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ABC MADRID 26-12-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 26 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC SERÁS PERDIDO Y OLVIDADO Elegía de Luis Auserón: Lo siento, rock roll, no puedo más ERÁS perdido y olvidado... es todo. Excéntrico, como sólo un bajista puede serlo, dos pasos por detrás en la escena y un tiempo por delante del grupo al que anticipa ritmo y tono y al cual, en rigor, nunca pertenece, porque un bajista toca desde el otro mundo, en mi memoria Luis Auserón es esa sombra huidiza de un concierto en Rock- Ola, como bordeando siempre el paredón de sombra que protege el vértice derecho del escenario. 1983, puede. Yo era joven. Y ellos más. Mejor no pensar ahora en lo que somos. Algunos han muerto: la gente de esos años se empeñó en morir mucho y muy deprisa. Otros recordarán, de aquel concierto, la imagen triunfadora del guapo cantante de Radio Futura, en su tan genêtiano jersey de rayas marineras. Pero yo atendía sólo a la sombra huidiza en el segundo plano del vértice derecho de la escena. Y al bordón que hacía rebotar la sala. Suele pasarme lo mismo cada vez que veo a los Stones: la imagen fantasmal de Richards me eclipsa la impositiva presencia suprema de Jagger. Serás perdido y olvidado... En el año mismo en que el antaño desgarrador Bob Dylan fue transmutado en carne de Academia, arrastrando en su ridículo a la grandísima Patti Smith, Luis Auserón hace emerger de las sombras su disco más grande. De título entre Pacioli y Spinoza: Lógica y proporción. Pero la áurea proporción numérica trasluce, al poco de escuchar sus combinatorias, aquella matemática domadora de tinieblas y de infiernos que invocaban los Cantos de Maldoror: ¡Oh, matemáticas severas, nunca os he olvidado... Y la elegía de Luis Auserón se cifra en una confesión sencilla: lo siento, rock roll, no puedo más El tiempo, ese mal primordial que nos mata mucho antes de matarnos, ha extendido su niebla sobre todos cuantos nos soñábamos intemporales (todo joven sueña serlo) en aquellos años. Últimas copas. Es hora de ir cerrando. Y seguimos bailando al borde del tejado Hace años muchos yo escribía que el rock roll era la última poesía viva de nuestro tiempo. No era tan joven, ni tan ignorante, ni tan onánico, ni tan ingenuo como para suponer relevancia mayor a sus textos. Ha habido textos grandes los de Cohen o Cave, pienso más que los de Dylan en sus canciones, pero eso es secundario. La poesía del rock roll no era literaria. Su matriz es nietzscheana: el poeta que hace de sí mismo su poema. Es una apuesta de intensidad mayor y muy poco agradable: la de la vida que arde en prematura llamarada, sin dejar siquiera cenizas. Empezamos a entender el envite con Hendrix y con Joplin, con Morrison... Lógica y proporción, reclama Luis Auserón ahora. Mas ni la lógica ni la proporción atenúan la tragedia de ese oficio que fuera el de Reed, el de Bolan, Nico, Moon, Thunders, Bonham... Y a los sesenta años cumplidos, no hay superviviente ya que no lo sepa y que no constate que no puede más. Y que no haya aceptado ya que sólo le queda por delante el noble destino del oficio poético que Auserón cifra: lo siento rock roll... serás perdido y olvidado S EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA MALOS AUGURIOS La toma de Palmira nos enseña que Estados Unidos sigue prestando apoyo, siquiera por omisión, al Estado Islámico L A liberación de Alepo ha sido presentada por el presidente Al Assad como el principio del fin de la guerra que ha asolado Siria durante los últimos seis años. El propio Putin, en una apoteósica rueda de prensa ante mil quinientos periodistas, ha magnificado el acontecimiento y exaltado la participación militar y diplomática rusa. Se trata, naturalmente, de propaganda de guerra género limítrofe con la ciencia ficción. La liberación de Alepo es consecuencia directa del desconcierto generado por la derrota de Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses, que ha alterado los planes del mundialismo e interrumpido al menos momentáneamente la provisión de armas al Estado Islámico. En este clima de desconcierto, el declinante figurín Obama (siempre preocupado de no perjudicar su imagen) se ha lavado las manos. Y a este inopinado vacío de poder hay que sumar, naturalmente, la actitud ambigua del emberrinchado Erdogan, que desde que descubriera que sus aliados le estaban haciendo la cama coquetea con los rusos. Fue esta situación de indeterminación lo que dejó en desventaja al Estado Islámico oposición moderada en la jerga oficialista) Así se explica la liberación de Alepo, que aunque constituye una victoria militar para Al Assad y Putin ha sido sin embargo una aplastante derrota mediática, pues el Estado Islámico ha contado con la complicidad de toda la prensa mundial, que ha dado pábulo a las más burdas intoxicaciones, divulgando imágenes trucadas (con mucho niño repetido y rociado de salsa de tomate) y sacándose del magín fantasmagóricos hospitales que, por supuesto, siempre eran bombardeados por la aviación rusa. No debe tampoco olvidarse que, mientras Alepo era liberado, la emblemática ciudad de Palmira era tomada de nuevo por el Estado Islámico, merced a la ayuda brindada por las tropas estadounidenses destacadas en Irak, que aseguraron un pasillo para que los yihadistas en retroceso pudieran entrar en Siria como Pedro por su casa. La toma de Palmira nos enseña que Estados Unidos sigue prestando apoyo, siquiera por omisión, al Estado Islámico y a sus aliados en la región; también que el ejército sirio se halla en situación agónica (no en vano el mundialismo amparó el éxodo de decenas de miles de desertores, disfrazándolos de refugiados y que es incapaz de defender las plazas reconquistadas al enemigo; pero sobre todo prueba que Rusia teme comprometer la vida de sus soldados más allá de los consabidos ataques aéreos. Pues no debemos olvidar que las tropas rusas en Palmira pusieron pies en polvorosa, tras destruir sus instalaciones y arsenales, sin librar batalla contra los combatientes del Estado Islámico. Esta retirada resulta todavía más desazonante si consideramos que en su día Rusia convirtió la liberación de Palmira en un hito histórico que rentabilizó propagandísticamente al máximo. Pero el asesinato de su embajador en Ankara, así como el reciente derribo en el mar Negro de un avión militar que volaba a Siria, nos demuestran que la pretensión rusa de participar en la guerra de Siria sin lamentar víctimas es quimérica. Lejos de constituir una victoria definitiva sobre el Estado Islámico y sus aliados, la liberación de Alepo podría ser el revulsivo que desate su furia. Falta ver cuál es la actitud que Trump adopta en el conflicto; pero nos cuesta creer que un presidente yanqui vaya a secundar a Rusia, sabiendo que los aspavientos patrióticos de sus paisanos se nutren en gran medida de paranoias rusófobas. Y Sión sabrá tañer el arpa muy convincentemente, para adormecer las promesas electorales de Trump.

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