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ABC MADRID 02-04-2017 página 63
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ABC DOMINGO, 2 DE ABRIL DE 2017 abc. es cultura Testimonios CULTURA 63 Guernica ochenta años después ¿Y hoy? ABC ha pulsado la opinión de seis intelectuales que XX que Picasso pintó en 1937. El cuadro sigue vivo, cambiante y dispuesto a ofrecer nuevas imágenes a una reflexionan y nos hablan de sus vínculos personales, estéticos, políticos y emocionales, con el gran icono del siglo generación alejada ya de la guerra de nuestros antepasados. lo, pero constato en ella que no puede limitarse a mirarlo como un paisaje. ¿El poder simbólico del Guernica es susceptible de manipulación? -Naturalmente. De hecho, a mí me molesta toda esta propaganda que hay alrededor de Picasso y como algunos tratan de llevarlo a su área ideológica. Estas son adherencias que pueden ser inevitables, pero no son las lecturas más profundas, que son las que hacen los observadores por su cuenta cuando se detienen un rato y piensan en el cuadro y lo vinculan, como imagen global o escogiendo detalles, con hechos de su vida, de sus antecesores, o los que seguimos viendo en el mundo. ¿Qué le parece la polémica por llevarlo al Prado o al País Vasco? -No me interesa nada. Pero hay un asunto que me hace mucha gracia, que tiene que ver conmigo. Algunos me reprochan que yo he escrito sobre el País Vasco habiendo vivido lejos. Picasso jamás estuvo en Guernica. Con discursos propiamente políticos entramos en esferas de simplicidad. -De cómo fue su creación, elige... -Lo pintó en poco más de un mes, en una especie de trance. Eso muestra el enorme corazón que puso en esta obra. -Y cambió la historia. -Es un icono del siglo XX. He leído interpretaciones como la de Juan Larrea, de tipo simbolista. A mí nunca me preocupó eso, desentrañar la carga simbólica del caballo. El cuadro, entendido en su literalidad, el caballo como caballo, el toro como toro, sigue siendo significativo. Está tan dentro de todos nosotros que basta ver una esquinita para saber de qué cuadro estamos hablando. FERNANDO SAVATER FILÓSOFO La guerra, mejor en el museo Cuando era adolescente, tuve en mi cuarto el Guernica como tantos otros españolitos. Era una señal, en cierta forma, de inconformismo en aquel momento, sobre todo con la dictadura. Lo tuve allí hasta que una vez vino alguien que tenía que poner un enchufe en la pared, lo descolgó y me dijo que no me preocupara, que procuraría tener cuidado, pero que si lo rompía podía yo pintar otro. Me desilusionó mucho que hubiera gente que considerara que lo había pintado yo... Pero, en fin (ríe) No soy experto en estética y no tengo la menor posibilidad de hacer un juicio estético. Es algo que rebasa la estética. Ha sido durante mucho tiempo un emblema, un símbolo, de ese fantasma permanente en España de la Guerra Civil. Pero hoy todo el mundo lo considera propio y también debería ser un símbolo, un punto de encuentro: la guerra está en el cuadro, no en el Parlamento, no en nuestras vidas, forma parte de la historia y del museo. La Guerra Civil, en el fondo, es algo que ya debe formar parte del museo, más que de la realidad actual. Hay una gran diferencia entre lo que fue España y lo que se ha vivido después. Por eso algunos inmediatamente nos ponemos en guardia cuando la gente adopta una mirada guerracivilista de nuestra realidad. Nuestra realidad ha superado la Guerra Civil y por eso alguno se puede permitir el lujo de trivializarla y exagerar, hablando de ella, como esos niños que juegan a indios y vaqueros, y se tiran balazos porque no están en el oeste auténtico. Vemos hoy que hay gente jugando a una Guerra Civil que no ha conocido, a una dictadura que no ha conocido, y se permite el lujo de jugar porque no hay guerra ni hay dictadura. Los que la vivimos sabemos que entonces pocos querían jugar con ella. Significativamente, Picasso cobró a la República, no renunció a cobrarlo, ni mucho menos, era un encargo; y eso tiene que rebajar un poco la retórica simbólica del cuadro. En la Transición volvió a ser patrimonio de todos, fue un símbolo de que ya ese exilio de los republicanos había acabado. Eso tuvo su valor, pero es historia, leyenda en buena medida. Que siga en el museo, que es su sitio. ABC MAYA BALANYÄ Picasso que no estaban presentes los agresores. Pero sí están, porque la presencia del agresor es fundamentalmente el daño que ha causado: las huellas en el fuego, en la casa derruida, en el cuerpo destrozado en el suelo. ¿Hay nueva lectura generacional? -Mi hija es pintora, por cierto. Alguna vez hemos hablado de este cuadro, que no deja a nadie indiferente. Es otra generación. Tiene otra manera de ver- roso, que nos salva, y no una continuidad de lo que fue el origen, un cuadro de encargo, de propaganda política. Es una alegoría contra la muerte. La clave es que el pasado no hay que olvidarlo, pero hay que superarlo, porque si no el Guernica solamente lo comprenderíamos en su día. Yo admiro mucho a Machado pero la idea de las dos Españas... Yo, a estas alturas, sería partidario de la tercera España. Una tercera España que, ya en su día, en aquellos tiempos, defendían autores como Marañón, Baroja, Azorín, Menéndez Pidal... Esa tercera España siempre ha despuntado. Tenemos que superar la dualidad, porque todo en la vida es dualidad, tremenda a veces, y esa idea hay que deshacerla y seguir soñando con un mundo en paz y armonía. LUIS MATEO DÍEZ ESCRITOR Y ACADÉMICO J. C. PÉREZ DE LA FUENTE DIRECTOR DE ESCENA Su vuelta selló la democracia Cuando llegó el Guernica a España, yo estaba dirigiendo una obra de Jerónimo López Mozo titulada precisamente Guernica Y yo quise ver cómo llegaba el cuadro al Casón del Buen Retiro, y allí me fui; tengo fotos de aquel momento. Siempre he tenido una relación muy especial con ese cuadro. Cuando se exhibió en la Exposición Universal de París, no llamó mucho la atención, pero con el tiempo se fue convirtiendo en un símbolo de la paz al mismo tiempo que un recordatorio de la barbarie. Los españoles nos debemos sentir contradictoriamente orgullosos de ese cuadro. Y en el momento que llegó, para una generación, significaba sellar la democracia. Curiosamente, años después dirigí Dalí vs. Picasso una provocación única de Fernando Arrabal en la que fantasea sobre si el cuadro ya existía antes del encargo. Se hizo en el Matadero, en la sala que después se llamaría Max Aub, que fue quien convenció a Picasso de que pintara el cuadro, y gracias a un documento suyo el Guernica pudo volver a España. Y lo que son las cosas; cuando se cumplen ochenta años de la creación del cuadro, un símbolo de la paz y el entendimiento, el nombre de Max Aub ha sido objeto de una polémica absurda e inentendible. Página elaborada por Inés Martín Rodrigo, Javier Díaz Guardiola y Julio Bravo El cuadro explota Siempre miré el Guernica como una explosión. Es el cuadro que llegó a mis ojos de la forma más ruidosa con que yo he podido ver un cuadro. Algo revienta y salen bichos, vísceras, objetos, en un orden fascinante. Al margen de su trayectoria, pensaríamos que contiene algo sobre la violencia, la liquidación de las cosas. El cuadro tiene esa mirada prodigiosa de Picasso, pero es la pintura que yo conozco que explota cuando la miras.

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