ABC MADRID 01-01-2018 página 3

ABC LUNES, 1 DE ENERO DE 2018 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA PONCE EN MÉXICO POR GONZALO SANTONJA Qué duda cabe, todos los gestos de solidaridad ennoblecen a sus protagonistas, pero obviamente no es lo mismo el toreo como medio, aunque sea de ayuda, que el toreo como fin, con la ayuda de añadidura. Hace falta estar ciego para no verlo cantó Rafael Alberti. Y además de ciego habría que ejercer de sordo para no escuchar el clamor subterráneo que une a Ponce con los mexicanos. En el toreo gobierna la razón, pero mandan los sentimientos cierro sorteados y en consecuencia enlotados en el orden que el azar dispuso, sin privilegios de ningún tipo, lo cual, digo yo, implica más entrega humana y un compromiso taurino superior al de hacer el paseíllo con cinco, seis o hasta siete en un festival benéfico en el que no hay asomo de competencia y al que cada cual lleva su toro. Qué duda cabe, todos los gestos de solidaridad ennoblecen a sus protagonistas, pero obviamente no es lo mismo el toreo como medio, aunque sea de ayuda, que el toreo como fin, con la ayuda de añadidura. Hace falta estar ciego para no verlo cantó Rafael Alberti. además de ciego habría que ejercer de sordo para no escuchar el clamor subterráneo que une a Ponce con los mexicanos. En el toreo gobierna la razón, pero mandan los sentimientos. Y el sentimiento tiene una lengua que a la razón desborda: su sintaxis es la de los terrenos, las palabras fluyen en la rectitud del toro y sus sílabas brotan desde el manantial de la inspiración, todo ello regido desde la imaginación por un orden artístico que obliga a los hallazgos para burlar airosamente las trampas de la fortuna, confiriendo unidad de empaque a unas NIETO faenas escritas desde atrás hacia delante, cabalmente diseñadas en cuanto el toro asoma por la puerta de chiqueros, con los aficionados ganados por la premonición de que Ponce ya había visto lo que de inmediato íbamos a ver. Ese es el lenguaje del toreo en plenitud, lenguaje de intuiciones que brota de las entrañas cuando el torero no usa los trastos como engaño sino como desengaño, caminando al toro de frente, dándolo a elegir entre la muleta o el cuerpo a partir de la seguridad, extendida a los tendidos, de que ellos ya se habían entendido, comprometidos toro y torero en la causa de la armonía en aras de una belleza a la vez estremecedora y desenfadada, así obrado el misterio de la conciliación entre la esencia de la levedad y el poder de las sombras. Al no desprenderse ninguna sensación de dificultad, hay quienes se equivocan, porque la dificultad máxima está, precisamente, en ese toreo reunido. Spiritus ubi vult spirat el espíritu sopla donde quiere, leemos en el Evangelio de San Juan. Mutatis mutandis, pasando del cielo al paraíso en la tierra, el espíritu de la luz del toreo sopló la otra tarde en México, mecido en la muleta de Enrique Ponce. GONZALO SANTONJA ES ESCRITOR E L relámpago de lo invisible traspasando las puertas del deseo, así definiría yo el milagro del entendimiento que une a Enrique Ponce con México, cifra y resumen de la Realidad entregada al Deseo en alas del entusiasmo, con el relámpago de lo imposible afirmado en la luz de los muletazos o, para expresarlo con palabras de Rafael Alberti, incendiando los abismos donde yacerían los ángeles de las tinieblas. México de apoteosis. Domingo, 3 de diciembre, festividad de san Francisco Javier, del mártir Crispín Hilario, de la abadesa Atalia, del ermitaño Teódulo, del profeta Sofronías y, pasando del Cielo a la Tierra, de los miles de aficionados que nos dimos cita en la Monumental del Paseo de Insurgentes, la inmensa mayoría empeñados en entrar en ella por la Puerta Grande, a la sombra del Encierro magnífico grupo escultórico de Alfredo Just Gimeno, artista valenciano del exilio que alcanzó a subirse al último barco que zarpó desde Francia antes de que los submarinos de Hitler cerraran el océano, y flanqueando el muro que sostiene la placa de la Unión de Bibliófilos Mexicanos que conmemora la histórica tarde del 4 de febrero de 2002, con el maestro de Chivas dictando sendas lecciones ante toros de Teófilo Gómez, corrida que yo tuve la dicha de presenciar al lado de mi querido amigo Arturo Azuela, fatalmente corneado años después por el marrajo del cáncer. Entramos cruzando los dedos, con la esperanza, teñida de seguridad, de que por ella saldría una vez más en volandas Enrique Ponce. Ni modo. Y en esa fe continuamos hasta el final, porque el triunfo se hizo esperar. Anunciado durante la lidia de Un sueño de Barralva, astado estupendo que se malogró en un salto al callejón a resultas del cual quedó largos minutos encajado en el burladero de picadores, y en la de Festivo de Teófilo Gómez, cuando ya se dio fugazmente la conjunción del torero con el toro y la fusión del torero y el toro con los tendidos, el prodigio se obró con el tercero, de regalo: Vivaracho asimismo de Teófilo Gómez, toro que Y aquí hubiera sido protestado en varas, remiso al caballo, pero que luego se creció en la muleta, codicioso y entregado. El programa oficial subrayaba que el romance de Enrique Ponce con esta afición comenzó hace 25 años que él fue el primero en ofrecerse para torear a beneficio por los damnificados por el terremoto brutal de septiembre y que el cariño mutuo ahí sigue cimentado en su capacidad fabulosa para transmitir el toreo. Lo sucedido será irrepetible cantó al día siguiente Miguel Ángel García en Esto periódico popular de amplia difusión, fundado en 1941 y que desde entonces a la fecha ha informado del acontecer mundial del toreo ininterrumpidamente, los 365 días del año cuya redacción acaba de mandar un recado al señor de Galapagar (sic) en contra del secretismo y en defensa de la libertad de informar. Ponce toreó a beneficio de los damnificados, cediendo a esa causa los honorarios de la corrida, una corrida normal. En concreto, la tercera corrida de la temporada Grande en Plaza México, acartelado con dos diestros nacionales de primer nivel: Joselito Adame, que salió a mantener su sitio de triunfador, y El Payo, merecidamente querido, con los seis toros del en-