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ABC MADRID 09-12-2016 página 13
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ABC MADRID 09-12-2016 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 9 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL BURLADERO CARLOS HERRERA MELANCOLÍA POR LENNON Chapman sabe que ningún progre del mundo abogará por lograr su excarcelación. Mató a Lennon y se mató él A YER, 8 de diciembre, vinieron a cumplirse 36 años del asesinato de John Lennon a las puertas de su domicilio. Un tipo le esperaba y le desparramó una balacera. Era la mañana de un día de diciembre de 1980. Madrugué para encaminarme a aquella emisora de radio a la que dedicaba mis ansias y me topé con una noticia que jamás creí que pudiera producirse: ¿quién iba a querer matar a un Beatle? Yo tenía 23 años y sólo había pillado la influencia de los cuatro de Liverpool en sus últimas bocanadas, muy buenas, por cierto; no obstante, sentía su influencia como si fuera uno de los que crecieron en la feliz evolución de la música rock del principio de los sesenta. Habiendo matado a un Beatle nos han matado un poco a todos y ya nunca las cosas serán igual, me dijo aquella mañana Jordi Sierra i Fabra, que tanto supo de ellos. Matando a John, un tipo que curiosamente nunca me cayó bien, impedían la culminación de un sueño: que los Beatles se reunieran aunque sólo fuera por un día para placer y éxtasis de sus millones de seguidores. Pero John, que era un tipo raro y de una sociabilidad discutible, jamás hubiera accedido a ello, al contrario que Paul, más receptivo. Desde que la electricidad estática que flotaba en torno a los cuatro se hizo insufrible y cargante, el áspero muchacho de las gafas redondas emprendió un camino particular del que ya no iba a apartarse. Muchos de los fanáticos de los Beatles creyeron que el mal lo había traído de Oriente la Gran Bruja Japonesa a la que John conoció en una performance de su arte conceptual, pero Yoko, en realidad, sólo fue el asidero al que agarrarse cuando finalizó una etapa vital agotadora y fecunda. Lennon ya quería hacer otras cosas, florecer a su manera, permitir que también floreciera George cosa que hizo, y de qué forma y olvidarse del mundo en permanente carrera hacia lo conocido y manoseado al que se había condenado. Yoko cargó con la culpa: lo tenía todo, era artista polémica y desconcertante, parecía el dragón que había venido a lavarle el cerebro a aquel chico tan creativo, tenía un aspecto espantoso y era, cuando menos, tan rara como su amado. Sin embargo se amaron, aunque con tropiezos, hasta el último día aquel en el que yo me enteré, desayunando en la cocina de mi abuela Cecilia, de que inexplicablemente alguien le mató. No sabemos hacia dónde habría evolucionado Lennon, como no sabemos lo que habrían escrito Lorca o Hernández de haber sobrevivido a su época cruel, pero sí conocemos las joyas que dejó unos días antes de ser asesinado: más fecundo y brillante que nunca, disponía ya de yemas blandas para la interpretación y la creación. Poco tiempo antes de aquella noche de diciembre en Nueva York, John y Yoko se vaciaron en una impagable entrevista de David Sheff para la revista Playboy en la que se relata todo lo habido entre ellos y el resto de los Beatles. Una cierta melancolía invade hoy a quien se asoma a ese relato disponible en la red en viendo cómo pasa la vida y cómo los contratiempos si es que se puede calificar así a un asesinato redondean en rojo para siempre una fecha imposible de solventar. Mark David Chapman, el asesino, sigue en la cárcel. Lleva tantos años preso como John muerto, 36. De haber ocurrido en España, el tipo andaría bailando por discotecas desde hace más de veinte. Allí no. Algún intento hubo de contemplar su excarcelación, pero a ello siempre se ha opuesto enérgicamente la artista japonesa: sería como volver a matar a John, dice. Esa es la segunda condena de Chapman: sabe que ningún progre del mundo abogará por lograr su excarcelación. Mató a Lennon y se mató él. IGNACIO CAMACHO CLAROSCUROS DE LA HISTORIA Una conspiración monárquica contra el franquismo desencaja el mito épico de la izquierda como única resistencia OR un pliegue de La Historia asoman papeles que sugieren un quiebro en el relato posmoderno del siglo XX español. Una conspiración monárquica contra Franco en 1948. Contactos de Don Juan de Borbón con los líderes republicanos para reinstaurar la democracia. Conatos de creación de milicias interiores, sondeos en busca de apoyo en el Ejército. Esto no encaja en el simplismo narrativo de la pedagogía postzapaterista, la de la Corona como heredera obediente del dictador y la Constitución tutelada por los poderes postfranquistas. Tampoco en la épica de la izquierda como única resistencia bajo la larga noche de piedra Habla más bien de una monarquía activista en los años más duros, los del estraperlo y la autarquía, los de las despensas vacías y las cárceles llenas. Habla de la posibilidad frustrada de una España libre en plena reconstrucción de Europa, acaso en condiciones de haberse sumado al impulso fundacional del Tratado de Roma. Habla de un salto cualitativo imposible que hubiese acelerado cuatro décadas el surgimiento de la nación moderna. Los papeles de ABC desmontan en buena medida la tesis esquemática que prevalece en la falaz wikihistoriografía, que borra a golpes de consigna ideológica los matices de una realidad híbrida, abigarrada, compleja. Demuestran que la legitimidad de ejercicio de la Corona se remonta a mucho tiempo antes de la restauración del 75. Refuerzan la evidencia del compromiso de Don Juan con un país abierto a la reconciliación y la convivencia. Ese esfuerzo no cuajó porque faltaba masa crítica, porque el bando derrotado carecía de cohesión y de fuerza. Porque por mucha leyenda retroactiva que haya creado la mitología de la oposición, ni los liberales ni la izquierda tuvieron nunca suficiente pujanza ni organización para sacar del poder al hombre que había ganado la guerra. Es lo de menos. El pasado no se cambia ni se reescribe: se estudia. Con fuentes y documentos, no con la ideología como referencia conductora. En eso consiste la investigación, en dejar que hablen las pruebas. En este caso las que hablan son las voces del espionaje franquista, cuyos informes mecanografiados ofrecen el testimonio de una conjura precipitada, inmadura, ingenua. La vehemente pero candorosa intentona de unos hombres que soñaban con sacar a su país de una excepcionalidad a contracorriente de la vocación europea. Esos episodios de un ayer lejano emiten hoy reflejos tornasolados en el espejo stendhaliano de la prensa. Franco Confidencial: materiales rescatados para la mirada contemporánea de entre los polvorientos estantes del tiempo. La vieja tradición del documentalismo de anales, la sonda de papel que atraviesa los estratos de una actualidad estancada. La pasión de investigar depurada en la síntesis de una crónica. El periodismo de siempre iluminando con la linterna de su observación los claroscuros de la Historia. P JM NIETO Fe de ratas

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