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ABC MADRID 15-10-2017 página 14
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ABC MADRID 15-10-2017 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN MONTECASSINO PUEBLA DOMINGO, 15 DE OCTUBRE DE 2017 abc. es opinion ABC HERMANN LA CATARSIS Urge enmendar el terrible error de Rajoy de no intervenir la autonomía M ANUEL Delgado Ruiz, doctor antropólogo y profesor del Instituto Catalán de Antropología, está preocupado como separatista que es ante la posibilidad de que finalmente el gobierno español, que durante años ha mirado hacia otro lado mientras la Generalidat preparaba hasta en sus detalles el golpe de Estado, tome alguna decisión para poner fin a la mayor agresión que sufre España desde la guerra. Ha dicho este Manuel Delgado Ruiz, que no es un sucio niñato de las CUP sino un miserable de edad avanzada, que la única opción que tiene el estado español es gasear a la mitad de los catalanes Sí, tienen razón quienes piensan que un disparate así no debiera utilizarse siquiera como pretexto para una columna. Y sin embargo, permítanme que utilice a este tiparraco para argumentar por qué el grado de victimismo a que ha llevado el paranoico relato nacionalista hace inevitable y urgente que se asuman los sacrificios inevitables para acabar con la pesadilla separatista. Hay que rescatar a los catalanes sanos que son la mayoría y poner bajo custodia a los que como Manuel Delgado Ruiz son un peligro inmediato para los demás y para sí mismos. El gobierno debió acabar con esta deriva hace mucho. Antes de que Manuel Delgado Ruiz, un satisfecho miembro de una de las comunidades humanas más privilegiadas del mundo, sí, del mundo, que es Cataluña, creyera estar prisionero en un transporte hacia un campo de concentración para ser llevado a una cámara de gas. No hablemos de la inmensa ofensa para las víctimas del Holocausto. Ni del grado de necedad y vileza que revela la frase. Tampoco se asuma que todos los enfermos de ese victimismo hayan llegado a la cota de depravación moral de Manuel Delgado Ruiz. Y quede claro que el gobierno español tiene culpa de que este hombre y otros hayan caído tan bajo. Dicho eso, ahora urge la enmienda. La catarsis que será dolorosa. España está ante su prueba más dura desde su Guerra Civil. Pero menos que si se posterga una vez más por falta de coraje u otros cálculos interesados que puedan estar haciendo quienes en ese gobierno con tan poco éxito se han dedicado hasta ahora a solucionar la cuestión catalana. Cierto que deberían haber dimitido por su espantoso fracaso, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría la primera. Pero a estas alturas no se espera de este gobierno ejemplaridad de ningún tipo. Sino esa corrección de sus errores que tanto daño han hecho al no intervenir antes la autonomía catalana. Que cumpla de una vez por todas con su obligación de defender la unidad de España y proteger a la mayoría de los catalanes del peligro de gentes como Manuel Delgado Ruiz, Anna Gabriel, Oriol Junqueras y Carlos Puigdemont. Estos enemigos de España están enajenados. El Estado ha de imponer el orden antes de que ellos nos impongan su pesadilla y el caos. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI INTÉRPRETES Lo importante no es cuántos van, sino quién traduce O voy a manifestaciones, no me gustan. Cuanto más masivas son, menos me convencen. El número por sí solo no indica nada más que la cantidad; nada dice de la calidad de la causa. Éstas, las causas, pueden ser distintas y hasta opuestas. Por ejemplo, las de las manifestaciones en Barcelona del 11 de septiembre y del 8 de octubre no podían ser más distintas ni más opuestas. En ambas, sin embargo, los organizadores sostuvieron que el pueblo, el verdadero pueblo catalán, había hablado con claridad. Pero no. En las manifestaciones no habla pueblo alguno. Hablan sólo los organizadores o aquellos que los organizadores dejan que hablen. Este modelo de expresión política, el de una masa fusional y semoviente, unánime y anónima, detrás de una cabecera que le pone unos cuantos rostros es el que según Hannah Arendt ha caracterizado las revoluciones europeas modernas. Muchedumbres descontentas e indiferenciadas con una dirección de revolucionarios profesionales que buscan imponer políticas totalitarias. No quiero decir que toda manifestación persiga fines totalitarios, pero el modelo de las manifestaciones políticas es el mismo que el de los movimientos revolucionarios, en los que unos dirigentes dotados de voz interpretan o pretenden interpretar lo que las masas mudas (o afónicas de tanto gritar) desean realmente. Los intérpretes no necesitan estar presentes en la propia manifestación. Basta que posean los me- N dios suficientes para imponer su interpretación. El asunto no es siquiera de interpretación, sino de poder. El presunto intérprete impone como sentido de la muda o fragorosa demanda de la masa lo que ya tiene decidido imponer de antemano. En eso consiste la democracia social, que privilegia la bronca callejera, y cuya expresión extrema es el totalitarismo de derecha o de izquierda. Tan demócratas sociales eran los bolcheviques como los fascistas. Pues bien, en el fondo de toda manifestación moderna, de toda movilización de masas, está siempre la democracia social, es decir, el deseo de imponer una opción política o de acallar la contraria por la pura fuerza del número. Como el número no habla, lo hacen en su nombre unos pocos, los intérpretes autorizados del sentir de la mayoría Es decir, los que detentan el poder y la voz. Vox populi vox Dei, rezaba el adagio, pero como ni el pueblo ni Dios se dejan ver ni oír hablan sus representantes o los que son tenidos por tales. En el verano de 1997 tuvieron lugar enormes movilizaciones de masas, primero en el país vasco y después en toda España, como respuesta al secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del PP en Ermua, por los pistoleros de ETA. Los que se manifestaron esos días compartían un sentimiento de repulsa hacia los asesinos y sus cómplices. Muchos de los manifestantes (yo mismo entre ellos) exigíamos el aislamiento político de HB y su expulsión de las instituciones. Dos semanas después el PNV, alegando que la exigencia mayoritaria de las manifestaciones había sido la paz, volvía a acercarse a la izquierda abertzale, ante la inhibición socialista. El año siguiente, firmaría un pacto secreto con ETA. Así suele terminar estas historias, y por eso no voy a manifestaciones. Nunca he tenido la menor esperanza de que el golpismo secesionista catalán del Govern fuera yugulado por el Gobierno. No por éste, desde luego, y probablemente por ningún otro. Tendremos procés para rato. O sea, para lo poco que duremos. La nación española, que empezaba a salir del coma tras el valiente discurso del Rey, volverá a sumirse en el sopor preagónico, y de nada servirá recordar que esto fue España, don Sopas Traidor.

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