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ABC MADRID 29-06-2017 página 13
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ABC MADRID 29-06-2017 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 29 DE JUNIO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN MONTORO ALGUACILADO En cualquier otro país la exclusiva de ABC habría provocado la dimisión o cese del ministro N INGÚN ministro de la democracia ha gozado como él fustigando al contribuyente con sus amenazas desde el púlpito y sus inspecciones selectivas. Su martillo de herejes fiscales ha golpeado sin piedad a periodistas críticos, artistas icónicos, ídolos del deporte, políticos representativos del PP que dejó de ser y demás chivos expiatorios útiles para sembrar el terror ardiendo públicamente en una hoguera mediática sabiamente alimentada con filtraciones de expedientes supuestamente secretos. Ha cambiado las reglas de juego a mitad de partido, declarado ilícitos mecanismos tributarios considerados legítimos hasta su llegada al Ministerio de Hacienda, aplicado normas de dudosa interpretación con carácter retroactivo, consentido (cuando no alentado) la utilización espuria de información personal protegida por la ley tributaria y alardeado sin recato del poder prácticamente ilimitado que ejerce a la diestra de Soraya y de Rajoy. Pareciera que el mismísimo Francisco de Quevedo se hubiera inspirado en él para describir el quehacer de su célebre Alguacil Alguacilado: ¿Quién podrá negar que demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio, pues bien mirado nosotros procuramos condenar, y los alguaciles también; nosotros que haya vicios y pecados en el mundo, y los alguaciles lo desean y procuran con más ahínco, porque ellos lo han menester para su sustento y nosotros para nuestra compañía? Cristóbal Montoro no se ha limitado a guardar la viña, no. Ha desempeñado el papel de Gran Inquisidor fiscal con un fervor iluminado de asceta que invitaba a ver en él un paradigma de pureza cuando en realidad su armario también ocultaba vergüenzas. Y de las gordas. Tal como ha publicado ABC con la firma de Javier Chicote, en una exclusiva de gran calado que habría abierto todos los informativos de existir más valentía e independencia en los medios de comunicación españoles, en vísperas de su desembarco en el Gobierno el ministro encargado de rascarnos el bolsillo, ayudado por Rodrigo Rato (hoy procesado por graves delitos) organizaba cenas exclusivas para grandes empresas del Ibex en las que se desvelaban cuáles serían las líneas de actuación del nuevo equipo económico y se repartían tarjetas del despacho de abogados de igual nombre, fundado por él unos años antes y oportunamente traspasado a su hermano. Cenas a las que asistía su número dos en dicho bufete, con entrada de palco VIP y acceso directo a los grandes entre los grandes gestores de cuentas patrias. ¿Tráfico de influencias? Un observador avezado diría que sí. De libro. Tanto, que de haberse destapado el asunto en algún lugar provisto de una moralidad pública más exigente que la nuestra el protagonista de la noticia habría presentado ya su dimisión o habría sido cesado por el bien del partido y el país al que representa. Aquí, como es bien sabido, el verbo dimitir no se conjuga ni siquiera cuando el Tribunal Constitucional condena y el Congreso de los Diputados reprueba. Aquí sólo el pulgar marianil decide entre la vida y la muerte política. Porque nuestro Montoro alguacilado, nuestro repartidor de anatemas y tarjetas de visita, ha estado mirando con lupa a los que declaraban en España mientras los evasores de verdad, los refugiados en Suiza, blanqueaban sus haberes con todas las bendiciones legales a razón del 3 por ciento en lugar del 45 infligido a los asalariados ricos tras las subidas por él decretadas. Ha permitido, según el TC, que se legitimara el fraude y se consintiera como una opción válida la conducta de quienes incumplieron su deber de tributar. Todo eso y algo más ha hecho el ministro de Hacienda y aún sigue ocupando el despacho... Spain es realmente different. IGNACIO CAMACHO CLAVELITOS La Transición no ha caducado. Su mérito es el de la continuidad que ha permitido superar otras experiencias de fracaso N la clase dirigente y en la opinión pública española se ha instalado desde hace tiempo un error dramático que consiste en considerar la Transición como un asunto del pasado. Una especie de proceso de arqueología histórica que recibe el tratamiento de un fenómeno remoto y queda despojado así de su verdadero valor como soporte del orden democrático. Esta visión inconsciente del hecho fundacional de nuestro régimen de libertades contribuye a abrir la brecha del revisionismo con que la extrema izquierda cuestiona la legitimidad del marco vigente al presentarlo ante las nuevas generaciones como el vestigio caduco de un tiempo lejano. El origen del desprestigio del sistema está en el olvido general de que la Transición no ha caducado porque las bases de la convivencia siguen intactas a través de los principios constitucionales consagrados en aquellos años. Y su mérito es precisamente el de la sostenida continuidad que ha permitido superar otras experiencias condenadas al fracaso. Esa continuidad se expresa, como resaltó ayer el Rey, en la permanencia de las leyes; cuestionarlas o transgredirlas, como hacen los secesionistas, equivale a violentar los derechos y la voluntad del pueblo soberano. La misma que ha permitido a lo largo de cuatro décadas un altísimo nivel de autogobierno basado en una mutua lealtad que el nacionalismo no ha respetado. La defensa de ese pacto de concordia es una prioridad nacional que no concierne sólo a las autoridades sino al conjunto de los ciudadanos. Por eso el discurso de Felipe VI ante las Cortes recorrió una desgraciada Historia salpicada de descalabros para subrayar que España nunca ha tenido un período de libertad tan próspero ni tan largo. Un ciclo ante el que sobran, por cierto, los remordimientos: el hombre que lo hizo posible merecía estar presente para recordarlo. El mayor elogio que se puede hacer del mensaje real es que no gustó ni a los nacionalistas ni a Podemos, que son los que plantean la ruptura con este modelo de éxito. Los que han aprovechado los estragos de la crisis para crear un frente de descontento. Unos han hecho de la secesión la vía escapista para culminar su viejo empeño y los otros impugnan la legitimidad de la democracia liberal animados por la distopía neocomunista de un orden nuevo. Los dos proyectos plantean una enmienda a la reconciliación que hace cuatro décadas logró evitar el enfrentamiento; quieren una revancha retroactiva contra el más palmario de los aciertos colectivos, el único que ha conducido al país a una escalada histórica de tolerancia, modernización y progreso. Frente a esa doble amenaza rupturista, edulcorada con clavelitos, es menester reivindicar la Transición como un proceso que no declina ni remite, como un curso continuo, como un acuerdo esencial que debe transmitirse de padres a hijos. Aunque ellos, los de entonces, ya no sean los mismos. E JM NIETO Fe de ratas

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