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ABC MADRID 08-10-2017 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 8 DE OCTUBRE DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS ANDALUCÍA PIERDE UNA PROVINCIA No sé España, pero Andalucía va a perder mucho con Cataluña E RA médico. Nació en un pueblo de Sevilla, en Carrión de los Céspedes. Se llamaba José María Osuna. En sus tiempos de estudiante en la Facultad de Medicina fue uno de los fundadores del Partido Comunista de España. Amenazado de muerte por los anarquistas, recién titulado tuvo que abandonar Sevilla y dejar el Partido. Marchó a Cazalla de la Sierra, donde pronto se hizo querer de todos como médico pediatra. Allí le sorprendió el 18 de julio. Sufrió en el miedo de sus propias carnes las dos Españas, condenado y perseguido por ambos bandos, señal inequívoca que estaba del lado de la Libertad, a la que nunca renunció y siempre ejerció pese a los inconvenientes de su agitado tiempo. Osuna era lo que entonces se decía un médico humanista Un médico escritor. Cuando nadie hablaba de Andalucía y mucho menos comía y vivía de ella, en 1952 publicó un ensayo reivindicando el orgullo de la tierra, sus raíces históricas, su grandeza. Se titulaba Andalucía en el fiel Luego vinieron libros de poemas, como Oraciones al Dios difícil pero siempre estuvo Andalucía en el horizonte de sus inquietudes literarias. Fue, por ejemplo, el primero que se atrevió a hablar de Blas Infante, en un artículo que publicó en ABC de Sevilla cuando nadie sabía quién era el asesinado notario de Coria, ni los colores de la bandera que enarboló para defender su tierra, ni que Andalucía había tenido un proyecto de Estatuto de Autonomía en las vísperas mismas de la guerra civil. Ya digo: cuando nadie vivía de Andalucía, José María Osuna la defendía con todo ardor. Y la hallaba allá donde se encontrare. Tenía un hijo médico como él, que ejercía en un pueblo del cinturón industrial de Barcelona, y al que fue a suplir en unas vacaciones. Conoció entonces de cerca a la emigración andaluza en Santa Coloma de Gramanet, en Hospitalet de Llobregat. A los emigrantes andaluces que habían aportado la fuerza de su trabajo y el dolor del desarraigo de su tierra para levantar Cataluña. Que de oprimida por la dictadura, nada. ¿Dónde estableció Franco la fabrica de la Seat? En Cataluña. ¿Qué textiles fueron protegidos frente a los ingleses con un férreo sistema de aranceles? Los catalanes. De aquella estancia de Osuna como médico suplente en la próspera y libre Cataluña le surgió al irrenunciable escritor que llevaba dentro un libro sobre la emigración andaluza cuyo título hizo casi tanta fortuna como su coetáneo Los otros catalanes de Francisco Candel. Ese libro de 1973 sobre nuestra emigración, sobre la que levantó a aquella tierra, llevaba por título toda una verdad y la proclamación de un sentimiento: La novena provincia andaluza En efecto, Osuna había descubierto entre Santa Coloma y Hospitalet que del mismo modo que, con la emigración, Buenos Aires era la más poblada capital gallega, aparte de las ocho provincias situadas al sur de Despeñaperros tenía Andalucía otra, una novena, al norte del Ebro: Cataluña. Eran, ciertamente, aquellos años en que Barcelona no era el cervantino archivo de cortesías sino el europeo espejo de libertades que todos buscábamos: sede de las editoriales más punteras, de Seix Barral a Destino; tierra de acogida de los mejores autores del boom de la narrativa hispanoamericana: un trozo de Europa, donde muchos andaluces habían encontrado trabajo y echado sus raíces familiares. Pienso ahora en José María Osuna, lo que sentiría al ver en las actuales circunstancias a su querida tierra catalana, que él tomaba como ejemplo de las libertades que desde sus tiempos de la fundación del PCE siempre quiso para Andalucía. Yo no sé España, pero Andalucía va a perder mucho con Cataluña. Nada menos que toda una provincia. Su novena provincia. La de aquellos emigrantes cuyos hijos, en el fervor del neoconverso, se han olvidado quiénes y qué son, de dónde vienen, cuáles eran la cultura, la lengua y los sentimientos de su casa, donde quizá fuera a curarlos de niños con la tos ferina aquel humanista médico que descubrió La novena provincia andaluza IGNACIO CAMACHO LOS RESCATADORES Rajoy siempre se las apaña para que alguien Draghi, el Rey ocupe el espacio de decisión que deja adrede abandonado UANDO un político logra llegar al máximo escalón del poder es muy difícil cuestionarle el estilo. Eso sucede con Rajoy, que ha ganado casi todas sus batallas a base de aguante pasivo, esa desesperante resistencia sedentaria que constituye la esencia del marianismo. Ante cualquier problema, el presidente espera y espera mientras todo da vueltas a su alrededor hasta que los demás adversarios, socios o hasta compañeros de partido pierden la paciencia y cometen algún error que los descarrila del circuito. Si eso no pasa, acostumbra a intervenir algún aliado o amigo que en última instancia ocupa el espacio vacante de decisión abandonado adrede por el hombre tranquilo. Así ocurrió en la crisis financiera de 2012, cuando Mario Draghi tuvo que sacar la manguera del Banco Central Europeo. La forma de evitar el rescate consistió en no hacer nada hasta que las autoridades comunitarias se movieron para salvar el euro. En la investidura de 2016 se las apañó para que un dividido PSOE lo sacase del atolladero. Y así ha vuelto a ocurrir en el conflicto catalán, donde el Rey ha cubierto el papel de liderazgo institucional que correspondía al Jefe del Gobierno. Es obvio que la intervención del Monarca necesitaba, por imperativo constitucional, que el Gabinete la autorizase con su visto bueno; pero también lo es que Rajoy ha cedido la iniciativa a Felipe VI. Y que tras el fracaso gubernamental del 1- O y la escalada de tensión de los dos días siguientes, ha usado la Corona como parapeto. Consciente del altísimo coste político y social del Artículo 155, el presidente ha dejado que el marco de su aplicación lo construya la Jefatura del Estado. La posterior fuga de empresas en realidad un mero trámite registral previamente consensuado y las manifestaciones en defensa de la unidad nacional han creado en la opinión pública el clima de excepción que el Gobierno necesita para decidirse a aplicarlo. Los rescatadores han hecho su trabajo. Y aun así, a menos que los separatistas consumen el reto de declarar la independencia, Rajoy no dará el paso; quiere que la pelota caiga sola del tejado. El lunes, el marianismo estaba KO, aturdido y desarbolado. Su estrategia fallida contra el referéndum lo dejó al borde del descalabro. La semana acaba, sin embargo, con percepciones distintas porque la energía civil y política de la nación se ha movilizado, con el Rey al frente, para salir del marasmo. De la derrota clara se ha pasado al empate pero la remontada no se ha consumado. Quedan momentos críticos: si los soberanistas se lanzan al vacío de la secesión unilateral, el presidente ya no tendrá coartadas para seguir esperando y se verá ante la necesidad de activar una musculatura que nunca ha ejercitado. Claro que también puede volver a ganar a su manera, por puro cansancio; sería la primera vez que una revolución se frena por aburrimiento de los revolucionarios. C JM NIETO Fe de ratas

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