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ABC MADRID 06-02-2017 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 6 DE FEBRERO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN PREVARICAR ES UNA GANGA El Estado de Derecho, pensábamos, se caracteriza por el imperio de la Ley, pero lo que manda es la política E L expresidente de la Generalitat, Artur Mas, y sus consejeras Joana Ortega e Irene Rigau se sientan hoy en el banquillo arropados por la marea habitual de apesebrados del prusés llevados en autobuses hasta las puertas del tribunal con el cometido impúdico de presionar a los jueces. Los que en noviembre de 2014 eran los máximos representantes del Estado en Cataluña se enfrentan a una pena máxima de doce años de inhabilitación por tratar de subvertir el orden constitucional celebrando un referéndum de autodeterminación. Los delitos tipificados que se les imputan son dos: prevaricación, definido por la RAE como faltar conscientemente un funcionario a los deberes de su cargo al tomar una decisión o dictar una resolución injusta, con plena conciencia de su injusticia y desobediencia. La malversación de caudales públicos, íntimamente ligada a la prevaricación, al ser evidente la necesaria utilización de fondos públicos para organizar y llevar a cabo la consulta de marras, desapareció de la lista de cargos el pasado mes de julio, mientras se negociaba la composición de la Mesa del Congreso, a petición del Ministerio Fiscal. En caso de condena, ese delito habría llevado a la cárcel a los tres mártires de la patria que responden hoy de sus actos. Y semejante martirio excedería con creces lo que ellos u otros sediciosos están dispuestos a pagar por entrar en la Historia como los traidores que consiguieron romper la unidad de España. En agradecimiento a esa benevolencia gubernamental (la Fiscalía depende directamente del Ejecutivo) los elegidos para la gloria de pilotar la vida parlamentaria desde la citada Mesa obtuvieron diez votos más de los previstos sumando los diputados del PP y los de Ciudadanos, evidentemente procedentes en su mayoría de las filas convergentes. Pero ésa no era la razón principal para librar a Mas y compañía de la mera posibilidad de pasar una temporada entre rejas. En realidad, los gurús de la política pragmática los maestros en el arte de sobrevivir a costa de poner los intereses por encima de los principios, habían llegado a la conclusión de que aplicar al expresident el mismo rasero que a cualquier otro español resultaría contraproducente echaría más leña al fuego independentista, atizaría sus llamas. O sea, que una vez más, la respuesta al desafío debía ser el apaciguamiento. El Estado de Derecho, pensábamos, se caracteriza por el imperio de la Ley igual para todos, pero resulta que no. Lo que manda es la conveniencia, la coyuntura, eso que llamamos política y hoy se escribe con minúscula. Si te apellidas Pantoja y puedes servir de escarmiento, ten por seguro que a la mínima serás pasto de paparazzi esperándote, cámara en ristre, a las puertas del talego. Si eres un político amortizado o caído en desgracia en las filas de tu propio partido, como Rodrigo Rato, te despellejarán en la plaza pública por utilizar una tarjeta black, antes de pedirte una pena de seis años y cuatro meses de prisión. Si se te ocurre discrepar con Hacienda en la forma de tributar y la cantidad objeto de disputa supera los 120.000 euros, prepárate para una estancia de entre doce meses y cinco años a la sombra además de una multa que puede llegar a multiplicar por seis lo defraudado. Pero si tu delito es emplear el poder que te da tu cargo para tratar de quebrar la Nación a la que representas, entonces no pasa nada. Lo peor que puede ocurrirte es que te conviertan en mártir. Prevaricar, si eres separatista, es una auténtica ganga. IGNACIO CAMACHO HEMICINE La premiosa gala de los Goya refleja la autopercepción del cine español, imbuido de victimismo ideologizado y narcisista EDIOCRE, premiosa, autocomplaciente, aburrida. Como espectáculo, la gala de los Goya está muy por debajo de la calidad media del cine español, por fortuna más rico en creatividad, recursos e inventiva; pero en cuanto seña de identidad corporativa refleja con mucha propiedad la percepción que de sí mismos tienen los profesionales de nuestra cinematografía. La de una castita endogámica, cerrada, henchida de inmotivada fatuidad y entregada a un narcisismo desprovisto de autocrítica. No es talento lo que falta. Esa carencia existió algunos años atrás, en una etapa de triste vulgaridad garbancera, pero ahora hay prestigiosos directores, actores excelentes, competentes técnicos y solventes guionistas. El problema, la raíz de su desanclaje con buena parte del público, es el de un acusado sectarismo que le impide sintonizar con todos aquellos espectadores que no comparten su predominante ideología. El español es en su mayoría un cine militante, de vocación partisana, que margina, aleja o desprecia a millones de ciudadanos al tratarlos con una incomprensible y displicente falta de empatía. No sólo en el patente sesgo de los valores políticos, morales o intelectuales de las películas, sino en la arrogante parcialidad de un colectivo imbuido de desdeñoso sentimiento de superioridad progresista. España tiene un cine hemipléjico, desacompasado en sus unívocos planteamientos ideológicos de una realidad social mucho más compleja, heterogénea y plural. No resulta en absoluto casual que las películas más taquilleras, las de los Bayona, Monzón o Alberto Rodríguez, y las series televisivas de mayor éxito respondan a planteamientos universales y abiertos, fáciles de compartir por amplios sectores de la sociedad sin ver agredidos sus convicciones ni sus principios. No se trata de hacer constructiva pedagogía moral con buenas costumbres no sale buena literatura, decía Andrè Gide sino de integrar al público a través de sus propios intereses en vez de imponerle narrativas de pensamiento único. Cada realizador o cada guionista tiene derecho a no ser neutral y a plantear su visión del mundo, pero el conjunto de la producción española destila una parcialidad excluyente que anula de hecho la libertad de elección del consumidor y lo empuja hacia producciones extranjeras de menor carga doctrinaria. O simplemente más respetuosas con la diversidad contemporánea. Más allá de su escaso ingenio y de su ritmo tedioso y torpón, la fiesta de los Goya ejemplifica ese sentido mesiánico que irrita a una considerable porción de la opinión pública. Ese aire victimista y pretencioso de un grupo autosatisfecho que reivindica desde un sedicente vanguardismo intelectual excepciones y privilegios fuera del alcance de cualquier otra industria. Esa persistente matraca que siempre trata de colar la tramposa confusión entre ideología y cultura. M JM NIETO Fe de ratas

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