ABC MADRID 11-09-2017 página 12
- EdiciónABC, MADRID
- Página12
- Fecha de publicación11/09/2017
- ID0006704994
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2017 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC PACTO DE ESTADO Las palabras no parecen servir ya más que para vehicular odio y exabrupto U NO imagina fácilmente a Heinrich Himmler tratando de sinvergüenza a Otto Wels en la sesión parlamentaria de marzo de 1933, que abrió las puertas del poder absoluto a Adolf Hitler. Es más peregrino fantasear que el dirigente de las SS hubiera tenido la ocurrencia de tratar al socialdemócrata de fascista Hubiera sido un hilarante mundo al revés. Otto Wels fue depurado y murió en el exilio. A Himmler, sólo el suicidio lo salvó de la pena de muerte por sus crímenes contra la humanidad. Por aquel tiempo, las palabras significaban algo. Todavía. Ana Gabriel llamó en su día sinvergüenza y alguna cosa peor sonante al diputado Coscubiela. Va en su estilo. Pero que una nacional (ista) -socialista interpele como facha a un político forjado en el socialdemócrata PSUC de los años setenta, tiene valor de síntoma. Síntoma de esa corrupción mayor de la España actual que es la corrupción del lenguaje. Las palabras han dejado de significar nada regulable. Y no parecen servir ya más que para vehicular odio y exabrupto. En política, sobre todo; pero no sólo en ella. Más que palabras, rebuznos. Rechacemos ese bestial fascismo cotidiano. Y meditemos lo que decimos. El triunfo de un golpe de Estado se está jugando. Su primera fase, la jurídico- institucional, se completó en la doble votación que ha postulado para Cataluña una constitución alternativa. La segunda fase, la abre la agitación de hoy en las calles de Barcelona. Conviene definir a sus actores. Para lo cual, poco aportan las grandes metáforas de izquierda y derecha que siguen dividiendo a quienes, en España, están estamos moralmente obligados a resistir. El golpe se sustenta sobre dos soportes: PdeCat y CUP. La vieja Convergencia habla la lengua de un rancio reaccionarismo basado en corrupción y robo. CUP es la versión paradójica hoy del discurso totalitario puro y duro: amalgama tesis patrióticas, transparentemente hitlerianas, con flamígeros discursos insurreccionales a mitad de camino entre José Stalin y Cristina Kirchner. Pero ninguna incompatibilidad separa a Puigdemont y Ana Gabriel. Porque ningún factor de racionalidad guía sus actos. No hay razón que pueda cantar las excelencias de la ruina colectiva. Entre los hijos de Pujol y las criaturas de Gabriel, el lazo es más primario: el que ellos sueñan ser el de sangre, destino y tierra; y que es sólo el de las emociones, cuyo nombre en política es delirio. Quienes quieran hacer frente a esa alucinación a dúo, deben operar a la inversa. Ni una pasión, ni un afecto. Sólo racionalidad política. Frente a una sedición como la que ya ha comenzado, ni PSOE, ni C s, ni PP, pueden hacer esgrima de salón ni finta retórica. Izquierda y derecha no significan ya nada, cuando lo que está en juego es la destrucción de la nación, la voladura de ese sujeto constituyente en función del cual derecha e izquierda existen. Sólo un gran pacto de Estado puede salvar a España. Para quienes lo impidan, la historia reservará páginas crueles. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA PERDER CATALUÑA Mientras siga rigiendo la ley fundada en la voluntad, la independencia de Cataluña será inevitable OS lo advirtió Cicerón hace dos mil años, en su tratado De legibus: Si por los sufragios u ordenanzas de la multitud fueran constituidos los derechos, habría un derecho al latrocinio o un derecho al adulterio. Pues, si tan grande potestad tiene la voluntad o la opinión de los necios, como para que por sus sufragios sea subvertida la naturaleza de las cosas, ¿por qué no habrían de decidir que lo malo y pernicioso es bueno y saludable? Sólo por la naturaleza de las cosas podemos distinguir la ley buena de la mala. Y pensar que todo se funda en la voluntad o la opinión y no en la naturaleza es propio de un demente Dos mil años después, la ley demente que se funda en la voluntad o la opinión ha sustituido por completo la ley fundada en la naturaleza de las cosas. De este modo, no sólo existe un derecho al latrocinio o un derecho al adulterio, sino en general un derecho a decidir aunque lo que se decida sea malo y pernicioso. Esta hegemonía de la ley fundada en la opinión y no en la naturaleza de las cosas (voluntarismo puro y duro) ampara los derechos más desligados de la naturaleza, como el derecho a cambiar de sexo. Por eso resulta grotesco que, en una época en que no hay formación política que no defienda con entusiasmo el derecho a decidir cambiarse de sexo se pretenda en cambio negar el derecho a decidir cambiarse de nacionalidad. Y resulta todavía más grotesco N que haya gente tan ingenua como para creer que quienes defienden el derecho a cambiar de sexo vayan a ser los paladines de la unidad de España. El cambio de sexo y la independencia de Cataluña son expresiones de un mismo concepto voluntarista de derecho, según el cual la opinión puede subvertir la naturaleza de las cosas; con la única diferencia de que, mientras quien se cambia de sexo niega una realidad biológica, los independentistas catalanes sólo niegan una realidad histórica en la que, sin embargo, no faltan lazos biológicos. Mientras siga rigiendo la ley fundada en la voluntad, la independencia de Cataluña será inevitable. Y pretender alzar contra ella otros obstáculos voluntaristas (como que la soberanía nacional es indivisible, por ejemplo) acabará siendo insostenible (como lo sería que se alzaran obstáculos para que quien desea cambiarse de sexo necesitara el consentimiento de su familia) Sólo cuando la ley vuelva a fundarse en la naturaleza de las cosas Cataluña volverá a ser parte gustosa y no forzada de España. Entonces ya no habrá una democracia adanista que endiose a la generación presente (esa reducida y arrogante oligarquía que, por casualidad, pisa hoy la tierra en palabras de Chesterton) haciéndola creer que su opinión puede desbaratar el esfuerzo de cien generaciones precedentes. Entonces habrá lo que Chesterton llamaba una democracia de los muertos en la que todos los españoles llegarán fácilmente a la conclusión de que la generación presente no tiene derecho a derribar de una patada lo que las generaciones precedentes erigieron con infinito esfuerzo. Entonces todos los españoles descubrirán en ese esfuerzo conjunto mucho amor, mucho sacrificio, muchas lágrimas vertidas, mucha sangre derramada, mucha esperanza magullada y finalmente victoriosa. Entonces todos los españoles podrán mirar con perspectiva la naturaleza de las cosas y descubrir que sus antepasados labraron juntos tierras, fundieron juntos metales, compartieron juntos dolores y alegrías. Y descubrirán también que todos esos desvelos y anhelos compartidos valen mucho más que el capricho de una generación adanista. Si esto no ocurre, Cataluña se independizará, más pronto que tarde. Y si lo hace más tarde que pronto será a costa de envenenarse de odio.