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ABC MADRID 13-08-2017 página 71
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 13 DE AGOSTO DE 2017 abc. es estilo ABCdelVERANO 71 La huella de España en EE. UU. El fin de la presencia de España en los Estados Unidos BORJA CARDELÚS Con este texto Borja Cardelús pone punto final a esta serie, en la que ha relatado el papel que jugó nuestro país en la gestación de Norteamérica FOTOS: ABC tan sus tenebrosas páginas. Suspense, metáforas sobre la muerte y una cierta casquería fina para ambientar el lado más oscuro de la existencia. Eso sí, todo contado en un ambiente profundamente cotidiano y hasta vulgar. Esa es la gracia. Han Kang. Rata, Barcelona, 2017. Traducción de Sunme Yoon. 223 páginas. 19,50 euros El ruido del tiempo Uno debería suponer que el precio de los libros estaría en relación a su calidad, no a su cantidad (de páginas) Pero eso es sólo un suponer. Sin embargo, si se cumpliera tan querido sueño, esta novela, o biografía, o falsa ficción, sobre Shostakovich (San Petersburgo 1906- Moscú 1975) costaría un quintal (o dos) Soberbio retrato del músico y soberbia descripción del terror estalinista. Soberbios los interiores de los personajes, la atmósfera de sospecha, de injurias, de medias palabras, de sombras que acechan en la madrugada, de desaparecidos y perseguidos, de héroes anónimos y de criminales conocidos y, entre medias, las relaciones del arte y el poder. Un matrimonio imposible. Julian Barnes. Anagrama, Barcelona, 2016. Traducción de Jaime Zulaika. 200 páginas. 16,90 euros 6 spaña había ayudado decisivamente a los rebeldes norteamericanos en su emancipación de Inglaterra, y ahora se encontró en La Florida con un nuevo vecino: los flamantes Estados Unidos. No es un vecino cómodo. Lo saben los mexicanos, porque esa vecindad les supuso perder dos millones de kilómetros cuadrados, y pronto verán levantarse un muro separador en la frontera. España sufrió mucho en su frontera floridana, por la incontenible fuerza expansiva de los colonos norteamericanos. La Florida y la Luisiana, de dominio español, estaban condenadas a pasar a sus manos y, aunque España resistió innumerables embates, lo cierto es que el día 10 de julio de 1821 se arriaba la bandera española en La Florida y se izaba la enseña norteamericana. Unos años más tarde, España, ya un Imperio en plena descomposición, perdería todas sus posesiones en el Oeste a raíz de la independencia de México. Bravamente se resistieron los pobladores de Nuevo México, que ni querían ser mexicanos ni norteamericanos, y en esa admirable fidelidad hacia sus orígenes españoles siguen. España salió, pues, de los Estados Unidos, pero con los deberes bien hechos y la cabeza muy alta. Sus exploradores habían reconocido todo el territorio, dejando nombres para la historia, como hemos ido viendo en esta serie: Ponce de León, Cabeza de Vaca, De Soto, Coronado, Menéndez de Avilés, Serra, Oñate... Había organizado la tierra nombrando gobernadores y funcionarios, había traído colonos, establecido ranchos, levantado fuertes y monumentos, y fundado numerosas ciudades: San Agustín, San Antonio, Los Angeles, San Diego, Santa Fe, Alburquerque... Nombres que subsisten y que son todo un homenaje a la presencia española. Y, sobre todo, había dejado una profunda huella cultural. Tuvieron suerte los indios situados al Oeste del Misisipi, como no la tuvieron los que vi- E vían al Este del gran río. Porque aquí llegó una legión de colonos ingleses, que ignoraron por completo a los indios. No se interesaron por su forma de vida, ni por su cultura. Solo les importaron sus tierras, y se hicieron con ellas por todos los procedimientos posibles, nunca pacíficos. Por eso tuvieron fortuna las naciones caídas bajo el dominio de España, que se ocupó de ellos, porque así lo había dispuesto Isabel la Católica, y porque así lo imponían las Leyes de Indias, que ordenaban estrictamente cómo había de tratarse a los indios en el Imperio español: como vasallos libres; conservando sus tierras; elevando su nivel cultural mediante la enseñanza; instruyéndolos en nuevos cultivos, técnicas y herramientas agrícolas; adiestrándolos en la cría y manejo de ganado; capacitándolos en oficios nuevos: carpintería, albañilería, cueros... apartándolos de las idolatrías, no pocas veces sanguinarias, y convirtiéndolos a la fe católica. Con esas miras construyó España para ellos cientos de Centros de Capacitación en Estados Unidos, llamados Misiones. Tras diez años de aprendizaje ya estaban incorporados a la civilización occidental. Eso, y solo eso, les pudo salvar de la extinción cuando aparecieron desde el Este los insaciables colonos acuciosos de tierras. Indios vivos Pareciera lo dicho un cuento de hadas, pero los hechos son implacables: no quedan tribus indias al Este del Misisipi, el área inglesa. Los únicos indios vivos en Estados Unidos son los descendientes de los que vivieron bajo el amparo español, en el Suroeste, y a fe que forman hoy comunidades pujantes, plenamente integradas. Esa es la verdadera herencia de España, unánimemente acu- Deberes bien hechos España salió de los Estados Unidos, pero con los deberes bien hechos y la cabeza muy alta. Sus exploradores habían reconocido todo el territorio, dejando nombres para la historia Nivel cultural A los colonos ingleses, a diferencia de los españoles, no les importó el nivel cultural de los indios: solo se preocuparon por ocupar sus tierras sada por la Leyenda Negra de exterminar a las poblaciones nativas. La realidad del mapa actual de las tribus indias en los Estados Unidos es tozuda: solo quedan indios donde estuvo España, no los hay donde estuvo Inglaterra. Por eso España salió con la cabeza muy alta del territorio. Encontró en Estados Unidos un continente inédito y lo incorporó a la geografía planetaria. Halló unas poblaciones ancladas en la prehistoria y las subió al carro de la historia. Y todo lo hizo no con conquistadores, sino con misioneros. No con la espada, sino con la palabra y la cruz. España colonizó Estados Unidos y logró la supervivencia de las tribus indias, eso es lo más meritorio de su rico legado. Todo esto es lo que simboliza la bandera española que ondea en San Agustín, sobre el Castillo español de san Marcos.

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