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ABC MADRID 04-02-2017 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA SÁBADO, 4 DE FEBRERO DE 2017 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO PEDRO NO FALLA Basta con ponerle un micro para que hable mal de su país OS pozos a veces se secan. Hace ya más de diez años que el hombre no acierta y es probable que su obra, tan fosforescente, envejezca mal. Pero aun así sería absurdo subestimar el arte del joven Pedro Almodóvar y su inmenso mérito. Un chaval de familia humilde, salido de un pueblo de La Mancha, hoy goza del aplauso del mundo y de dos Oscar en su sala de estar. Una proeza así no está al alcance de cualquiera. Se requiere un talento y un tesón muy especial. Almodóvar el joven, no el santón de 67 años que trasluce un inexplicable amargor inventó una forma de mirar desprejuiciada, pop y llena de humor. Tenía un oído prodigioso para captar la voz y el alma femeninas y parecía poseer hilo directo con el palpitar de la calle, incluidas sus arterias subterráneas. Después se hizo famoso y mayor, y su don se perdió por el camino. Tal vez de ahí mane su irritación. Almodóvar ha trabajado mucho con Banderas. Pero hay algo que los convierte en antagónicos. El actor siempre habla bien de su nación, vaya donde vaya; en Hollywood, en la Inglaterra donde ahora estudia moda, en sus procesiones malagueñas... Por el contrario, el director siempre despotrica de su país. Pedro no falla. Basta ponerle un micro en boca para que se lance a rajar contra España y los españoles. El País ha tenido la bonita idea de reunir a los directores que aspiran a los Goya. Pero aquello parecía un inventario de excusas. Venían a decir que si sus películas no triunfan al nivel de su indiscutible calidad, se debe solamente al pérfido Gobierno mariano y a la burramia general del público español, cuyo paladar embotado no sabe valorar el exquisito néctar de tan egregios creadores. Huelga decir que el más quejumbroso era nuestro Pedro, que llegaba a proclamar que los españoles han cambiado de gustos, pero para mal ¿Se ha atrofiado la sensibilidad del público o se habrá apagado la chispa almodovariana? Es evidente que la España de hoy resulta un entorno crudelísimo, que pone las cosas muy difíciles a la actual cosecha de colosos de nuestro cine. No tienen las ventajas de Luis Buñuel, que inició su obra en la riquísima España de los años treinta, en la que no había ni un analfabeto y donde los labriegos declamaban a Petrarca y los marineros leían en griego las andanzas de Ulises. Los directores de hoy no navegan con el viento de cola, como Buñuel, que tuvo la suerte de tener que marcharse al exilio y luego buscarse la vida saltando por EE. UU. y México. O la fortuna de Luis Berlanga, que primero se tragó un formativo paso por la División Azul y luego hubo de construir su carrera regateando a la censura franquista. Buñuel y Berlanga son dos cimas del cine español. Pero claro, lo tenían a huevo. No existían las subvenciones ministeriales, ni el dinero de las productoras televisivas, ni la inmensa abundancia de actores y medios tecnológicos de la España de hoy. En aquellos tiempos triunfar en el cine estaba tirado. Pero ahora, en una España que es uno de los veinte países más ricos del mundo, con las películas subvencionadas, con un público que entre vídeos, internet y salas ve más títulos que nunca... Conclusión: si a Almódovar le sale un pestiño, la culpa es de Montoro. L HORIZONTE RAMÓN PÉREZ- MAURA LECCIONES DE ÉTICA PERIODÍSTICA Sorprenden a lo largo del libro de Cebrián la cantidad de errores factuales y valoraciones inverosímiles que hay en él ONTRA mi intención inicial he dedicado un par de vuelos transatlánticos a leer Primera página. Vida de un periodista 19441988 la hagiografía de sí mismo que ha redactado Juan Luis Cebrián. Quien no tiene abuela está en su derecho a aplicar la máxima de que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Pero aún así es bien triste no tener en la vida algún amigo que te haga ver tu propia desmesura. Para que no haya lugar a dudas, la cosa apunta maneras desde la misma dedicatoria del libro: A Daniel, Eva, Juan, Rebeca, Rafael y Teresa; a los hijos de mis hijos, para que conozcan su estirpe No es para que conozcan su familia, ni a su padre o abuelo, ni a sus mayores, ni a la sangre de su sangre... No. Es para que conozcan la acendrada estirpe de los Cebrián. La zafiedad de algunos pasajes es verdaderamente notable, como cuando explica que monseñor Eijo Garay extendía el brazo enhiesto cual divino falo, que culminaba en un anillo pero requiere mucho ingenio académico hacer ese tipo de frase con doble sentido. Sorprenden a lo largo del libro la cantidad de errores factuales y valoraciones inverosímiles que hay en él. Así habla de el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio María Castiella, un oscuro democristiano que, junto C con su embajador ante la Santa Sede, precisamente Ruiz- Giménez... Oscuro e ignoto, porque es difícil sumar más dislates en sólo 23 palabras. Castiella se llamaba Fernando María y es la persona que más tiempo seguido ha ocupado el Ministerio de Asuntos Exteriores en la historia de España: 12 años, 8 meses y 2 días. Y difícilmente pudo ser Ruiz- Giménez su embajador en la Santa Sede, porque don Joaquín con quien luego colaboró Cebrián en Cuadernos para el Diálogo estuvo destinado en Roma entre 1948 y 1951 y Castiella asumió Exteriores en febrero de 1952. Minucias. Igual imaginación demuestra cuando habla de la alcaldesa de Santander que quería ocultar con velos las cariátides en cueros de la Plaza Porticada Lo que parece difícil e improbable considerando que desde que se inauguró la plaza en 1950 Santander no ha tenido una alcaldesa hasta... 2016. Qué más da. Habla de su asistencia en enero de 1985 a la toma de posesión de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua tras el triunfo de la revolución sandinista Tras pero muy tras Porque la revolución sandinista triunfó en 1979 que fue el año que Ortega asumió el poder por primera vez. Y tantos otros ejemplos. Pero lo verdaderamente increíble de este libro, lo éticamente más repulsivo, es la explicación que da Cebrián de cómo ETA ofreció a El País una entrevista con el diputado secuestrado Javier Rupérez y cómo él estaba dispuesto a pagar los varios millones de pesetas que pedía la banda por la exclusiva no se la fueran a pisar. No contento con eso, intentó que el propio Gobierno abonara la cantidad a ETA. A Javier Rupérez corresponde contar el asco que sintió cuando comprendió que el que había sido su íntimo amigo de juventud estaba mercando con su secuestro por una banda de asesinos. Porque muertos la mayoría de los protagonistas de estas páginas (Ortega, Polanco, Fraga, Areilza, Marías... Rupérez es uno de los pocos testigos vivos de algunas de las peripecias reconstruidas por Cebrián. Después de leer esto yo me pregunto cómo es posible que todavía se pretendan dar leciones de ética periodística. A alguno le convendría empezar por contemplarse en el espejo y sostener la mirada.

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