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ABC MADRID 17-09-2017 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 ENFOQUE DOMINGO, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2017 abc. es ABC semana La foto de la EFE Las consecuencias de Irma Maltrechos, pero queridos LUIS DEL VAL Los libros soportan con resignada paciencia y larga fortaleza el polvo del olvido. Pueden estar años, decenios, reposando en las estanterías, y un leve soplo y una mirada interesada sobre sus páginas les vuelve a la vida, es decir, dan vida a la vida que los lee. Sin embargo, hay dos elementos terribles que destruyen los libros y que, curiosamente, son antitéticos: el fuego y el agua. El fuego, porque, como nos recordó Ray Bradbury en su famosa novela, cuando se alcanzan los 451 grados Fahrenheit más de 200 grados en la escala Celsius, creo recordar el papel arde y se convierte en ceniza. Y el agua, porque al llegar al ciento por ciento de humedad, esas leves láminas tienden a convertirse en la fina pasta que fueron, y se diluyen las letras, y el amasijo que queda sólo es útil para alimentar la basura. El huracán ha causado muchos destrozos, más importantes desde un punto de vista objetivo, pero hay otros daños colaterales, de menor importancia, sí, pero que también cuentan para la sensibilidad de su propietario. Y me produce ternura ver estos libros secándose al sol de La Habana, intentado competir con las banderas y gallardetes que forma la ropa después de la colada, pero a ras de suelo. Si el lenguaje cambió la evolución del hombre, los libros le aportaron los cimientos de la civilización. Y es verdad que la aparición de internet es una tecnología tan importante o más a la que en su tiempo fue la imprenta, pero aunque en la nube se encuentren y se puedan hallar todas las bibliotecas de Alejandría que fueron, hay en estos libros tendidos al sol algo más que una reminiscencia, algo más que una anécdota: es el homenaje a esos libros que nos enseñaron, nos divirtieron, nos ayudaron a vivir o, al menos, a comprender algo de la vida. Sobre todo, cuando la imprenta digital no acaba de extenderse, y la edición tradicional se encamina moribunda hacia un cambio que todavía no ha llegado. Para muchas personas los libros no son, ni mucho menos, lo más importante de sus bienes. Y no digamos para los ladrones domiciliarios, que jamás se llevarán un libro de las casas que asaltan. Por eso mismo hay en estos libros tendidos al sol el evidente afecto de su damnificado propietario, que quiere recuperar el diálogo con sus libros, que no quiere desecharlos con esa facilidad con la que usamos y tiramos, no en Cuba y que ha recogido lo que ha quedado de su maltrecha biblioteca para intentar rescatar esa parte del pasado que vivió con estos libros, tendidos al sol, casi como despojos, pero queridos, porque son sus libros. El secadero del saber Libros al sol en La Habana (Cuba) tras el paso del huracán Irma

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