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ABC MADRID 07-04-2017 página 13
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ABC MADRID 07-04-2017 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 7 DE ABRIL DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL BURLADERO UNA RAYA EN EL AGUA CARLOS HERRERA LA COMEDIA DE LOS MALDITOS El PSV de Buesa, Múgica, Casas, Lluch, Elespe, Pagaza, Carrasco y varios más se ha puesto al servicio del entorno de ETA L OS que han gestionado el terrorismo no pueden gestionar la paz. Me gusta esta afirmación de los firmantes del manifiesto presentado ayer en San Sebastián. Debe quedar claro y no puede haber fisuras: frente al terrorismo debemos estar todos, especialmente aquellos que contamos con víctimas entre nuestras filas. La ETA ha querido controlar el relato, ponerle sujeto, verbo y predicado a cada uno de sus tiempos, pero esencialmente y de forma significativa al de su derrota. No entregaron antes sus armas porque la Guardia Civil se las descubría de forma anticipada, y así no podían conseguir ningún logro consecuencia de alguna negociación. Una vez acabada su actividad armada se dedicaron a pensar como bien señaló el gran Florencio Dominguez de qué manera podían obtener algún beneficio de la entrega de los arsenales que ya no iban a utilizar. No querían entregarlos sin más ya que eso suponía brindar una imagen de derrota de forma gratuita. Intentaron comprometer al Gobierno francés para que presionara a los españoles con tal de que hubiera algún tipo de contrapartida a la entrega de las pistolas, pero los franceses ni siquiera se pusieron al aparato. Por entregar arsenales no se iba a alegrar la condición penitenciaria de sus presos. Consideraron entonces montar algún tipo de numerito parecido al del IRA: conseguir que verificadores hicieran el papel de mediadores y evitar así la vergonzosa imagen del grupo de parias que son entregando pistolas a sus enemigos mortales. Pero a ver quién se hace verificador de ETA y no tiene antes o después algún tipo de problema con la Justicia española. Con lo que ni eso. Han conseguido que un puñado de gilipollas se haga pasar por artesanos de la paz y que monten una suerte de numerito circense de eficacia relativa. Yo entrego algunas geolocalizaciones y espero, a cambio, que la política vasca me garantice algún parabién. A tal efecto, mis muchachos en las instituciones, Bildu, Sortu y la madre que los parió, promueven sendos acuerdos parlamentarios en los que parezca que somos los hijos de la paz y ya veremos cómo la sociedad presiona a los capullos del Gobierno español para que establezcan el escenario deseado: el de pelillos a la mar. La guerra se acabó, yo entrego mis pistolas, garantizo la paz, y tú me das a mis presos. Eso y no otras cosa es lo que han firmado grupos parlamentarios vascos encabezados por Otegui y seguidos por Podemos, el PNV de las peores nueces y... el Partido Socialista Vasco. El PSV de Buesa, Múgica, Casas, Lluch, Elespe, Pagaza, Carrasco y varios más se ha puesto al servicio del entorno de ETA, que decide una vez más quiénes son los buenos y quiénes los malos, para participar en la comedia de los malditos. Unos supuestos mediadores elegidos por los etarras en libertad no se pueden arrogar la representación civil de los ciudadanos vascos y navarros, y la impunidad no puede ser la moneda de cambio por la entrega de las armas que aún están en poder de los asesinos. La dignidad es transversal, como ha dicho Consuelo Ordóñez, y afecta a gente de diversas tendencias políticas pero unidas por una característica común: la decencia política. La misma que no muestran quienes, desde el lado de las víctimas, se prestan al baile de fin de curso con el que la ETA quiere obtener algún beneficio por la entrega de material de deshecho entre el que no estarán, faltaría más, las armas que podrían ofrecer alguna información sobre los asesinatos pendientes de aclarar. Nadie espera del PNV ningún atisbo desconcertante de firmeza ante los agitadores de árboles, pero que en ese mismo grupo se encuentren los socialistas vascos resulta como si, sobre las tumbas de sus muertos, escupiesen el ácido de la indecencia. IGNACIO CAMACHO NADA QUE APRENDER La infamia balcánica no nos ha vacunado ni contra la pasividad culpable ni contra el nacionalismo criminógeno U JM NIETO Fe de ratas N cuarto de siglo después del comienzo de la guerra de Bosnia, la mayor barbarie occidental desde el nazismo y su correlato comunista, Europa no parece haber aprendido nada de aquel feroz exterminio. Ni sobre los efectos destructores de la pasividad internacional ni sobre el potencial criminógeno de los nacionalismos. Incluso se ha perdido gran parte de la memoria del horror, de las matanzas civiles, de la limpieza étnica, del genocidio. Aquello no sucedió en el África poscolonial, ni la Camboya del delirio jémer, ni en el Oriente Medio islámico; fue a pocos cientos de kilómetros de la refinada Hungría y de la turística Venecia. Y lo hicieron tipos tan parecidos a nosotros que algunos de ellos son hoy miembros de pleno derecho de la Unión Europea. Se asesinaron entre ellos a conciencia, con una crueldad desmesurada y un odio familiar, tribal, primitivo, escalofriante por lo sistemático del método. La masacre sólo acabó cuando la OTAN decidió, al cabo de muchos miles de muertos, intervenir para ponerle remedio. Todavía en España hay quien califica a Javier Solana de criminal de guerra por haber ordenado o autorizado los salvíficos bombardeos. De haberlo hecho mucho antes, en la historia universal de la infamia no estarían inscritos los nombres de Sbrenica, Prozor, Mostar o Sarajevo. Tres años duró la carnicería, tres años en los que Europa se desangró por la brecha balcánica mientras sus cancillerías discutían sobre galgos y podencos. Tres años mirando cómo la antigua Yugoslavia se disolvía en el furor del salvajismo étnico. Tres años de ignominia cuya experiencia no ha servido de vacuna contra el abstencionismo cobarde ni contra los brotes nacionalistas o xenófobos que aún vuelven a poner a prueba la cohesión del proyecto europeo. Ha querido la desgracia que el aniversario coincida con una escabechina en Siria provocada con armamento químico; otro impune crimen de guerra ante el que no se oyen más que compungidos y abstractos lamentos. Pero son los mismos brazos cruzados de entonces los que permiten ahora las fechorías que escandalizan nuestro escrúpulo ético. Las mismas lágrimas de cocodrilo derramadas para camuflar la falta de coraje, la abulia pusilánime, el apocamiento. Porque nadie está dispuesto a detener esa hecatombe del único modo posible, que consiste en aceptar riesgos. La sociedad indolora se conmueve ante los muertos que no es capaz de impedir mientras los regímenes que carecen de dudas morales el de Assad, el del Daesh, el de Putin aprovechan las vacilaciones para ganar terreno. Así ocurrió también en los Balcanes: bestias desatadas, verdugos siniestros que sacaban ventaja de tanto titubeo. Hay sangre que el olvido no lava, culpas que la Historia no perdona; poco se diferencian aquellas víctimas de éstas de ahora, cuya memoria acaso interpele dentro de otros veinticinco años nuestros biempensantes remordimientos.

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