laura L. Caro en ABC nos descubría que la entrada de inmigrantes ilegales en España durante el año recién concluido ha sido la más alta desde 2006. Sospechamos que, tan pronto como decaiga el reality show catalán, aflorarán las tensiones provocadas por esta inmigración ilegal, que por supuesto serán aprovechadas por los pescadores en río revuelto. Son muchos los países europeos en los que el rechazo a la inmigración se ha convertido en la principal baza electoral de facciones de nuevo cuño que, para enardecer a sus simpatizantes, apelan a los valores y principios occidentales (y a veces, en el colmo de la desfachatez, se envuelven en la bandera del cristianismo) Pero lo cierto es que, por lo común, son formaciones apóstatas que, a la vez, se aferran como gorrinas a todas las lacras que han convertido Europa en el parque temático de las aberraciones paganas. Más pronto que tarde, alguien sabrá azuzar el odio al inmigrante también en España, y sacarle tajada política. Enfrentada a estas penosas actitudes, la Iglesia hace llamamientos a la acogida e integración del inmigrante sin demasiado éxito. Y, en honor a la verdad, son llamamientos que no resultan del todo convincentes: pues, en su tratamiento de la inmigración, la Iglesia parece haber renunciado a las obras de misericordia espirituales, para centrarse en las U corporales (las únicas, por cierto, que han sido representadas en el belén de la plaza de San Pedro esta Navidad) Así es como la Europa apóstata quiere a la Iglesia, convertida en un gran capataz solidario que recauda fondos y moviliza medios para vestir al desnudo o dar posada al peregrino, pero que renuncia a corregir al que se equivoca o enseñar al que no sabe; que renuncia, en definitiva, a evangelizar. En contra de lo que pretenden los neocones, el Papa Francisco no ha adoptado un discurso demasiado distinto al de sus predecesores. Pero las circunstancias han variado enormemente: cuando León XIII o Pío XII proclamaban el derecho a emigrar de todos los hombres se dirigían a un mundo en el que sobre todo emigraban los católicos (italianos e irlandeses, polacos y españoles) a países de mayoría protestante. Hoy, por el contrario, quienes emigran son musulmanes; y lo hacen a países apóstatas, convertidos en parques temáticos de las aberraciones paganas. Aquí cabría recordar que el derecho a emigrar que la Iglesia reconoce es subsidiario al derecho a un espacio vital familiar en su lugar de origen que está siendo conculcado por la rapacidad económica y los apetitos belicistas del mundialismo, interesado materialmente en desbaratar las naciones y en asegurarse remesas de mano de obra barata. Y, sobre todo, interesado espiritualmente en triturar el cristianismo mediante una doble ofensiva que ya detectó Chesterton en La taberna errante: la extensión de la apostasía (o, dicho más finamente, del laicismo) y la islamización de Europa. Si la Iglesia no afina su discurso sobre inmigración podría estar beneficiando los intereses de quienes provocan corrientes migratorias a su arbitrio y a la vez haciendo el caldo gordo a quienes desde el paganismo gorrino azuzan el odio al inmigrante. Este peligro quedaría conjurado si la Iglesia volviese a predicar la íntima unión de las obras de misericordia corporales y espirituales, y la prioridad de las segundas respecto a las primeras. Que es lo que nos enseña San Pablo cuando convierte al esclavo Onésimo, salvando su alma, antes de pedirle a Filemón que lo auxilie corporalmente. Pues la separación de las obras de misericordia corporales y espirituales sólo consigue invadir el mundo de virtudes locas, cebo predilecto de todos los pescadores en río revuelto.

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