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ABC MADRID 25-08-2017 página 11
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ABC MADRID 25-08-2017 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 25 DE AGOSTO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 11 UNA RAYA EN EL AGUA VIDAS EJEMPLARES LUIS VENTOSO NO SIGNIFICA NADA No se ve a los docentes muy desvelados por los malos resultados del ranking de Shanghái U NA afición irrefrenable en el mundo de la prensa es el gusto suicida por ponernos verdes. Con alguna excepción deontológicamente bochornosa, más cercana a la ventanilla de un lobby que a un periódico, la calidad media de la prensa española es alta (y si no lo creen ojeen la francesa) Sin embargo nos pasamos la vida denigrando nuestra labor y, como dice un amigo, lo malo de la autocrítica es que los demás se la creen La crisis de los periódicos tiene algo de profecía auto cumplida. Pero esa exigente evaluación del trabajo propio no es exclusiva de los periodistas. Se observa en otros gremios, como la durísima competencia interna en los grandes despachos de abogados o la de los cirujanos de élite; incluso en el marcaje a nuestros políticos, a los que directamente exigimos un imposible: la perfección. Se acaba de conocer el último Ranking de Shanghái, el escalafón mundial de las universidades más prestigiosas. Un año más las nuestras salen trasquiladas: ninguna entre las doscientas de arriba. La mejor, Pompeu Fabra, ocupa el puesto 239, y la primera de Madrid, la Autónoma, es la 303 (esto en una capital donde los chiringuitos universitarios florecen como si fuesen franquicias de manicura) ¿Son normales tales resultados? No parece. Además hablan mal del país, porque nada marca más el futuro de una nación que una educación excelente. Cuando China y Estados Unidos calibran cómo marcha su liza por el cetro mundial no solo recuentan ojivas nucleares. Uno de los datos que chequean es quién forma a más ingenieros. España figura entre los veinte mejores países del mundo en la mayoría de los parámetros. En ciertas actividades moda, ingeniería, trasplantes, turismo, alta cocina directamente accede al podio. Entonces, ¿cómo no tenemos ni una universidad de calidad suficiente como para colarse entre las doscientas primeras? Alguna vez he hablado del problema con profesionales del gremio universitario. Siento decir que siempre me topo con lo mismo: balones fuera eso está mal hecho y no los valora correctamente y preocupación cero por los pésimos resultados no quieren decir nada Un catedrático de gran valía, al que admiro por muchos motivos, me acaba de contar y lo celebro sus éxitos como profesor invitado en lejanas universidades extranjeras. Entonces se me ocurrió la pregunta normal que le haría cualquier currelas: ¿Y no te dicen nada en la universidad donde tienes tu nómina por pirarte por ahí cada dos por tres? Me contempló con una sonrisa cómplice y me dio una explicación de solo dos palabras: Soy catedrático Es decir: manga ancha. ¿Quién mide el rendimiento de los docentes universitarios? ¿Corren el riesgo de perder sus empleos los profesores manifiestamente incompetentes, o aquellos excéntricos hasta lo hilarante? ¿Impera la autocrítica ante los malos resultados de sus centros? ¿Advierten esas universidades a los estudiantes que muchas carreras léase Periodismo son alfombras rojas al paro? ¿Por qué tantos educadores universitarios están más preocupados por inculcar una ideología mayoritariamente un izquierdismo dogmático de máscara santurrona que por formar a alumnos altamente cualificados? ¿Por qué, fieles a nuestra pasión por la igualación a la baja, hemos preferido tener una universidad de tercera en cada capital de provincia en lugar de construir facultades excelentes que puedan formar a españoles que sean autoridades en lo suyo? ¿Por qué algunos catedráticos mediáticos, tan prestos a impartir lecciones a políticos y periodistas, aceptan silentes que las universidades que les pagan sean fábricas de mediocridad? IGNACIO CAMACHO EL HOLANDÉS ERRANTE Con ingenua y chocante lógica luterana, el periódico holandés decidió enviar a un tío que hablase español a España D JM NIETO Fe de ratas ECÍA el llorado Miguel Ángel Bastenier, maestro del periodismo de precisión, que nunca nadie ha convocado una rueda de prensa con la intención de dar una noticia, aunque eventualmente pueda escaparse alguna. Ese tipo de convocatorias, que a menudo ni siquiera admiten preguntas o se limitan a la lectura de un comunicado por plasma, sirven para emitir consignas y declaraciones y utilizar a los medios como herramienta gratuita de propaganda, mientras que las historias periodísticamente más útiles son aquellas que sus protagonistas no desean ver publicadas. En los últimos tiempos, ante la uniformidad ramplona de los dirigentes políticos, las únicas comparecencias públicas con algo de interés ocurren cuando algún periodista se sale del carril ovejuno y plantea, normalmente sin respuesta, cuestiones incómodas, comprometidas o inesperadas. Al reportero holandés Marcel Haenen, políglota en seis idiomas, lo envió su periódico a Barcelona porque sus jefes pensaban, con ingenua lógica luterana, que su conocimiento del castellano lo convertía en la persona adecuada. Vamos a mandar, dijeron, a un tío que hable español a España. El bueno de Marcel se ha hecho famoso por levantarse de una rueda de prensa en la que dos consejeros de la Generalitat y el director de los Mossos d Esquadra no utilizaban otra lengua que la catalana. Estaba aquello lleno de prensa internacional y tanto informadores locales como autoridades preguntaban y respondían en el idioma que menos asistentes dominaban. Haenen es neerlandés pero no marciano; sabiendo que los catalanohablantes se pueden expresar en perfecto castellano, consideró una descortesía y una pérdida de tiempo que no lo hicieran por una mera motivación identitaria. No ha sido el único incidente lingüístico de estos días aciagos; la noche del atentado la CNN interrumpió una conexión con Barcelona, donde hablaban Puigdemont y Colau, porque no disponía de traducción simultánea. En su afán de sacar músculo ante la opinión pública mundial, los soberanistas han olvidado la necesidad de hacerse entender en una lengua franca. El inglés lo manejan con dificultad; el español, la koiné de uso común en el territorio, es para ellos materia nefanda y el latín, además de estar en desuso, sólo lo chamulla Junqueras por mor de su educación vaticana. El mensaje a trasladar era el de Catalonia it not Spain pero resultaba brusco formularlo explícitamente en tan dramáticas circunstancias. De modo que se aferraron al catalán, cuya legítima cooficialidad resalta el hecho diferencial pero ofrece a efectos globales evidentes desventajas prácticas. Claro que a los nacionalistas les da igual porque lo que les importa no es que se entiendan sus explicaciones sino que se perciba su identidad singularizada. Aunque lo que haya concluido la mayoría de los extranjeros, como Haenen, sea que España es una nación decididamente muy rara.

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