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ABC MADRID 21-12-2016 página 13
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ABC MADRID 21-12-2016 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 21 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS EL APODERADO DE CURRO Cisneros parecía un catedrático de instituto más que el apoderado C OMO me gusta ir siempre a contraflecha, cuando todo el mundo habla del empoderamiento yo voy a escribir hoy del apoderamiento. De un apoderamiento de arte. De un apoderado insólito. Verán: el 3 es un número mágico en el toreo. En los festejos actúan tres diestros; cada uno lleva en su cuadrilla tres banderilleros; la lidia tiene tres tercios; se ponen tres pares de banderillas; suenan tres avisos para echar a un toro al corral. Pues hubo una vez en Sevilla una de estas triadas capitolinas del toreo, de las que surgió un mito legendario. Coincidieron un empresario único, altruista, incluso aficionado a perder el dinero con tal de cumplir sueños de carteles. Se llamaba Diodoro Canorea. Encontró la horma de su zapatilla torera en un diestro de arte, un sueño de Sevilla hecho breve capote y dominadora muleta planchada en una figura erguida, como de bronce. Se llamaba (y se sigue llamando, y por muchos años) Curro Romero. Quien, a su vez, halló las dimensiones exactas de su breve capotillo en un apoderado excepcional, atípico, que no tenía al dinero, sino arte. Se llamaba Manuel Cisneros este apoderado aragonés, taurino de paladar, que mandó en el Toreo cuanto se podía y un poquito más. Si a esa triada capitolina de Canorea, Romero y Cisneros le sumamos Sevilla, tendremos la mágica razón de la creación de un mito, una filosofía, una estética, cual el currismo. Nos ha dejado Cisneros y de aquella triada ya sólo queda Curro... y Sevilla. En la soledad de los héroes y los mitos, Romero ha sentido como pocos la muerte de su Manuel Cisneros. Era Cisneros un aragonés serio y recto donde los hubiera, que había querido ser torero. El único que podía estar junto a Curro. El que le encontró su sitio exacto, después de haber sido el Faraón poderdante de tantos taurinos que nunca llegaron a comprender su arte. Lector fecundo, muy entendido en pintura, Cisneros conocía como pocos las miserias y grandezas del Toreo. Y le tenía un respeto impresionante a esta Sevilla en la que, como legacía de Balañá sobre Canorea, ejerció de sacerdote en las nupcias civiles entre la simbología de la ciudad y el mito del Faraón. Era una insólita excepción de señorío en un mundo de chuflones como es el planeta de los toros. Lo veías y Cisneros parecía un catedrático de instituto de alguna ciudad de su Aragón más que el clásico apoderado al uso de puro, guayabera, jipijapa, tumbaga, comilona, querindonga y poca vergüenza. Buen conversador, tolerante, Cisneros era de la respetable estirpe de los españoles que crecieron en familias republicanas. Sufrió la amargura de la derrota de muchas ilusiones tras el Desfile de la Victoria. Y permaneció por libre fiel a esas ideas, defraudado como muchos españoles por la esperanza en la izquierda tras la recuperación de la democracia. Harto de coles como muchos rojos por el plan antiguo, como lo era también el republicano Canorea. En los 80, Cisneros llegó a mandar en el Toreo más que nadie; yo creo que más que Camará en los 40. Pero en silencio, cuando Barcelona era Barcelona y Balañá era Balañá. Como a Balañá las que le interesaban eran las salas de cine, dejó sus plazas en manos de Cisneros. Que, apunten, llegó a llevar la contratación de toreros y compra de toros de Barcelona, Palma de Mallorca, Barbastro, Huesca, Calatayud, Medina del Campo, Almagro, Manzanares, Guadalajara, Linares, Jerez, El Puerto y Huelva, además de una especie de comisariado vigilante sobre la empresa Pagés en Sevilla, ante la asfixia económica de Canorea. Y aunque tuviera Cisneros todas estas bazas del toreo en su mano, con su modestia, nunca desafió a nadie como su cardenal colombroño: Estos son mis poderes Cuando su poder mágico supremo fue la acuñación y perpetuación, con Canorea, de Curro Romero como mito de Sevilla. IGNACIO CAMACHO LOS ESCOMBROS DEL PSOE La actual zozobra del PSOE no es tanto culpa de la ambición de Susana Díaz como de la gestión catastrófica de Sánchez E JM NIETO Fe de ratas L año en que Pedro Sánchez quiso gobernar lo va a cerrar el PSOE con una estimación de 70 diputados. Convaleciente de una seria fractura interna, descabezado y envuelto en un conflicto de poder orgánico. Ese es el balance de un dirigente que antepuso su proyecto personal a la consolidación de su liderazgo. Para ser presidente en España no hace falta ganar elecciones, pero hacerlo adelanta mucho el trabajo. Sánchez despreció ese trámite y se enfrentó a toda la nomenclatura socialista hasta aislarse en un delirio solitario. En las últimas semanas, los líderes históricos del partido Gonzaléz, Zapatero, Rubalcaba han revelado con detalles y por turnos el momento en que perdieron la confianza en él y dejaron de hablarse; con los actuales barones tenía desde hace tiempo todos los puentes volados. La actual zozobra del PSOE no es tanto culpa de la ambición de Susana Díaz como de la gestión catastrófica del sanchismo. En vez de ampliar sus apoyos tras ganar las primarias como candidato delegado, se saltó a los dirigentes territoriales y le hizo la pirula a una mentora que si algo tiene demostrado es su dominio conspirativo. Con su torpeza le regaló a Díaz medio partido, el de los descontentos, el de los relegados, el de los excluidos. Y luego cometió el mayor error, que fue su doble porfía por presidir un Gobierno multipartito. Si hubiese consentido la investidura de Rajoy en enero habría sido el verdadero referente de una legislatura a su arbitrio. Sólo logró perder votos, escaños y al final su propio cargo, que acaso todavía sueñe con recuperar porque es un político acostumbrado a cegarse con espejismos. Tal vez lo que intente con su campaña blablacar sea evitar el paseo triunfal de su enemiga, forzar la tensión para propiciar el surgimiento de un aspirante tercerista. A Patxi López le gustaría postularse, pero se ve perdedor frente a un susanato que controla la mitad de la organización en España y el ochenta por ciento en Andalucía. Por ahí anda Ramón Jáuregui, con Rubalcaba detrás y más dispuesto de lo que en público reconoce; sería un lujo para el país y para la socialdemocracia, que quizá no esté en condiciones de merecérselo. Cualquier vía de consenso requiere que Díaz dé un paso atrás, y sus rivales están intentando intimidarla, restarle seguridad, crearle dudas, provocarle titubeos. Para tratar de disuadirla le van a plantear una solución de unidad agarrándose a su propio discurso sobre la necesidad de coser los desgarros. La cuestión es que ella se considera mejor costurera que cualquier adversario. Si se decide a afrontar unas primarias las ganará, pero todo el mundo sabe que prefiere la aclamación y trabaja en una candidatura sin competidores como sugiere Fernández Vara aunque no encuentre unanimidad en el entusiasmo. La suya es una apuesta fuerte: entrar en las ruinas de Ferraz pisando los escombros bajo palio.

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