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ABC MADRID 16-04-2017 página 14
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ABC MADRID 16-04-2017 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA DOMINGO, 16 DE ABRIL DE 2017 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO SIEMPRE SE PUEDE Lo rodeó el puro mal, pero nunca fue un malvado L O ves en la portada de un libro. Un boxeador en una foto sepia de los años treinta. La pose es forzada, con el torso escorado y los puños alzados. El rostro parece el de un bruto, cejas espesas, nariz de cachiporra, sombra cerrada de barba. Una mirada aguda desentona en el mapa sombrío de esa cara. Es Max Schemeling, tal vez la única persona que charló en privado con Hitler y Roosevelt, con Al Capone y Pío XII, que fue ídolo nazi y después se hizo rico trabajando para la Coca Cola en el Hamburgo de la posguerra. El imponente Yankee Stadium luce abarrotado. Corre junio de 1936, Hitler lleva tres años en el poder y en el coliseo neoyorquino se enfrentan un negro libre de 22 años, ejemplo de esperanza para los suyos, y un excampeón del mundo de treinta, al que la prensa local empieza a apodar la mascota de Hitler Joe Louis, el joven Bombardero de Detroit es el favorito. Pero Max Schmeling, de 1,85 y 88 kilos, posee los recursos del veterano paciente. Max soporta el bombardeo y en el cuarto asalto saca un mano. Asombro: por primera vez tras 28 peleas profesionales Joe Louis prueba la lona. Ochos asaltos después, Schmeling corona su faena con un derechazo que noquea al héroe local. Alemania enloquece. También los nazis. Flores de Hitler para la mujer de Max, una glamurosa actriz checa, con un telegrama saludando la maravillosa victoria del más grande boxeador alemán Schemeling cumple con su papel. Declara que los pensamientos de todo el pueblo alemán y del Führer lo han espoleado hacia la victoria. Goebbels activa la máquina de propaganda para ensalzar al perfecto luchador ario. De vuelta a casa, baños de masas y joviales meriendas privadas con el mismísimo Hitler. Dos años más tarde llega la revancha, también en el Yankee Stadium. La contienda semeja lo que es: el prefacio de una guerra, una pelea política caldeada con palabrería bélica. En los días previos Roosevelt recibe a Louis en la Casa Blanca, sus puños han de servir de metáfora para los soldados americanos. Joe, que esta vez sí se ha entrenado en serio, sale como un tsunami de violencia. En dos minutos y cuatro segundos tumba tres veces a Max. Una paliza de diez días de hospital. Heil Louis! corean los negros de Harlem mientras una ambulancia se lleva al gran guerrero ario Ya no hay flores aguardando en Berlín. Max Schemeling pierde el favor nazi y es enviado al frente como paracaidista. Resultará herido en la batalla de Creta. Max murió en 2005, con 99 años. Joe, con un otoño de drogas, quiebra y psiquiátricos, falleció a los 66, en 1981. Parte de su entierro lo sufragó un viejo y leal amigo, que cada año lo visitaba en Las Vegas y a veces le prestaba dinero: Max. En los años ochenta se supo que Schemeling escondió en un hotel de Berlín a dos hermanos judíos, los Lewin, a los que salvó en La Noche de los Cristales Rotos. Liberal, nunca se afilió al partido nazi y rechazo la petición expresa de Hitler de apartar a su preparador, el judío Joe Jacobs. No hagan caso a los miserables del yo me limité a cumplir órdenes Siempre se puede elegir. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI EDICTOS La intimación al olvido siempre se dirige a la parte más débil y agraviada A memoria de todo lo que ha pasado de una parte y otra durante los disturbios precedentes y con ocasión de ellos, permanecerá extinta y dormida, como de algo que no ha sucedido El lector habrá reconocido en la frase anterior el artículo primero del Edicto de Nantes (1598) que puso fin a las guerras de religión en Francia. Lo promulgó un rey vasco o gascón, Enrique III de Navarra y IV de Francia, o sea, Enrique el Bearnés, el de París bien vale una misa primero de la dinastía real borbónica, y lo revocó uno de sus sucesores, Luis XIV, el Rey Sol, mediante otro Edicto, el de Fontainebleau (1685) que ilegalizó de nuevo a los protestantes y lanzó al exilio a unos doscientos mil de ellos, una cifra muy parecida a la de los vascos españoles que tuvieron que abandonar su región natal durante el medio siglo de terrorismo etarra. Yo creo que Enrique IV de Francia no montó, para celebrar la promulgación del Edicto de Nantes, ni la mitad del espectáculo que han montado los nacionalistas vascos de ambos lados del Pirineo con la entrega de las armas que ETA ha querido entregar. Me baso en que no nos ha llegado imagen contemporánea alguna de dicho acontecimiento: sólo una pintura alegórica (y anónima) que muestra al Bearnés vestido de romano con dos chicas que representan la Religión y la Paz. Enrique IV sabía que el Edicto no iba a caer muy bien L a los católicos, que eran mayoría en Francia. Y acertó. Doce años después lo asesinó un católico refractario, Ravaillac. En el caso del Edicto de Enrique no hubo un antes y un después, sólo un Nantes y un después que llevó directamente a su revocación. Entre 1598 y 1685, a los protestantes no se les permitió practicar públicamente su culto ni protestar por no poder hacerlo, pero se les perdonó la vida. En fin, la llamada a extinguir o, por lo menos, a adormecer la memoria, tenía cierta lógica. Enrique sabía que la Liga y sus partidarios no iban a olvidar siquiera su propio pasado hugonote y que se la guardaban para más adelante. ¿A quiénes convenía entonces no remover recuerdos? A los protestantes, sin duda. La intimación al olvido a ellos y sólo a ellos iba dirigida. Con todo, la comparación entre momentos históricos diferentes corre el riesgo de resultar injusta. Por ejemplo, la pasada semana definía yo el nacionalismo vasco post- etarra como una suerte de franquismo abertzale. Ahora bien, un amigo me envía el número 202 de la revista Poesía Española, de octubre de 1969, donde se publicaron mis primeros poemas. Fue Poesía Española una publicación oficial del franquismo, tanto como su hermana La Estafeta Literaria. Sin embargo, el poeta más franquista que colaboraba en dicho número 202 era Gerardo Diego, que no debía precisamente al régimen su renombre. El resto, mejores o peores como poetas, de franquistas no tenían o no teníamos nada (Arturo del Villar, José Corredor Matheos, Jacinto- Luis Guereña, Francisco Umbral... Desesperadamente, el franquismo trataba de ser inclusivo con los escritores (lo había intentado desde los tiempos de la revista Escorial) El nacionalismo vasco se esfuerza en todo lo contrario. El mejor de los poetas vivos de Euskadi, Karmelo C. Iribarren, afirma en Jot Down (18 de marzo de 2017) A mí nunca me han apoyado en nada. No he recibido ni un céntimo del Gobierno Vasco para un folio Les interesas si les interesas. Si no, independientemente de que hayas nacido aquí, no vales para nada Y además: si escribes en castellano, aquí no existes. Existe más uno de Albacete que ha escrito un libro y le invitan aquí que tú que eres de aquí Pues sí, así es, Karmelo.

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