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ABC MADRID 14-05-2017 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA DOMINGO, 14 DE MAYO DE 2017 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO EN OTRO MUNDO El viernes se produjo una de las noticias más relevantes en años YER, en la grata tertulia de una post cena, alguien planteó esta pregunta: ¿Habéis hecho la prueba de estar dos días con el móvil apagado? ¿Resistiríais? La parroquia comenzó a resoplar. ¿Dos días? ¡Ni dos horas! reconoció franco un comensal con el don del gracejo sevillano. Es asombroso lo cerca y lo lejos que nos cae el mundo sin pantallas. Los abuelos de muchos españoles que hoy peinan entre 50 y 60 abriles nacieron en aldeas labriegas con condiciones de vida no lejanas a las del neólitico: luz de llama, calor de lumbre o del vaho de los animales del bajo. Recuerdo la primera vez que vi a un tío con un teléfono móvil. Era el líder supremo de una de aquellas cajas de ahorro que luego se fueron al garete. Se sentía el súmmum de la vanguardia portado un mamotreto con su pesado teléfono portátil. Hasta este instante en que escribo nunca me había fijado en que mi padre, al que perdimos hace poco más de una década, se murió sin haber tenido jamás un teléfono móvil. Evoco con morriña las cartas folletinescas que mandé de chaval desde Canadá a la que hoy es mi mujer. Las escribía a mano, claro, intentando que fuesen epístolas conmovedoras e inolvidables, de un romanticismo inflamado, que a día de hoy no sé si me admira o me pone colorado. Tardaban siete días en cruzar el Atlántico y media España hasta llegar a ella. Hoy me bastaría un guasap instántaneo, al que por gentileza de Zuckerberg podría añadir un corazón cursi, prefabricado y fácil, de esos que llaman emoticonos Qué alegría y pasmo infantil cuando mi padre llegó de una de sus singladuras marineras con una suerte de videojuego de la era prejurásica: un tenis que jugábamos en la pantalla negra de la tele con dos palitos blancos y un punto que era la bola. Recuerdo la cartilla para chequear las pesetas bancarias, o cuando los goles en Riazor se subían a un marcador de madera con tracción manual, o cuando no existían las webs de información continua y los viejos lobos de redacción de los periódicos se iban a cenar con toda la paz y espirituosos del mundo y luego cerraban a horas en que ya patrullaban lumis y serenos. Hoy las pantallas son la vida. Nuestros dineros se han convertido en apuntes mágicos anotados en el ciberespacio. Las cinco mayores empresas del mundo guardan relación con la tecnología de internet. Los adolescentes no viven lo que están haciendo, sino cómo lo están contando en Facebook. Los sistemas de navegación prácticamente dirigen los aviones, mientras el comandante tiene su gran momento engolando la voz para contar en dos idiomas el tiempo que hace en el destino. Nuestro pasado médico duerme en ordenadores. Nuestra privacidad y gustos son asaltados cada segundo por los afables monopolistas de Silicon Valley. Océanos inabarcables de conocimientos a golpe de click. También abismos con lo más hórrido del ser humano. El ciberataque del viernes es una de las noticias más importantes en años. El primer aviso de cuál puede ser el campo de batalla de la próxima guerra: un magma de algoritmos intangibles e ininteligibles, que de facto gobiernan ya nuestras vidas. A PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI PAMPLONA Hay algo atávico en la exhumación municipal y abertzale de Sanjurjo L OS mismos que exigieron retirar los restos del general Sanjurjo de su tumba en Pamplona piden ahora las cabezas del presidente de la autonomía melillense y del comandante militar de la plaza por haber asistido a la inhumación de aquellos en el cementerio militar de la ciudad española, la misma que Sanjurjo y los hombres a su mando defendieron en 1921 del asedio de los rebeldes rifeños que acababan de masacrar en Annual a diez mil soldados, por supuesto españoles, e impidieron así que los yebelíes de Abdel Krim consumaran su hazaña pasando a cuchillo a la población. Quizá por ello la izquierda abertzale que gobierna Pamplona y Navarra califica a Sanjurjo de genocida. Ahora bien, genocidio es el deliberado exterminio de un pueblo, la forma más típica de lo que el Derecho Internacional considera crimen contra la humanidad. Las guerras de España en Marruecos fueron pródigas en horrores (por ambas partes) pero no respondieron a un designio genocida. Las guerras coloniales no suelen implicar el genocidio, pues los colonizadores buscan someter a las poblaciones indígenas, incluso esclavizarlas, si se quiere, pero no exterminarlas (de hecho se valen de modo casi sistemático de tropas regulares indígenas, como lo hicieron en Marruecos Francia y España) Sanjurjo se implicó a fondo en una guerra colonial, como lo hizo todo el Ejército español de su tiempo, y el francés, el portugués, el británico, el italiano y el alemán. El genocidio es otra cosa: el de los judíos por los nazis, el de los armenios por los turcos o el de los tutsi por los hutus, ninguno de los cuales tuvo un carácter colonial. El historiador británico Sebastian Balfour ha sostenido que la aviación militar española lanzó sobre el Rif bombas de gas mostaza en la época en que Sanjurjo ostentaba el mando militar del territorio. Los testimonios en que se fundamenta proceden de periodistas y observadores no españoles y del aviador español Ignacio Hidalgo de Cisneros, devenido dirigente comunista, que afirmaba haber lanzado él mismo las primeras cien bombas químicas contra los rifeños, dato relevante pero no incuestionable. Sin embargo, aunque la tesis de Balfour fuera cierta, no se trataría de un crimen contra la humanidad, sino de un crimen de guerra. El gas mostaza fue utilizado con profusión durante la Gran Guerra y la Sociedad de Naciones no lo prohibió hasta 1924. Considerar genocidios las guerras de Marruecos no deja de ser pura retórica (o pura estupidez) ¿Fue Sanjurjo genocida por haberse sublevado contra la Segunda República? También la izquierda se levantó en armas contra el mismo régimen, dejando muchos más muertos propios y ajenos sobre el terreno que la propia Sanjurjada. En cuanto a la participación de Sanjurjo en la guerra civil, se limitó, como es sabido, a tomar un avión en Estoril el 20 de julio de 1936 y estrellarse al poco de despegar. ¿Por qué, entonces, se ha desenterrado a Sanjurjo en Pamplona? No porque fuera un genocida, que no lo fue. Ni siquiera porque fuera un criminal de guerra, que tampoco. Fue un golpista, eso sí. Como Lenin, como Fidel Castro, como Hugo Chávez, que ahí siguen, en sus mausoleos, tan tranquilos. Se le desenterró porque el fastuoso programa de exhumaciones en marcha abre el camino hacia otra bronca civil y, si de cargarse la democracia en España se trata, Pamplona, ciudad húmeda y hosca, un poco vasca al decir de uno de sus poetas, tiene que ser la primera, no lo pueden evitar. Es una tradición local, como los sanfermines. En fin, como dijo otro poeta salido de su seno, entre Sodoma y Pamplona tiene que haber un término medio. París, por ejemplo. Incluso el de Macron.

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