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ABC MADRID 27-12-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA MARTES, 27 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU EMOCIONES El peor indicio de esta época española es que nadie, absolutamente nadie, nos habla como a adultos E N términos políticos, los elogios mayores al discurso del rey se debieron a sus discretas conminaciones a dialogar, a cumplir la ley y a no sabotear la armonía democrática con anhelos estériles. Tenemos el listón bajo: estas obviedades sólo pudieron impresionar a aquellos que temieran que un rey de España aprovechara la infiltración navideña en nuestros salones para proclamar la independencia de Cataluña con una estelada anudada en la cintura y, ya de paso, declarar la reanudación de la Guerra Civil. ¿Un rey defendiendo la unidad de España y la convivencia en paz? Cáspita, no salgo de mi asombro. Aparte de estas referencias tangenciales, los exégetas tuvieron que admirar la despolitización del mensaje con un entusiasmo sólo comparable al que emplearon para elogiar el compromiso político en las navidades anteriores. La sensibilidad social del rey, su cercanía, éste es el descubrimiento, casi con valor de epifanía, que irradia esta Navidad la providencial Jefatura del Estado. Supongo que a los intentos de cultivar una cercanía como de gente que se encuentra en el ascensor en un barrio de clase media tenemos que atribuir, por parte del rey, el cada vez más engorroso empleo del tuteo, síntoma protocolario de unos tiempos empeñados en igualarnos como tropa alienada en el concepto de Gente donde hasta las reglas ortográficas se hicieron laxas para evitar discriminaciones y fracasos. Oscilamos entre el tuteo falangista de Podemos y el tuteo guay del Starbucks, entre los cuales se ubica el del rey cuando convierte su discurso en una arenga del coaching con el que pretende estimularnos como si estuviéramos en el túnel de vestuarios a punto de saltar a la cancha para disputar un sentido del destino colectivo. Ese puñito alentador, ese vamos, coño, que somos los mejores. Ese reunirnos los españoles todos en una piña, soldadas las manos, para gritar aúpa y a por el lunes. El rey se nos convirtió en un gurú de la autoayuda. En una figura paternalista que ha cambiado por condescendencia y tuteo la severidad de sus antepasados. El peor indicio de esta época española es que nadie, absolutamente nadie, nos habla como a adultos. Es posible que ni siquiera lo merezcamos, eso no lo discuto. Pero hasta el rey nos resulta naif cuando expone esa idea suya de que allá donde esté un español florecerán las virtudes solidarias. No sé qué es peor. Que crea que los españoles somos, por derecho de nacimiento, de mejor condición que los belgas. O que, a esta altura de la historia, no se haya enterado todavía de que allá donde esté un español florecerá el odio a otro español, así como el intento de matarlo. Es curioso que se elogie la actitud de un rey que deserta de los asuntos políticos de su tiempo para soltar generalidades del tipo tol mundo é güeno Es posible que los adultos con inteligencia prefieran que se les hable como a tales. Al fin y al cabo, la patente del sentimentalismo y del tráfico de emociones era algo por lo que nos burlábamos de Podemos. COSAS MÍAS EDURNE URIARTE CONTRA MERKEL... Y CONTRA AZNAR Las debilidades políticas de las democracias frente al terrorismo islamista son las mismas entonces y ahora OCE años después de la matanza del 11- M, los extremistas reaccionan al atentado islamista de Berlín de la misma manera que entonces en España, intentado inculpar al presidente del Gobierno, entonces a Aznar, ahora a Angela Merkel. Los de Alternativa para Alemania han llegado a afirmar que son los muertos de Merkel que es lo mismo que decían los ultras de aquí de Aznar y de las víctimas del 11- M, un reflejo de que las debilidades políticas de las democracias frente al terrorismo islamista son las mismas entonces y ahora, y en el resto de Europa como en España. La falta de determinación y consenso para combatirles eficazmente en sus territorios, por un lado, y la fragilidad política y moral para resistir sus ataques en nuestros propios países. Hay algunas diferencias entre quienes acusaron a Aznar de los muertos del 11- M y quienes acusan a Merkel de los muertos de Berlín. Que es la extrema derecha la que lidera en Alemania la nauseabunda acusación y que es la extrema izquierda la que lo hacía aquí, aliada con el socialismo. Una vergüenza histórica que la izquierda democrática española sigue intentado excusar hoy en día con aquello de que su protesta se debía al intento de manipulación informativa del Gobierno de Aznar Pero lo que le ocurrió al socialismo es que no pudo resistir la ten- D tación de sumarse o de co- dirigir (Iglesias discute a Rubalcaba el liderazgo de aquella movilización contra el Gobierno por los atentados del 11- M) la ola populista que pretendió y logró explotar electoralmente el miedo y la indignación de una parte de los ciudadanos por lo que consideraba un castigo a nuestro apoyo a la guerra de Irak. Eso sí, la izquierda moderada ha criticado ahora con dureza la reacción de los partidos de la extrema derecha, como si hubiera alguna diferencia moral entre los ataques a Merkel y los que hubo aquí contra Aznar. Como si culpar a los gobiernos de los atentados por las políticas de inmigración y de refugiados fuera más grave que hacerlo por el apoyo a operaciones militares internacionales con otros países democráticos. Entre la xenofobia de la extrema derecha y la comprensión ideológica del fundamentalismo islámico por parte de la extrema izquierda, no parece que haya grandes opciones de elección virtuosa. Pero ambas, la segunda mucho más comprendida y apoyada que la primera, son dos de los flancos por donde se debilita y se debilitará la unidad frente al terrorismo. Y tampoco hay que olvidar los efectos disolventes de quienes cuestionan la labor policial en cada atentado, estos que pretenden la seguridad total, como si un terrorismo no suicida y de un volumen muchísimo menor que el islamista, como ha sido el de ETA o el de otros grupos terroristas de extrema izquierda en Europa, no nos hubiera enseñado la imposibilidad de la seguridad total y la acusada vulnerabilidad de las sociedades libres frente a los ataques terroristas. Este es el contexto social y político europeo, que conoce muy bien el terrorismo fundamentalista y cuyas contradicciones pretende exacerbar en cada atentado: los efectos del terror multiplicados por los efectos de la división política. Frente a ellos, los países europeos carecen de decisión y estrategia para combatir militarmente al terrorismo fundamentalista en su territorio y también están lejos de una unidad social, política e intelectual que mantenga los valores, la fortaleza moral y la serenidad cada vez que haya un ataque terrorista. Han cambiado demasiado poco las cosas desde los atentados del 11- M, como acabamos de comprobar tras el atentado de Berlín.

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