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ABC MADRID 12-11-2017 página 64
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ABC MADRID 12-11-2017 página 64

  • EdiciónABC, MADRID
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64 CULTURA DOMINGO, 12 DE NOVIEMBRE DE 2017 abc. es cultura ABC CRÍMENES EXTRAORDINARIOS Lo extraordinario se sitúa fuera del orden o regla natural o común, según la RAE. Ese es el lugar donde anidan las mentes criminales, fuera I. LA SEÑORITA HILDEGART (Madrid, viernes 9 de junio de 1933) El crimen de la joven de dieciocho años Hildegart Rodríguez conmocionó a una España convulsionada en aquellos días por la inminente dimisión de Manuel Azaña como presidente del Consejo de Ministros y el juicio al general Sanjurjo, sublevado contra la II República. El Partido Federal se encargó del velatorio y corrió con los gastos de su tumba temporal. El juicio contra la madre, Aurora Rodríguez Carballeira, un año después, generó una expectación pocas veces vista antes. Fue condenada por un delito de parricidio a veintiséis años, ocho meses y un día de reclusión mayor. El 2 de febrero de 1944, al no haber nadie que renovara el alquiler de la sepultura, los restos de Hildegart acabaron en el osario común. Triste final para una vida triste Dar la vida para quitarla: Hildegart, la obra imperfecta E l Ferrol, abril 1914. Aurora se levantó del lecho del pecado. Se palpó su sexo con viscosa repugnancia mientras le negaba un beso al sacerdote con el que por tercera vez yacía con el único fin de concebir un hijo. Jamás había tenido relaciones sexuales hasta que conoció a Alberto, cura castrense de origen leridano, aficionado a escribir obras de teatro en las que defendía al proletariado. Eso para ella fue definitivo. Tenía cuarenta y nueve años. Aurora, treinta y cinco. Él era perfecto para sus fines. Con un cura se aseguraba de que no le reclamaría la paternidad, ni se inmiscuiría en la educación de la hija. Porque hembra tenía que ser. La naturaleza contribuyó a su delirante idea de concebir como quien proyecta una compleja obra de ingeniería destinada a una revolución feminista con la que combatir el yugo masculino, y, así, en diciembre, en Madrid, dio a luz a una niña. La llamó Hildegart, que significa Jardín de la Sabiduría. Aurora Rodríguez, en el juicio en que fue condenada a 26 años de reclusión ABC Robar la vida Pero nada más nacer, Aurora le fue robando la vida a su hija. La modelaba a su antojo con el único fin de convertirla en símbolo de la lucha contra el machismo, el fin más loable que salvará a la Humanidad solía comentar a los políticos con los que se codeaba. A ello, a la formación incansable y obsesiva de Hildegart, se entregó en cuerpo y alma. Con sólo tres años, la niña aprendió latín, griego, inglés, francés, alemán... A los cuatro se tituló como mecanógrafa por la prestigiosa Underwood. Afiliada a las Juventudes Socialistas y a la UGT (aunque su madre hubiera preferido la CNT) con catorce años era ya una destacada propagandista política y líder de la Liga de Reforma Sexual. Alumna de Julián Besteiro, terminó la carrera de Derecho recién cumplidos los dieciocho y publicaba en los principales periódicos de izquierdas. Sin apenas darse cuenta había dejado atrás a la niña que nunca fue. Empezó a marcar la senda que sentenciaría el final de su existencia el día en el que ya tuvo ideas propias, así en política como en la vida. Algo imperdonable para la torturada mente de su madre. Delirios y conspiraciones Te estás apartando del camino le dijo Aurora una tarde a su hija dando un sorbo a una taza de café hirviendo, vas a la deriva abandonando el Partido Socialista para acercarte al Partido Federal. ¡Es inaudito! Hildegart replicó con argumentos sólidos, de algo le valía su esmerada educación, era muy buena en dialéctica. Pero entonces su madre, que de manera inexplicable no se quemaba con el café, detuvo la mirada fijamente en el líquido oscuro de la taza y el humo emergente: Aunque te cueste creerlo, existe un complot para separarnos y no voy a permitirlo le dijo a Hildegart sin levantar la vista. ¿Un complot? ¿de quién? pregun- Retrato de Hildegart publicado en páginas gráficas de ABC junto a la noticia sobre el crimen de la joven tó la joven empezando a dudar de la cordura de su madre. Están tramándolo el comunismo y los servicios secretos británicos sentenció rotunda Aurora. Como Hildegart no quiso discutir sobre algo que le parecía demencial, decidió retirarse a su habitación; necesitaba un espacio propio, un universo en el que poder respirar por sí misma, más allá del hálito de su creadora que jamás la dejaba sola ni un minuto. Últimamente, además, su vigilancia se había tornado más agobiante. Debía elegir el momento adecuado para decirle que la relación entre ambas no podía continuar así. No, aquello no podía tolerarse. Hablaría con su madre. El inicio de un desasosegante junio desquició a Aurora. Mientras el país estaba pendiente de lo que hiciera Azaña, las discusiones con su hija últimamente estaban atacando sus nervios. ¿Cómo era posible que no supiera reconocer todo lo que había hecho por ella desde su nacimiento? Hildegart estaba saliéndose del camino. No, no. Eso había que cortarlo antes de que fuera peor. Tanto esfuerzo, tanto esmero, para acabar viendo cómo su hija se apartaba poco a poco del camino libertario, el del anarquismo que guía la libertad del ser humano; y, por si no fuera suficiente con ello, iniciaba un tonteo con un hombre. Aurora no la había engendrado para semejante fracaso. No, no... no. Había que acabar con eso cuanto antes. Una mañana en la que su hija había salido sin su permiso recorrió la casa en penumbra. Sigilosa, a fin de que Julia, la sirvienta, no se percatara de sus movimientos, fue a su dormitorio para abrir con cuidado un cajón de la cómoda de caoba. Removió varias prendas de ropa interior hasta dar con una pistola. La guardaba por si se daba el caso de tener que defenderse, de un hombre, por supuesto. A paso ligero salió de la vivienda y subió un piso más, a la azotea. Miró al horizonte y disparó al aire. El arma funcionaba correctamente. A mediodía, cuando Hildegart llegó a casa, su madre cerró tras ella la puerta con la llave que, acto seguido,

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