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ABC MADRID 07-12-2017 página 13
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ABC MADRID 07-12-2017 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 7 DE DICIEMBRE DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN DAÑOS Y PERJUICIOS A ESPAÑA Hay que reformar la Constitución, sí, para restringir el poder del separatismo chantajista I hubiera que cuantificar en una demanda civil los daños y perjuicios ocasionados por el separatismo no solo en Cataluña, sino en el conjunto de España, serían de tal magnitud que resultarían impagables. Ninguna emoción patológica (porque en eso consiste el afán rupturista basado en una concepción supremacista de la propia identidad tribal) ha producido tales desastres en la convivencia democrática. Ningún mensaje político ha causado un nivel de enfrentamiento similar entre españoles. Ningún partido de cuantos integran el arco parlamentario ha sido más desleal al sistema que hace posible su existencia. ¿A cuánto ascendería la cuenta en euros de esa traición sistemática a los principios de libertad, pluralismo, igualdad de oportunidades y voluntad de progreso colectivo sobre los que se asienta un Estado moderno? Imposible calcularlo. El monto económico del último desafío, traducido en el intento de golpe perpetrado por Puigdemont, Junqueras y demás implicados en la asonada, es más fácil de establecer: cerca de tres mil empresas perdidas, incontables puestos de trabajo, una caída sustancial del sector turístico, crucial en Cataluña (la única comunidad cuya ocupación hotelera ha bajado en este puente de la Inmaculada, cuando en todas las demás subía) pensiones en peligro, inversiones paralizadas, una deuda astronómica que tendrán que pagar los ciudadanos catalanes, salvo S que el Gobierno de turno se preste a condonársela a costa de cargárnosla al resto, en un acto de iniquidad digno de mejor causa... En definitiva, un mazazo mortal al bienestar de una región históricamente situada entre las locomotoras de Europa. Ya no solo no encabeza ese tren, sino que Madrid la ha sustituido como principal creadora de riqueza nacional gracias a una gestión basada en la eficacia, la lógica y la competitividad, enemigas acérrimas del ombliguismo identitario y suicida propio del independentismo. Hagan números, señores electores catalanes, si es que su capacidad de juicio es superior a su sectarismo, y presenten las correspondientes facturas a quienes han protagonizado el derroche. Claro que algunos dispendios son todavía más graves. Por ejemplo, el invertido en envenenar a la sociedad a través de medios de comunicación comprados, hasta partirla en dos mitades irreconciliables. El gastado en adoctrinar a los niños en las escuelas para convertirlos en enemigos de la nación a la que pertenecen, a costa de privarles de una herramienta competitiva esencial como es el dominio de la lengua hablada por seiscientos millones de habitantes del planeta. Tremendo, a ese respecto, el último informe PIRLS, que mide la comprensión lectora de los alumnos de cuarto de primaria en la OCDE y coloca a los vascos y catalanes a la cola de los que menos comprenden, mientras los de Madrid o Asturias alcanzan el mismo nivel que los mejores de Europa. ¿Hay algo más despreciable que ese ejercicio de ingeniería social? ¿Quién les devolverá a esos chiquillos el futuro que les han robado? Suma y sigue. Pretenden algunos ahora reformar la Constitución por ver si así se acomodan a ella quienes llevan décadas trabajando para hacerla saltar por los aires. Quienes juraron acatarla o incluso la votaron, como hicieron los nacionalistas catalanes, pero jamás le han sido leales. Yo creo que es hora de reforzarla en los tres pilares que la sustentan: unidad indisoluble de la Nación, soberanía residenciada en el conjunto del pueblo español e igualdad entre los españoles. Para lo cual podríamos empezar por cambiar la ley electoral con el fin de que todos los votos valiesen lo mismo. Refórmese, sí, pero en la dirección correcta. Para restringir el poder del separatismo chantajista. IGNACIO CAMACHO HORNACINAS Sánchez pidió a Rajoy la reforma constitucional a cambio del 155 y el presidente se la dio como quien da un juguete a un niño STA Constitución cumplirá los cuarenta intacta, y aún puede que sobreviva a algunos de los que quieren cambiarla. De momento ha pasado otra efemérides sin que el asunto de la reforma trascienda el ritual debatillo, circular y cíclico, entre la política, la universidad y el periodismo. Para los columnistas, el 6- D es un jornal ganado de antemano que nos garantiza al menos un artículo; un servidor este año va por el segundo en vista de que el puente está muy aburrido. Por cierto que quizá habría que considerar la inclusión de los puentes como derecho sociolaboral en el futuro marco normativo, dada su creciente importancia estratégica para el sector turístico. Constitucionalizar es hacer normal lo que en la calle es normal, que dijo Suárez allá en el Paleolítico del posfranquismo. Mañana o pasado, la célebre reforma habrá vuelto al cajón de las cuestiones pendientes y sólo el PSOE, o más bien solo Sánchez aquí procede la distinción diacrítica que se ha cargado la RAE insistirá en la matraca federalista sin saber muy bien en qué consiste exactamente el federalismo. El líder socialista le pidió a Rajoy algo a cambio de apoyar el 155 y el presidente le dio la comisión de estudio constitucional para que se entretenga, como quien le da un juguete a un niño. Ahora lo que le va a dar son largas, un mareo parlamentario de perdices con mucho estudio académico y jurídico. De esta legislatura no va a salir un acuerdo relevante en ese sentido, nada que pueda plasmarse en el plano político. El Gobierno no tiene ninguna prisa y se va a hacer el lonchas sin la menor disposición de ánimo para meterse en ese lío. Para revisar la Carta Magna hay que responder a tres preguntas esenciales que nadie se ha hecho: qué problemas se pueden arreglar con el cambio, cuántos se pueden crear en el intento y cuáles quedarán sin solucionar con un texto modificado o nuevo. Sólo a partir de las respuestas a esas cuestiones cabe plantearse la conveniencia o no de abordar el empeño. Y luego hay que pensar en una cuestión nada insignificante, que es la de si todo eso interesará de veras al sujeto de la soberanía, el pueblo. Porque al final del proceso habrá que votar en referendo y la alternativa ya no será, como en el 78, entre Constitución sí o no, que era un dilema serio, sino entre el articulado antiguo o el moderno. Eso es un debate de élites y existe una posibilidad verosímil de que muchos ciudadanos le den la espalda por pereza, desdén o desafecto. Jornadas como la de ayer, con su ceremonia oficial de culto al consenso, dan además para una reflexión sobre la diferencia entre la clase dirigente actual y la constituyente, cuyos supervivientes aparecen expuestos como santos laicos en las hornacinas del Congreso. Sin caer en el tópico viejuno de que todo tiempo pasado fue mejor, existen motivos razonables para contemplar esa comparación con un cierto vértigo. E JM NIETO Fe de ratas

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