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ABC MADRID 19-11-2017 página 44
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  • EdiciónABC, MADRID
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44 INTERNACIONAL PERFIL DOMINGO, 19 DE NOVIEMBRE DE 2017 abc. es internacional ABC Emmanuel Macron Presidente de Francia El arrogante del Elíseo La cúpula militar lo considera autoritario otros ven en él un joven brillante que usa métodos expeditivos... El presidente francés pierde apoyos en su país, pero es adorado fuera de él JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONSAL EN PARÍS A los seis meses de ser elegido presidente de la República, Emmanuel Macron encarna, para bien y para mal, las virtudes y defectos de algunos de los grandes constructores y reformadores de Francia, Luis XIV, Bonaparte, De Gaulle, Valery Giscard d Estaing. Cuando su partido, La República En Marcha (LREM) celebró ayer en Lyon su primer congreso, con una fiebre propia de la transición de la infancia a la pubertad, el primer semestre de su presidencia es estudiado con la veneración debida a los héroes nacionales. Su victoriosa campaña, a paso de carga, al frente de un modesto y entusiasta cuerpo de ejército de ilustres desconocidos, solo es comparable a la primera campaña de Italia del general Bonaparte, que Stendhal celebra en su obertura de La Cartuja de Parma en términos legendarios: El 15 de mayo de 1796, el general Bonaparte hizo su entrada en Milán, al frente de su joven ejército, que atravesaba el puente de Lodi para descubrir al mundo que, después de tantos siglos, César y Alejandro tenían un sucesor Antes siquiera de instalarse en el Elíseo, el presidente electo celebró su triunfo en la entrada del Museo del Louvre, en unos términos líricos que recuerdan a Saint- Simon contando la toma de posesión del jovencísimo Luis XIV en la más emblemática de las antiguas residencias de la monarquía absoluta francesa, Versalles, donde los presidente de la V República tienen residencia de recreo A los dos meses de su instalación en el Elíseo, Macron zanjó su primera crisis con un brío marcial propio del general De Gaulle, fulminando a los generales que contestaban su política en Argelia. Ante las críticas por sus recortes presupuestarios, Macron puso firmes a los mandos milita- res y exigió la dimisión inmediata del Jefe de Estado Mayor de los Ejércitos, y sentenció: El jefe soy yo. Y no necesito consejos. Pueden disponer Calificado de joven autoritario por la jerarquía militar desde entonces, Macron siguió utilizando métodos expeditivos para hacer pasar sus primeras reformas. Allí donde sus antecesores se habían perdido en las pantanosas aguas de los debates parlamentarios, Macron ha recurrido a las ordenanzas una suerte de decretazo que permite a cualquier gobierno francés imponer sus leyes sin apenas debate. El mismo recurso usado por De Gaulle en la posguerra. Macron comenzó sus maniobras internacionales, con un abanico de ambiciosas propuestas europeas, siguiendo el modelo que Voltaire describe en El siglo de Luis XIV proyectos destinados a restaurar el puesto de Francia y su cultura en una Europa paralizada por varias crisis de fondo. Podio Olímpico El estilo Macron recuerda al del general De Gaulle evocado por François Mauriac: El orador sobrevuela el planeta, el pasado, el presente y el futuro. Distribuye críticas y elogios y no disimula la satisfacción que le inspira la Francia que él desea transformar Instalado en tan olímpico podio, Macron también comete faltas de temible altivez cuando habla de vagos para referirse a algunos sindicalistas renuentes, con la misma condescendencia que De Gaulle denunciaba el barullo sindicalista de su época. En el terreno de las formas, Macron sigue las huellas de Giscard, que recurrió al más aristocrático de los grandes fotógrafos del siglo XX, Jacques Henri Lartigue, para su fotografía oficial, una obra maestra. La fotógrafa oficial de Macron es Soazig de la Moissonnière, joven estrella ascendente, cuya obra insiste en el intimismo y una estética del buen gusto alejada de la Francia profunda e invisible de los parisinos palacios de la República. Heredero de tan majestuosa tradición, Macron se ha instalado en un solitario Olimpo. La izquierda y la derecha están en ruinas. La extrema derecha y la extrema izquierda ofrecen una modesta resistencia de griterío populista. Los historiadores suelen recordar que los franceses adoran la coronación de sus héroes nacionales, para terminar condenándolos a la guillotina. Emmanuel Macron todavía tiene cinco largos años para descender del Olimpo de su alicaída estima popular: un 53 por ciento de los franceses tienen mala o muy mala opinión de su joven presidente. UN TRIUNFADOR Joven brillante Nacido en 1977 en Amiens, se graduó en Políticas y se formó como inspector de finanzas en la Escuela Nacional de Admon. Trayectoria profesional Relator de la Commission Attali en 2008 fichó por la Banca Rothschild. De la mano de Hollande En 2012 Hollande le nombró secretario de la presidencia y, en 2014, ministro de Economía. En 2016, deja el Gobierno para formar su propio partido. CHRISTOPHE CASTANER, LÍDER DE LREM Voto unánime para el candidato del presidente al frente del partido J. P. QUIÑONERO PARÍS Los 750 miembros del consejo de La República En Marcha (LREM) reunidos en su primer congreso, desde su fundación, aprobaron ayer por unanimidad, salvo dos abstenciones, el nombramiento de Christophe Castaner como jefe del partido, designado a dedo hace días por Emmanuel Macron, el presidente fundador del partido ultra mayoritario. Ese voto masivo, unánime a la manera de los congresos de los partidos gobernantes en Cuba o Corea del Norte, entierra provisionalmente la primera crisis del partido presidencial, tras la dimisión de un centenar largo de militantes y personalidades, tras denunciar la ausencia de democracia interna Provisionalmente, Castaner seguirá siendo portavoz del Gobierno, ministro de relaciones con la Asamblea Nacional y líder del primer partido de Francia. Se presta a Macron la intención de realizar un pequeño cambio de gobierno, para sustituir al nuevo líder de su propio partido por otro de sus íntimos. El primer congreso de LREM estuvo marcado por la confirmación de una línea política conservadora, con vagos afeites centristas. El gran discurso del congreso lo pronunció Édouard Philippe, primer ministro, en el pasado hombre de confianza de Alain Juppé, figura histórica del conservadurismo clásico. Como gran invitado del congreso participó François Bayrou, ministro de casi todos los gobiernos conservadores.

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