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ABC MADRID 25-10-2017 página 15
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ABC MADRID 25-10-2017 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 25 DE OCTUBRE DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 15 VIDAS EJEMPLARES TRIBUNA ABIERTA POSVERDAD, MARCA BLANCA DE LA MENTIRA POR DAVID PÉREZ Todo da igual en este gran juego de apariencias, donde valen más 20.000 tuits que un mero argumento coherente tualización de sus métodos, porque todos los demás elementos que la conforman son tan antiguos como la misma mentira, en todas sus formas y variantes. Digámoslo claramente, la posverdad es la marca blanca de la mentira de toda la vida, que necesita este disfraz semántico. El mundo del pensamiento, la comunicación, la política, debe estar vigilante ante este fenómeno que afecta no sólo a la democracia y sus reglas sino también al conocimiento, garante del avance de la Humanidad sobre la base de la verdad. Porque lo cierto es que la posverdad nos remite una y otra vez, en su plasmación práctica, a la pura y dura falsedad, a la manipulación en la política, a la falacia en el razonamiento, a la insidia en el periodismo, a la injusticia en la sociedad. Y así podemos afirmar con Jean- Francois Revel que la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira Combatir y desenmascarar los mecanismos de la posverdad es un desafío que debería implicar a todas las esferas de la sociedad, socavada por el relativismo. La posverdad, por tanto, no es una modalidad alternativa de la verdad, es la negación misma de la verdad en versión posmoderna, es la mentira remasterizada y aumentada. Y claro, si no hay LUIS VENTOSO NO LES GUSTA OT El podemismo ve el programa rancio, lo moderno es el comunismo L A popularización del término posverdad especialmente a partir de 2016, constituye algo más que un fenómeno nominal, significa el surgimiento y consolidación de una mentira de nueva generación, renovada, reforzada, aumentada y muy nociva en términos democráticos. La pasmosa capacidad de la mentira para reinventarse explica su vigencia y penetración en nuestra sociedad, indefensa y acrítica ante la imposición irracional y avasalladora de sus dictados y el manejo de unos códigos y métodos particularmente eficaces. La posverdad recurre a mensajes, esquemas, argumentos o relatos aparentemente verdaderos sin serlo, y generalmente imbuidos de una carga emocional que suple cualquier necesidad y posibilidad de verificación y cualquier asomo de autenticidad. La posverdad es también una mentira renovada gracias a una neolengua políticamente correcta, profundamente falaz y de una gran simpleza y eficacia. La primacía de un sucedáneo adulterado de la realidad sobre la propia verdad implica que ya no importa que un mensaje o un relato sea auténtico, con tal de que aparente serlo, o que sea verificable con tal de que logre movilizar emocionalmente a un número suficiente de activistas a través de las redes sociales. Un líder populista entregado a demoler el sistema democrático puede invocar esa misma democracia sin inmutarse y sus seguidores lo propagarán sin pudor ni cuestionamiento alguno. La maquinaria dirigista educativa y cultural es capaz de alumbrar hasta Reinos imaginarios. Todo da igual en este gran juego de apariencias, donde valen más 20.000 tuits que un mero argumento coherente. Si había dos realidades llamadas a conocerse y aliarse incondicionalmente son la posverdad y el populismo. El caso español es muy representativo: cualquier bulo, cualquier infamia, cualquier calumnia, cualquier descontextualización alcanza automáticamente la categoría de verdad por la vía de la repetición por parte de centenares de miles de activistas y sus múltiples máscaras, los llamados trolls y la amplificación calculada de determinados influencers al servicio de la estrategia de manipulación y linchamiento, que luego se proyecta y se repite en bucle, señalando a una persona o a un partido hasta demolerla sin piedad. Por tanto, la naturaleza irracional de la posverdad requiere una población profundamente acrítica, y un grupo fanático intensamente movilizado. La posverdad opera a nivel sentimental y apela muchas veces al odio como gran motor de movilización, de ahí su peligro. Pero, ¿es la posverdad algo nuevo? Como mentira enmascarada que es, lo novedoso de la posverdad es el propio término y la ac- A ABC verdad, tampoco puede haber objetividad, y eso abre la puerta a la validación mediática de toda mentira que venga debidamente acreditada por un buen número de tuits (aunque sean de trolls) o por la influencia del lobby de turno. La posverdad amenaza nuestra libertad porque si la verdad puede ser fabricada a la carta, la verdad oficial caerá contra todo disidente para arrebatarle su fama, su libertad o hasta su vida. Y siguiendo con Revel, la democracia no puede vivir sin una cierta dosis de verdad La posverdad desarma al ciudadano de su principal escudo frente al totalitarismo, el pensamiento crítico frente a ese tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón en palabras de Ortega y Gasset. La frase bíblica La verdad os hará libres cobra pleno significado y podríamos contraponerla a la posverdad os hará esclavos DAVID PÉREZ ES PERIODISTA Irene Montero, de 29 años, portavoz de Podemos en el Congreso, no le gusta Operación Triunfo Esta semana acudió a hacer un bolo a TVE y al salir se lanzó a despotricar en un corrillo contra el programa musical, que tachó de antiguo Lo ve rancio, porque Irene es mucho más moderna que OT Ella está en lo último: el comunismo. Se afilió a las Juventudes Comunistas con solo 16 años y lo tiene a gala. Supone todo un mojón en su biografía, donde no consta ni un palo al agua en una empresa privada (a los 28 ya era diputada y antes anduvo de grados y posgrados, mejorando su formación como psicóloga) Qué gozada enarbolar la honorable antorcha que antes portaron Stalin, Mao, Pol Pot, la saga de los Kim... Genocidas seriales. El comunismo es esa romántica idea que siempre acaba en escabechina de los supuestos rescatados. Nunca ha salido bien y su epílogo inevitable se apellida crímenes contra la humanidad Pero quién sabe... tal vez Irene y Pablo logren instaurar el Paraíso del Proletariado, un totalitarismo cargante, mutilador de las libertades ajenas, cursi, teletubbie y analfabeto numérico. A Irene Montero le desagrada Operación Triunfo Le gusta más arengar al respetable a voz en cuello. En una ocasión, una de sus regañinas chabacanas en un telediario logró romperme una microsiesta sabatina y resacosa. Irene, como todo el podemismo, vive en el cabreo perenne. Su hobby es abroncar a la gente normal, masas de borregos políticamente incorrectos, que curran en empresas privadas, que aspiran a ir a más y se esfuerzan para ello, que sacan adelante a sus familias y pelean para dar la mejor educación posible a sus hijos. Alienígenas que ignoran que lo fetén es pasar de la uni al escaño, o apalancarse en buena asesoría del partido. Chupar de la piragua desde los veinte e instalarse después en la perpetua adolescencia, como Querido Turrión, nuestro camarada en jefe, novio a ratos. Irene es madrileña, pero no le mola España. Se conoce que le pasa como con OT querer a tu país no es moderno. Lo cool es hacerle el caldo gordo al separatismo catalán, el más retrógrado de los movimientos políticos, pues su móvil básico es que los seres humanos no somos iguales. Es imposible que a Irene Montero le guste OT porque representa justamente todo lo que le da asco: gente que libremente decide esforzarse y competir por ir a más en la vida, chicos que pelean por ser los mejores en lo suyo y llegar al estrellato. Operación Triunfo es una metáfora tombolera, pero válida, de las grandezas del liberalismo. El Busta era albañil. Bisbal, carne de verbena. Rosa, una chica acomplejada, que aliviaba sus nervios zampando como Pantagruel. Hoy son figuras. A puro callo. Eso a Irene no le va. Prefiere imponernos a gritos un mundo donde la norma sea la mediocridad subvencionada. La anestesia de toda ambición y el culto al sátrapa de turno. No he seguido mucho OT Pero por cortesía de Irene han ganado un fan.

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