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ABC MADRID 09-05-2017 página 35
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 9 DE MAYO DE 2017 abc. es internacional El análisis 23 A INTERNACIONAL 35 Elecciones en Francia DE LEJOS Tercera derrota populista La extrema derecha ha perdido de forma sucesiva en Austria, Holanda y Francia GABRIEL ALBIAC ENVIADO ESPECIAL A PARÍS Seguidores de Macron celebran su victoria frente a Le Pen PEDRO RODRÍGUEZ PLAY LA MARSEILLESE! El resultado de las elecciones presidenciales en Francia no debería confundirse con un final feliz En el momento en el cual suena el Canto de los partisanos, Emmanuel Macron ha entornado los ojos. Y, quizá por única vez en estas semanas, ha exhibido una conmoción verdadera. Es su primer acto institucional. El azar ha querido que la segunda vuelta de las presidenciales se resolviera, este año, en la víspera del 8 de mayo. Y esa fecha, la del fin de la Segunda Guerra Mundial, es una de las dos fiestas mayores (la otra es el 14 de julio) de la nación francesa. La banda militar, ante la llama del soldado desconocido en el Arco del Triunfo, ha entonado ese canto de combate que compusieron, en 1943, tres clandestinos resistentes. No es una canción benévola. Ni dulce. Es el manifiesto tenaz de los que nada pueden ya esperar salvo la muerte: Aquí, cada cual sabe lo que quiere y lo que hace cuando pasa. Amigo, si caes, otro amigo sale de las sombras para tomar tu puesto... Es el himno a la dureza extrema de quien toma las armas en un callejón sin salida. No es difícil dejarse llevar por la emoción estoica de ese canto. Nada que ver con el Macron de 12 horas antes. La música que sonaba a todo volumen durante la celebración en el Carrusel del Louvre era ese pop mestizo que aquí arrasa entre los adolescentes periféricos. Nada, a decir verdad, que imponga ni estoicismo ni grandes emociones. Música para bailar, sin más historia. Las gentes concentradas allí para ovacionar al nuevo presidente sólo tenían un factor de identidad común: eran, en su inmensa mayoría, jóvenes, muy jóvenes. Y muy ajenos a esa jerga a la cual los de mi edad llamamos discurso político. Ninguna identidad étnica: los orígenes asiáticos, europeos o africanos se barajaban indiferentemente en la noche del Carrusel del Louvre. Pero la identidad estaba allí. Más ligada a la edad que a ninguna otra cosa. Y, con la edad, a la vaga esperanza de poder salir de un mundo que nunca fue tan hostil para los recién llegados. E HOLANDA El centro- derecha ganó a los radicales A pesar de que la encuestas le daban casi como seguro ganador unos días antes de los comicios, el líder del Partido por la Libertad, Geert Wilders, perdió ante el conservador Mark Rutte. Sin embargo, con 20 escaños se convirtió en la segunda fuerza. AUSTRIA Dos elecciones, dos fracasos En la primavera pasada el ecologista Alexander van der Bellen ganaba por la mínima al ultraderechista, Norbert Hofer. Este impugnó los resultados por un defecto en el voto por correo, y fueron repetidas en diciembre. Hofer volvió a perder, pero esta vez por un margen mayor. La nueva demagogia La exclusión laboral económica y social, por tanto de los más jóvenes es, desde hace un decenio y medio, la tragedia irresoluble de Europa. Y sobre esa tragedia se han ido tejiendo peligrosamente los hilos de la nueva demagogia a la que llaman populismo y que no es, en realidad, más que una variedad ligeramente actualizada de los viejos fascismos. En Austria como en Holanda, en Italia como en Alemania o España, la demagogia populista ha sabido explotar ya a izquierda ya a derecha ese malestar hondo que es hoy el de los europeos de menos de cuarenta años: el de los condenados a ser una generación perdida. En Francia, la explotación política de esa angustia tiene un nombre: Frente Nacional. Como en Holanda tiene el suyo: el Partido de la Libertad de Geert Wilders. Y FPÖ en la Austria de Stracher y Hofer. Hofer en Austria y Wilders en Holanda fueron parados ante las urnas por los electores; aunque se hayan enquistado en porcentajes de clientela alarmantes. El problema con el FN francés era, sin embargo, de otra envergadura: la que se corresponde con el papel que, junto a Alemania, juega Fran- cia como columna vertebral de la Unión Europea. De haber vencido Le Pen y haber promovido el referéndum de salida que incluía su programa, la UE hubiera entrado en fase resolutoria. Y, con ello, todo el juego de las relaciones internacionales hubiera sido trastocado. No sucedió. Es el tercer golpe parado. Y el decisivo. A la espera de Alemania. En la noche del 7 de mayo, una muchedumbre de jóvenes, de abigarradas etnias pero por igual franceses, buscaban la identificación generacional que no acaban de hallar en un sociedad exangüe. En la mañana del 8, el joven presidente al cual ovacionaban marcaba su emoción al escuchar el canto de los viejos partisanos. En el puente entre esas dos mitologías tendrá que asentar su triunfo. O será su derrota. Y la de todos. n una clásica película de Hollywood repleta de escenas legendarias como es Casablanca siempre emociona repasar el momento en el que el líder de la resistencia, Victor Laszlo, consigue que casi todo en el mundo en el Café de Rick entone fervorosamente la Marsellesa, ahogando la tóxica cantinela de los nazis que le persiguen. Los resultados del decisivo pulso por la presidencia de Francia, en este sentido, son una buena noticia pero no deben confundirse con un final feliz. Resulta esperanzador que el optimismo liberal y europeísta liderado por Emmanuel Macron haya logrado imponerse en las urnas. Sin embargo, no hay que olvidar que en esta segunda ronda uno de cada tres votantes franceses ha respaldado la tóxica cantinela de Marine Le Pen, además de registrarse una plusmarca de abstención y votos nulos. Tendemos a llevarnos las manos a la cabeza ante el lobo feroz del populismo y respiramos con alivio cuando la matemática electoral cuadra a favor de las opciones más razonables. Sin embargo, dentro de este cíclico déficit de atención nos quedamos en los síntomas. Nadie parece tomarse la molestia de enfrentar los problemas de fondo que han hecho posible todo ese destructivo caudal de resentimiento y desafección. Al ser capaces de capitalizar toda esa frustración, los populistas están consiguiendo alterar la naturaleza de la política en buena parte de las democracias occidentales, con independencia de la sofisticación de sus instituciones o su veteranía en las filas de la libertad. Toda esta generación de candidatos instrumentales de lo tóxico ya triunfa con solo forzar el debate electoral hacia su terreno. Por todo esto, cada vez resulta más difícil articular discursos políticos a favor del multilateralismo frente al nacionalismo, del libre comercio frente al proteccionismo, de lo abierto frente a lo cerrado. El nativismo identitario, empeñado en no aprender de algunas de las peores páginas en la historia del siglo XX, no hace otra cosa que elevar su voz. Y cada vez cuesta más que alguien nos recuerde: Play La Marseillese! EFE

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