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ABC MADRID 18-08-2017 página 11
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ABC MADRID 18-08-2017 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 18 DE AGOSTO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 11 UNA RAYA EN EL AGUA VIDAS EJEMPLARES LUIS VENTOSO UN ABRAZO A CATALUÑA España no iba a ser una isla ante el terrorismo islámico, problema que no existe para podemistas y separatistas L OS atentados islamistas horriblemente truculentos que ideó Bin Laden a finales del siglo XX presenta tres novedades respecto a formas precedentes de terrorismo: a los fanáticos yihadistas que perpetran los ataques no les importa morir; les sirve cualquier objetivo, incluidos niños véase el Mánchester Arena y la sofisticación del arsenal es mínima. Todo puede convertirse en un arma, desde una furgoneta asesina, como ayer en Barcelona, a un avión, como en el 11- S, o un simple cuchillo de monte, como en el Borough Market. España no es una isla. Es uno de los países más prósperos y relevantes de Europa. En su día sufrió el peor atentado perpetrado hasta la fecha por el terrorismo islámico en Europa, el de los trenes de Atocha del 11 de marzo de 2004 (utilizado de manera mezquina por el PSOE para sus intereses electorales y objeto de una imperdonable campaña de manipulación periodística, que jugó con la buena fe de muchos españoles y por la que todavía no se ha pedido perdón) Con tales antecedentes era sabido que volveríamos a padecer un lacerante atentado islamista, que la ruleta letal de Bruselas, París, Berlín, Niza, Londres, Mánchester o Berlín también acabaría apuntando a España. En realidad constituye un enorme mérito de nuestro país haber evitado durante trece años un mazazo así, porque hubo inten- tos continuos, abortados por una policía tan soberbia como insuficientemente aplaudida. La sacudida de dolor nos devuelve al mundo real, lleno de riesgos y también de irrompibles afectos. El latigazo nos sitúa ante algunas evidencias. La primera son los fortísimos lazos que unen a los españoles de todas las latitudes con los catalanes. Pongo un nimio ejemplo personal: conocí la noticia en una tarde de ocio agosteño, feliz, indolente y playera. El teléfono nos alertó mientras conversaba con dos personas viendo el sol peinando el Atlántico. Una pena profunda e instantánea afloró a las caras de todos. La tarde de dicha estival quedó arruinada. Vascos, navarros, gallegos... todos sentimos la matanza de Barcelona como una afrenta a nuestra familia más directa. Habían atacado a nuestra gente, a una de nuestras ciudades señeras. Toda España dará un ejemplo memorable de solidaridad y afecto por sus compatriotas catalanes, un ejercicio de cariño y racionalidad que va a chocar poderosamente con la pestilente prédica del radicalismo separatista y xenófobo. El atentado de Barcelona muestra también como la manipulación televisivo- política está confundiendo las prioridades del país. Asuntos de primer orden, como la amenaza terrorista, la calidad de la educación o el debate cabal sobre si podemos o no mantener los servicios y pensiones que disfrutamos, se soslayan para espolear alborotos por menudencias, como volver a Franco, prohibir los toros, llamar esquiroles a los guardias civiles que han evitado que miles de viajeros sean rehenes de una huelga abusiva... ¿Han escuchado alguna vez a eminencias como Iglesias, Puigdemont, Junqueras, Alberto Garzón o Colau proponiendo algo para combatir la crudelísima obviedad del terrorismo islámico, o simplemente debatiendo a fondo la amenaza? Claro que no. Lo sustancial se orilla para practicar una política cosmética y tardo adolescente, gestual, pancartera e histérica. Pero nuestros enemigos están ahí fuera, a veces viviendo entre nosotros, son fieros y muerden con odio ciego. Se puede rascar la bandurria okupa, aventar pachuli y repartir flores. O se puede trabajar para defender las vidas de los españoles frente a un terrorismo de ribetes nihilistas. Qué tarde tan amarga y angustiosa, con Barcelona clavada en nuestro corazón. IGNACIO CAMACHO EXAMEN DE ESTADO Estamos a prueba. Como sociedad civil, como Estado solidario, como nación política y moralmente desarrollada E JM NIETO Fe de ratas RA utópico pensar que íbamos a librarnos de lo que no se han librado Alemania, Inglaterra, Bélgica o Francia. De hecho ya estábamos teniendo suerte, aunque la suerte, en materia de seguridad, haya que trabajarla. Las fuerzas policiales españolas la han trabajado a fondo y con eficacia pero el riesgo cero no existe y menos ante un terrorismo que ataca al azar y usando coches como arma. Nadie está a salvo en esta maldita guerra declarada contra la sociedad abierta, libre y democrática. Negar la existencia del mal, la evidencia de su siniestra encarnación en nuestras propias vidas, podrá conformarnos pero no lo evita ni lo espanta. Estamos a prueba. Como sociedad civil, como pueblo solidario, como Estado y como nación políticamente desarrollada. Esta es la clase de hechos que definen un carácter colectivo, su entereza ante una agresión tan cruel como arbitraria. Es la hora de la grandeza de miras, de los liderazgos solventes, de la nobleza de espíritu, de las luces largas. En los próximos días vamos a ver y oír en acción a muchos cretinos de toda laya; éste es un país que fabrica sectarios y estúpidos en serie y a gran escala. Es muy probable que asistamos a manipulaciones ventajistas, a posverdades virales, a inculpaciones arrojadizas, a explicaciones sesgadas. Ésa es la onda expansiva del terror, la que revienta por dentro la convivencia, la que siembra dudas y discordias, la que utiliza el miedo y la ira como metralla. La última vez que ocurrió algo así se fracturó la médula social y en la radiografía salió una España asustadiza, enconada de odios y recelos, y una clase dirigente oportunista incapaz de situarse a la altura de las circunstancias. De algo debería servir aquella experiencia dramática; en estos momentos no cabe resignarse a aceptar que acaso no hayamos aprendido nada. Sean conscientes o no de ello los autores de la matanza, han elegido un punto neurálgico de máxima crispación, un escenario inflamable de delicadeza máxima. No han podido encontrar para su macabro designio un escenario más propicio que esta Barcelona crispada por un conflicto artificial en una atmósfera cargada de suspicacias. Pero también se trata de una oportunidad de reforzar esos hilos invisibles que más allá de desvaríos políticos mantienen cosida la urdimbre sentimental de España. Y en esto se va a retratar todo el mundo, desde los usuarios de las redes sociales hasta una dirigencia pública que está ante la obligación de acreditarse como élite digna de confianza. Cada uno va a dar la medida de su estructura moral, de su responsabilidad institucional y de su conciencia ciudadana. Éste es un momento clave, decisivo, del que puede salir una autoestima colectiva reforzada en el dolor o una herida definitiva, letal, en la cohesión comunitaria. Es tiempo de no equivocarse. De apreciar las virtudes del silencio y el riesgo de las palabras innecesarias.

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