Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 10-08-2017 página 11
ABC MADRID 10-08-2017 página 11
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 10-08-2017 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página11
Más información

Descripción

ABC JUEVES, 10 DE AGOSTO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 11 COSAS MÍAS PECADOS CAPITALES MAYTE ALCARAZ EN PLENA FORMA En la España de las paradojas ha tenido que ser el eterno sustituto Feijóo el que apele a la libertad de Rajoy a no irse ÍR a Alberto Núñez- Feijóo defender ayer que Mariano Rajoy tiene todo el derecho a presentarse a las próximas elecciones suena al alegato de un justiciable en defensa de la horca. Si hay una víctima de la plena forma en la que parece haberse instalado el presidente actual, según sus propias palabras, ese es el jefe de la Xunta de Galicia, eterno aspirante a suceder a Rajoy. Pero es de agradecer que alguien trascienda a sus propios intereses para reivindicar una obviedad que en la política actual ha dejado de serlo: el derecho de un partido a decidir quién le representa en las urnas. Y antes que eso, la libertad de una persona, en plenas facultades civiles, a optar a un cargo público, siempre que la formación a la que pertenece esté de acuerdo. A Ciudadanos le sudan las manos cada vez que Rajoy juguetea con la posibilidad de volver a concurrir a un tercer mandato. Indigerible trágala, piensan, tener que votar a favor de su investidura para además arrostrar una nueva legislatura presidida por quien Rivera conceptúa como el mal, muy mal, menor para una España convulsa a la que él aspira legítimamente a gobernar. Si además sigue ganando elecciones, a pesar del desgaste de la gravísima corrupción que creció a su vera, el horizonte para Ciudadanos se torna mucho más negro que si se prendiera la pirotecnia de una sucesión para la que se acumulan aspirantes, unos in- O disimulados y los más, emboscados. Aunque Rivera se jacta de que el PP suscribió un pacto por la regeneración que obliga a limitar los mandatos a ocho años, lo cierto es que olvidó especificar que, en contra de los usos legales, esa nueva regla iba a tener carácter retroactivo. Para empezar, hay que dar carácter legal a ese acuerdo reformando la Ley del Gobierno de febrero de 1997, en la que se regulan las funciones del presidente del Consejo de Ministros. Trámite inexcusable que todavía no se ha efectuado y que, aunque se abordara, en ningún caso supondría una obligación retrospectiva para el actual presidente del Gobierno. Es cierto que ni Adolfo Suárez (5 años) ni Leopoldo Calvo- Sotelo (apenas 2) ni José María Aznar (8) ni José Luis Rodríguez Zapatero (otros 8) se mantuvieron en el poder más de dos legislaturas. Pero siempre atendieron a una de estas dos razones: o su propia voluntad o la de sus partidos. El único que prolongó su magistratura fue Felipe González que, también por decisión personal que entonces era la misma que la del PSOE, permaneció 14 años. No hubo norma que suplantara la decisión legítima de esos presidentes. Y en el derecho comparado, esa práctica enarbolada por Ciudadanos tampoco está extendida en las democracias parlamentarias, donde al presidente lo elige el Legislativo. De hecho, es solo habitual en sistemas presidencialistas como el americano, y no en todos, porque la República francesa tampoco lo ha instaurado. Ni la canciller alemana, que va a estar como mínimo doce años, ni los primeros ministros de Italia o del Reino Unido, cuentan con tiempo tasado para gobernar, prerrogativa que esas democracias depositan en manos de los ciudadanos, libres de elegirlos o mandarlos a casa. Porque aunque le pese a Ciudadanos, esa selección natural que representan las urnas es la única vinculante. El partido Ciudadanos también propone a su candidato y el electorado dispone. Opinar podemos hacerlo todos y hasta algunos concederíamos que al PP le toca ya renovar caras y desatascar sus cañerías tras lustros de corrupción. Pero si Rivera termina decidiendo en casa ajena algún vecino acabará preguntándole qué hace él presidiendo la suya ya va para doce años. EDURNE URIARTE MADAME MACRON Una cosa es que los ciudadanos acepten el protagonismo público de las esposas y otra que les guste ese protagonismo I admirado Emmanuel Macron es un buen ejemplo de que ni la brillantez ni el carisma te aseguran el éxito en política, sobre todo cuando llegas al poder. Después, están las circunstancias y el instinto para captar el momento del humor social, y eso último le ha fallado también en lo del estatus de primera dama para su esposa. Ha estado a punto de batir el récord de impopularidad de un presidente a los tres meses de la elección, 40 de opiniones favorables en la encuesta de Elabe de principios de agosto, sólo un punto por encima del récord negativo ostentado hasta ahora por Chirac en 1995; incluso Hollande le ganó en 2012. Y la propuesta sobre la primera dama no ha hecho más que empeorar su imagen. Y eso que las intenciones del presidente no podían ser mejores cuando propuso regular el papel de la primera dama con un estatuto que no existe hasta ahora. Quería mostrar más transparencia sobre sus actividades y sus gastos y contraste de formas con su predecesor, que pasó de los líos con Valérie Trierweiler a las carreras nocturnas secretas en moto para ver a su pareja no oficial, Julie Gayet. Pero la reacción popular no ha podido ser más negativa. Hay un tipo que ha recogido casi trescientas mil firmas en contra y una encuesta online el martes en Le Figaro mostraba un 70 de posiciones en contra. Y aún eran peores los numerosos comentarios de los internautas. Hemos elegido a Emmanuel Macron y no a su esposa era lo más suave y educado que escribían los internautas de Le Figaro, incluidas muchas mujeres. Lo que me lleva a preguntarme si la opinión pública crítica con la anticuada institución de la primera dama es mucho más amplia de lo que suponía, yo me creía en minoría en mi cuestionamiento de esa figura. Hasta que los franceses le han dado este revolcón mayúsculo a Macron por el mero hecho de querer oficializar algo que ya existe. En una muestra de que la tolerancia hacia la continuación de determinadas costumbres del pasado no implica necesariamente la aprobación de su consagración pública. Una cosa es que los ciudadanos acepten el protagonismo público de las esposas o que consuman la ingente producción periodística sobre su vestuario o los cafés que se toman en las cumbres internacionales mientras sus maridos deciden el destino del planeta y otra que les guste ese protagonismo. Y, aun menos, que deseen fortalecerlo. La propuesta de Macron sobre su esposa no implica un euro más ni un cambio de funciones sino una regulación de lo que ya existe, pero le otorga reconocimiento político e institucional. Y no quieren dárselo ni a Brigitte Macron, seguramente la primera dama más rupturista que ha llegado al Elíseo, sobre todo por su diferencia de edad con el presidente. Tendrá que limitarse a lo que había, a sonreír discretamente detrás de su marido, a lucir las creaciones de los diseñadores franceses y a opinar sobre la decoración del Elíseo. Y a rellenar las páginas frívolas de los medios de comunicación, que para eso están, me temo, las primeras damas. M JM NIETO Fe de ratas

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.