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ABC MADRID 25-04-2017 página 13
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ABC MADRID 25-04-2017 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES, 25 DE ABRIL DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 MONTECASSINO UNA RAYA EN EL AGUA HERMANN LOS PECADOS DE AGUIRRE Por fin abatida la pieza más codiciada por la jauría YER dimitió de su último cargo uno de los gobernantes capaces y uno de los pocos espíritus libres del triste, romo y mediocre escenario político español, Esperanza Aguirre. Por estas características, por sus innegables logros en la gestión de gobierno en Madrid, por su músculo político que tanto humilló en la derrota a sus adversarios y por las cotas de popularidad que llegó a alcanzar, ha sido durante lustros la pieza más codiciada a abatir en la cacería inmisericorde que es la lucha política. Gracias a la irrupción explosiva en nuestra historia contemporánea de un presidente de gobierno socialista llamado José Luis Rodríguez Zapatero, en la España del siglo XXI los adversarios políticos vuelven a ser enemigos. Enemigos a liquidar. Como en aquella trágica II República que tantos quieren reeditar. De momento no se llama como entonces a la liquidación física del adversario. Como hacía Dolores Ibarruri, cuyo nombre han puesto a calles, plazas y edificios en sustitución de los nombres de escritores y otras personalidades que deben ser olvidados por no haber destacado con hoz y martillo. Aún no se busca la muerte física, basta con la civil. Desde hace lustros hasta ayer mismo, Aguirre ha encabezado la lista de políticos a destruir. Sus virtudes tanto como sus defectos hicieron de ella la persona más odiada por sus enemigos ideológicos, que nunca le perdonaron sus mayorías. Pero también por quienes en principio deberían haber A sido sus meros rivales en el seno de su partido. El PP despide a Aguirre diciendo que ha sido una persona relevante Y tanto. Como que les ha dado las mayorías a los que se presentan como renovadores, cuando llevan treinta años con responsabilidades en el partido. Y sin embargo, Aguirre tiene inmensa culpa en lo sucedido. En lo sucedido al PP y a toda la mayoría social que no quiere una política revanchista de izquierdas, ni una reedición del Frente Popular ni un régimen bolivariano como el que ahora mata a su población de hambre o a tiros. Tantas veces valiente, tantas veces soberbia, no tuvo el coraje en 2008 ni después de romper la baraja para impedir el secuestro por los triunfadores del Congreso del PP de 2008. Ni la conversión del partido en mero aparato de gestión del poder y subsistencia para Rajoy y su gente. La lucha abierta contra la intención de Rajoy de privatizar para sí el PP, desde dentro o desde fuera del partido, habría cambiado el escenario político español. Rajoy no se habría encontrado con un partido a su izquierda como Ciudadanos, sino uno a su derecha que hubiera defendido valores y criterios liberal- conservadores para racionalizar y modernizar una España que es inviable tal como está. Valores y principios tan olvidados por Rajoy como despreciados por su entorno. No tuvo Aguirre el valor de hacerlo y ese es su peor pecado. Aún peor que su imperdonable falta de perspicacia y criterio a la hora de elegir a sus colaboradores. Ahora se va arrollada por la corrupción ajena por el interés coincidente en que la odiada pieza fuera por fin abatida. Rajoy no estuvo menos rodeado de corrupción. Los inmensos escándalos del PSOE o el dinero de sangre venezolana de Podemos no trascienden porque Rajoy y su vicepresidenta entregaron las televisiones a un duopolio que se encarga de fomentar el proyecto totalitario izquierdista como la amenaza que ha de mantener a Rajoy como perenne mal menor. Con unos periodistas adocenados y alimentados por los bonzos del duopolio que se encargan que se hable mucho de Aguirre, pero nada de lo que trama Mauricio Casals, ese amigo de la vicepresidenta, tan cerca él de La Moncloa y tan lejos de Dios. IGNACIO CAMACHO LA SANTABÁRBARA La dimisión de Aguirre resuelve poco a un PP malparado por la sacudida. Es un alivio inmediato, una descongestión mínima OMO cortafuegos va a resultar muy débil. La dimisión de Esperanza Aguirre en el único cargo que mantenía era una exigencia imprescindible de responsabilidad y de higiene política pero no le servirá de mucho ni a ella ni a su partido. La expresidenta madrileña ejerce entre la izquierda, como Aznar, una especie de magnetismo inverso, una fascinación irresistible como objeto de fobia que trasciende la vigencia de sus cargos y se manifiesta en un altísimo poder de convocatoria de audiencias televisivas. La seguirán persiguiendo y es probable que ella se deje encontrar, amiga como es de los micrófonos abiertos y de las cámaras encendidas. Al PP tampoco le resuelve gran cosa su marcha más allá de proporcionarle un cierto alivio inmediato y provisional, una descongestión mínima, un poco de carnaza para entretener a la jauría. Aguirre no podía continuar ni un momento más pero a partir de ahora será el propio Rajoy el centro de la ofensiva. La operación Lezo le ha estallado en la santabárbara con la potencia destructora de una carga de dinamita. Porque aunque el marianismo intente acotar el escándalo al círculo esperancista, siempre crítico y zapador del liderazgo del presidente, es la organización entera la que ha salido malparada de la sacudida. El papel simbólico de Madrid como ciudadela sagrada de la derecha otorga un efecto devastador a la onda expansiva. Las tramas de Granados y González afectan a la marca electoral y a sus elementos de cohesión, a las élites empresariales, a la aristocracia financiera, a la nomenclatura partidista. A los sectores de apoyo que cimentaron bajo los mandatos de Aguirre y hasta de Gallardón la larga hegemonía capitalina. Y aunque se tratase de una ínsula casi autónoma, muchas veces abiertamente enfrentada a la autoridad de Rajoy, todos gobernaban bajo las mismas siglas y quien dejó hacer tiene pocas opciones de presentarse como víctima. La avería es muy grave. Estructural. El PP está en peligro de implosión y al presidente le va a ser muy difícil evitar que esta crisis afecte a la estabilidad de su Gobierno. Lo logró con la de Bárcenas pero ahora hay una diferencia crucial: no tiene mayoría y vive pendiente de precarios acuerdos. La amenaza de convocatoria electoral, que era su principal arma de disuasión, queda muy amortiguada por la evidente repercusión negativa de los indicios descubiertos. Ya no puede ir a las urnas sin correr un altísimo riesgo. La situación es muy delicada por más que el líder presuma con razones contrastadas de su eficacia en el manejo de los tiempos. En este cuadro, la tercera renuncia de Aguirre es un episodio objetivamente menor, casi un trámite agrandado por el fuerte impacto mediático de una personalidad singular. La carismática lideresa había pasado ya al panteón de víctimas marianistas, pero es la larga época de cohabitación consentida la que está bajo la lupa judicial. C JM NIETO Fe de ratas

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