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ABC MADRID 04-02-2017 página 13
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ABC MADRID 04-02-2017 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 4 DE FEBRERO DE 2017 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA RECULAR PARA COGER IMPULSO Perdida la batalla de la conciencia, el católico reculante puede consolarse pensando que al menos ha preservado su posición burguesa U N amable lector me reprochaba el otro día que, como cito mucho a Chesterton, no se acaba de saber lo que yo pienso. Para que se me note más lo que pienso, voy a dejar de citar a Chesterton y empezar a citar a Léon Bloy, un escritor místico y panfletario que murió hace exactamente un siglo, aunque por supuesto nadie lo recordará en su centenario. En vida, Bloy no hizo sino concitar con sus ladridos el odio de ateos furibundos y católicos moderaditos; y, un siglo después, la lectura de Bloy sigue siendo una revulsiva (o repulsiva, según para quién) piedra de toque. En un pasaje especialmente clarividente de su Exégesis de los lugares comunes, Bloy se burlaba de la actitud de los católicos moderaditos, que para combatir el ambiente de su época (o tal vez para preservar su posición burguesa) habían adoptado una actitud consistente en recular para coger impulso Se recula valientemente escribía Bloy, con su característico y corrosivo sarcasmo abandonando al enemigo todo aquello que quiera tomar; incluso, si es preciso, cuando vemos flaquear su línea de combate, se le envían generosamente armas, municiones y desertores Así, reculando valientemente, los católicos blandujos fueron evitando todas las batallas que surgían en su retirada, fueron cediendo terreno para coger mayor impulso. A fin de cuentas, como señala también Bloy, siempre queda el recurso de capitular honrosamente y saltar desde lo alto de las murallas al límpido y tranquilo río de la conciencia, tras una abundante cosecha de patadas en el trasero Así, poniendo el culo para que se lo patearan, los católicos abandonaron la política, confiando en que existía una sociedad cristiana ¡oh, el nunca bien ponderado catolicismo sociológico que se encargaría de llevar la contraria a sus gobernantes. Pero resulta que las leyes promulgadas por esos gobernantes, que en principio parecían aberrantes, lograron moldear la sociedad. Entonces los católicos blandujos decidieron recular un poquito más, para refugiarse en el ámbito de la familia, desde donde podrían tomar un impulso todavía mayor; pero descubrieron que la imagen idílica de la familia ¡oh, nostalgia de aquella carpintería de Nazaret! en nada se parecía al campo de Agramante en que los hijos se revolvían contra los padres y la mujer contra el marido, donde ya no había autoridad que obedecer ni fidelidad que guardar ni piedad que protegiese a ancianos y gestantes, donde todos vivían desparramados y sin sacramentos. ¡Pero no había que preocuparse, pues aún se podía recular un poquito más y así tomar un impulso imparable, refugiándonos en el límpido y tranquilo río de la conciencia Pero, ¡oh sorpresa! resulta que para entonces la conciencia ya no estaba dispuesta a afearnos lo que habíamos admitido políticamente, lo que habíamos acatado socialmente, lo que habíamos acogido familiarmente. Resulta que, para entonces, la conciencia ya no era más ese río límpido y tranquilo que habíamos soñado, sino un río enturbiado desde su mismo manantial, un río de aguas fangosas y arremolinadas del que nuestros hijos bebían sin inmutarse y en el que chapoteaban gozosamente, porque consideraban ¡con razón! que ese río era el único disponible; y la invocación de un idílico río de aguas límpidas era una apelación trasnochada e irrisoria a un mundo inexistente. Claro que, perdida también la batalla de la conciencia, el católico reculante puede consolarse pensando que al menos ha preservado su posición burguesa. Pero se equivoca, porque al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Al final, hemos acabado citando el Evangelio, por si la cita de Bloy no era del todo clara. IGNACIO CAMACHO PINTURAS DE GUERRA Las escenas de Dalmau son una mirada a la Historia de España, con su turbión de sangre y gloria, de heroísmo y tragedia D JM NIETO Fe de ratas OS jinetes carlistas y un perro. El humo de una hoguera, un campo yermo y un crepúsculo con luz de derrota. A Augusto Ferrer- Dalmau le fascina el carlismo porque es una romántica historia de perdedores, una conmovedora épica del fracaso. El cuadro, proyectado a gran formato en el auditorio de Jean Nouvel para el Reina Sofía, surge como sereno contrapunto de un aluvión de escorzos de combate, de cargas de caballería, de gestos de horror y de fiereza, de fuego y de sangre, de caras contraídas por la adrenalina o el miedo. Los dos soldados de Zumalacárregui regresan de una guerra (civil) perdida y se recortan contra el horizonte simbólico de una España hecha de heroísmo y de tragedia, de melancolía y de optimismo, de gloria y de desaliento. Dalmau parece el brazo de Pérez- Reverte. Su pincelada pujante, vigorosa, vibrante, plasma la mirada de nuestro Dumas como si escribiese libros al óleo. Reverte es más complejo, más áspero, más duro, quizá porque ha visto con sus ojos la violencia desabrida, impía, y el dramatismo amargo del escenario bélico. El pintor de batallas es su novela más honda y personal, la que refleja con mayor intensidad el vértigo moral de la guerra y sus secuelas de conflicto interior, de desgarro auténtico. Juntos, el artista y el escritor brincan charlando en una tarde húmeda de viernes sobre dos planos de un mismo género. Una mirada dual sobre la Historia de la crueldad, de la bravura y de la desesperación; esa amarga Historia sin remilgos que el pensamiento débil ya no enseña en los colegios. La suya es una conversación sobre España. Las escenas militares de Dalmau son reflejos del pasado nacional con todas sus dolorosas contradicciones, con todo su turbión de sangre y lágrimas. Los tercios de Rocroi apiñados ante la carga final, Cervantes blandiendo la espada en Lepanto, Gálvez erguido ante los ingleses en Pensacola, Cortés camino de Tenochtitlán, Prim a caballo en Wad- Ras, el regimiento Alcántara en su asalto suicida, la última artillería de Belchite, la División Azul perdida en un infierno de nieve. Hasta una patrulla pisando el suelo árido de Afganistán con las armas prestas ante la amenaza silenciosa del desierto. España con su pasado trágico y sublime, honorable y canalla; España descalabrada y victoriosa, agónica siempre en su destino incierto. España rebelde, España dominadora, España vencida, España heroica; España de la rabia y del coraje, soberbia, arrebatada, colérica, generosa. Y también una España enfrentada consigo misma, cainita y desgarrada, arrastrada por los feroces demonios del sufrimiento. Así hemos sido y así hemos de asumirnos: un país de titanes y de granujas, de valientes y de traidores, de caballeros y de truhanes, de asesinos y de misioneros. Y esas escenas de truculencia y de grandeza son el testimonio de una memoria esencial que no se puede borrar sin riesgo de dejar de conocernos.

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