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ABC MADRID 11-12-2016 página 69
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 11 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es cultura CULTURA 69 FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR DOMINGOS CON HISTORIA EN BUSCA DE UNA IDEA DE ESPAÑA Entre Sartre y Camus Recuerdo del dilema de los intelectuales españoles entre los dos autores E ran esos tiempos en que el inconformismo y la esperanza recorrían aquella sociedad del bienestar levantada por Europa sobre las cenizas materiales y morales de 1945. Ni el descontento tenía el tinte de desesperación que canceló el espíritu de tantos hombres tras la Gran Guerra, ni la esperanza se cubría con la mugre utópica que prescindía del respeto a la condición sagrada del individuo. Algunos espíritus inquietos descubrieron en esos años al Marx de los Manuscritos de París redactados por un filósofo recién doctorado que pensaba más en la necesidad de eliminar la alienación laboral y devolver su carácter esencialmente humano al trabajo, que en realizar la fría contabilidad de la plusvalía y planificar la violencia ineludible para lograr la transformación del mundo. Importaba más el hombre que la clase social. Poco tenían que ver aquellos textos con las doctrinas que habían sustentado las estrategias reformistas o revolucionarias del movimiento obrero. Junto a estos revisores de una tradición arrinconada por la momificación de Marx en el museo de los horrores estalinista, se alzaron los cristianos más despiertos, enarbolando en el personalismo y en las encíclicas de Juan XXIII una nueva perspectiva justiciera frente a la autosatisfacción materialista y el hedonismo exterminador. Los sesenta fueron años de crecimiento económico y progreso técnico, pero también de severas advertencias de los jóvenes que no habían vivido la tragedia de la guerra mundial, y le exigían a nuestra cultura que diera muestras de su propia coherencia humanista. El Nobel y la muerte En la España en la que cada día clamaban más voces por la reconciliación, aquellos debates entraron en círculos reducidos, pero influyentes. De todo lo que llegó de la febril Europa, vale la pena recordar la entonces obligada elección entre Albert Camus y Jean Paul Sartre, lo que significaba tomar partido por la rebeldía o preferir la revolución. Esa sutil distinción lanzada por Camus y que dio título a su célebre ensayo El hombre rebelde tenía ya algunos años cuando pudo ser comprendida a fondo en España y cuando adquirió una tensión propia en los conflictos ideológicos de la oposición al régimen de Franco. Camus había muerto demasiado joven, en 1960, tres años después de la concesión del Premio Nobel de literatura, en un accidente de automóvil. Sartre recibió y rechazó la misma distinción en 1964. Diez años atrás al frente de Les Temps Modernes había tratado de destruir la reputación de Camus que denunciaba el sucio despliegue de la revolución en la historia corrompiendo la pureza generosa del hombre rebelde. Ese hombre era el ser libre, inconformista, que negaba cualquier compromiso con la esclavitud ajena, que rechazaba toda coartada de la opresión y reivindicaba la sangre de los inocentes vertida en nombre de las grandes causas sin más espíritu que la ambición de poder. Con socarrón desprecio, una vez decidió Camus que la amistad entre ambos era ya imposible, Sartre le recordó la obligación de escoger uno de los dos campos enfrentados en la Guerra Fría. Cuando falleció su oponente, el autor de La náusea le rindió un sobrio homenaje, haciendo de Camus el mejor exponente de la tradición de los moralistas franceses. No le faltaba razón. Camus había impuesto en la conciencia de la tragedia del siglo XX el vigor del hecho moral, las preguntas que debemos hacernos sobre los límites de nuestra conducta. Y había proclamado con rotundidad el fracaso de todas las corrientes revolucionarias al tratar de combinar la sed de poder y la lógica de la dominación con la condición rebelde del hombre, de su libertad frente a la marcha impasible de la historia. La acusación de equidistancia disparada contra Camus, por referirse a las manos manchadas de sangre de quienes legitimaran la violencia en nombre de cualquier causa, no podía ser más injusta. Cruel paradoja la de tildar vejatoriamente de neutral a quien antes no había dudado en Diatriba arriesgar su vida en la Camus la hora de su Resistencia contra los Rebeldía o reivindicación, nazis revolución era la cuando esa historia La rebeldía o la universal que había revolución. Esa era elección de quienes no denunciado acabó la elección de quiese conformaban con la dándole la razón. nes no se conformaEspaña del milagro En efecto, el siglo ban con la España XX fue el siglo del del milagro econóeconómico miedo, no por la capamico O Camus, o Sarcidad de terror que getre. Por entonces, la maneró, sino por la compliciyor parte de los requeridos dad de tantas generaciones de a esta selección se quedaron con Sartre. Quizás no tenían la madurez, escritores, artistas y filósofos con esa la experiencia, la crítica de sus pro- revolución que amputaba la rebeldía pias tradiciones vencidas en la gue- del hombre ante un mundo injusto. Y rra civil para comprender la profun- en la España en la que se agrupaban didad de Camus. Quizás no estaban quienes buscaban recuperar la convitan dispuestos como creían a nadar vencia perdida, la elección correcta contra la corriente. Porque en aque- era la del sueño de Camus. Ese indillos años, había que tener mucho va- viduo esperanzado, insobornable, que lor para aceptar la andanada de re- entendía la historia como fruto de la proches lanzados por Camus contra libertad y no como todo lo que oculas presuntuosas actitudes de supe- rría a costa de la plena realización del rioridad moral de la izquierda comu- hombre. En esa España que despernista. Pero, sobre todo, había que te- taba la protesta del autor de La pesner mucho coraje intelectual para lan- te un agnóstico desengañado de la zar ese grito solitario y solidario en revolución, se fundió, en un portenmedio del abrumador oportunismo toso cruce espiritual, con la denuncia de los dos bloques de poder en el mun- permanente de los cristianos que se do. Había que tener una especial en- preguntaban, con esperanza y angustereza para no aceptar las trampas tia, dónde había estado Dios en la insondable tragedia del mundo moderideológicas de unos y de otros Mucho tiempo después, le llegó a no.

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