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ABC MADRID 07-12-2016 página 13
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ABC MADRID 07-12-2016 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 7 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS DEL TERTULIANÉS AL IDIOTÉS El Idiotés consiste en inventarse palabras muy rebuscadas y ridículas para aparentar que se es cultísimo ODO es susceptible de empeorar. Y no hablo de quienes creen que mucho más urgente que acabar con el paro es reformar la bendita Constitución de 1978. Creen muchos que las Constituciones han de adaptarse a las modas. Sólo falta que organicen, al modo del Cortinglés, la Semana Fantástica de la Constitución, que ofrezca grandes rebajas en la Unidad de España. No, no es a esa manía de cambiar lo que está bien a lo que me refiero cuando digo que todo es susceptible de empeorar, sino a otro bien patrio: la lengua. Yo creía que las mayores tonterías sin decir nada se podían expresar en Tertulianés, del que me he atrevido a dar aquí algunas lecciones, en plan Aprenda Tertulianés en 10 días (y hágase rico yendo de plató en plató, pegando saltos como los cigarrones, sin saber dónde va a caer) En Tertulianés, se puede ser experto en todo. Basta con aplicar su técnica de hablar y hablar sin decir nada. ¿Que hay un accidente de aviación? En Tertulianés se puede aparentar saber más que nadie de Aeronáutica. ¿Que hay un choque de trenes y mueren unas docenas de criaturas? Hablando en Tertulianés se puede aparentar saber más que nadie de ferrocarriles: de larga distancia, cercanías, medio recorrido, alta velocidad. Que se puede aparentar saber de la materia más que Carlos Herrera, que nadie se ha enterado todavía de que hizo el servicio militar en el Regimiento de Ferrocarriles. T Siendo tan útil para llevar el dinero a casa hablando sin tener idea de nada, el Tertulianés es susceptible de empeorar. Le ha salido como un esqueje, como un Latín Vulgar del Tertulianés, que es el Idiotés: consiste en inventarse palabras rebuscadas y ridículas para aparentar que se es cultísimo. Los hablantes del Idiotés llevan muchas horas escuchando Tertulianés en radio y televisión y se les nota. Lo que no mata engorda. Y ha engordado en estos oyentes un léxico perfectamente imbécil, con el que quieren aparentar la cultura que no tienen. El Idiotés se escucha en los medios audiovisuales y en la calle. Lo hablan los políticos y sus votantes. Los profesionales del cotilleo y los que se conforman con ser lenguas de vecindonas. Por ejemplo, en Idiotés no se dice nada, sino que se locuciona Y no se destaca la utilidad o eficacia de algo, sino que se pone en valor Para eso hay que subrayar su importancia, que no es otra cosa que visibilizar Si se quiere que la gente conozca los problemas de los tránsfugas al Grupo Mixto, un poner, hay que visibilizar esos problemas. Y como todo tiene un responsable, hay que acusar a alguien de que nadie locucione la puesta en valor de la visibilización: pero no se le culpa, se le culpabiliza que es como culpar, pero dicho en perfecto Idiotés clásico. Es lengua antigua, aunque parezca novedosa. Hace ya muchos años que, si va usted al banco para abrir una cuenta corriente, no se la abren, sino que se la aperturan Y si debe dar unos datos para cumplimentalizarla no los diga, referéncielos ¿Cómo? Muy sencillo: pues verbalizándolos Usted no dice las cosas, eso es en español: en Idiotés, se verbalizan Si cuanto afirma es digno de ser tenido en cuenta como modelo a imitar, entonces es que usted es un maestro en paradigmatizar Hasta a las plazas de abastos ha llegado la imbelicidad del Idiotés como lengua. No le pregunte al pescadero si una merluza está fresca. Dígale: ¿Puede verme la trazabilidad de este pescado y verbalizarme la referenciación espaciotemporal de su extracción atlántica Estamos rodeados. Entre tertulianos e idiotas, va a llegar el momento en que tendremos que aprender el español como lengua extranjera. Tentado estoy de publicar, al modo del María Moliner, un Diccionario Idiotés- Español, en el que espero que los lectores me echen una mano mandándome palabras de ese idiotidioma IGNACIO CAMACHO UNA CIERTA AUTOESTIMA La clase política ha ido recobrando un cierto orgullo dinástico, una mirada más indulgente sobre sí misma UCEDE de un tiempo a esta parte. Más o menos desde que se formó Gobierno y el PSOE regresó, a costa de un tumultuoso drama interior, a su tradición de partido sistémico. A lo largo del otoño la clase política ha ido recuperando una limitada satisfacción, una mirada más indulgente y menos remordida sobre sí misma. Casi un cierto orgullo de élite, dinástico, de casta. Mirando lo que ha sucedido alrededor, los desastres populistas, el trumpazo, el Brexit, ahora el descalabro italiano, la nomenclatura española comienza a sentirse de nuevo dueña de una estabilidad relativa. Como de superviviente de un naufragio que, al cabo de una angustiosa peripecia en la que lo ha perdido casi todo, se tienta los empapados jirones con el alivio de haber conservado la vida. Ninguna fecha mejor que la de ayer, aniversario constitucional, para ese reagrupamiento corporativo en el que se hace visible, casi palpable, la sensación de autoestima. En ausencia del sector más problemático Podemos y los soberanistas la recepción del Congreso se convirtió, sin intrusos rupturistas, en una especie de amplia reunión de familia, no exenta de recelos pero dominada por un sentimiento de fraternidad compartida. Al conjuro de un aire de consenso algo forzado, el constitucionalismo cerró filas con manifiesta complacencia retroactiva. No lo hicimos tan mal, parecían decir con la mirada y el gesto corporal los presentes, de nuevo contentos, tras años de zozobra y conflictos, de su propio papel protagonista. No hace mucho que recepciones como esta tenían que celebrarse en una semiclandestinidad de blindaje policial, jaulas de vallas, insultos y la vergonzante tensión de una cita casi a escondidas. Existe un riesgo claro de suficiencia en este embrionario retorno a la normalidad, pero también es evidente que ha cambiado el clima. Los curiosos de la mañana festiva y prenavideña de Madrid trataban de hacerse selfies con diputados y dirigentes a los que pocos años atrás hubiesen querido escupir encima. Hablar de optimismo sería demasiado ambicioso y desde luego impreciso; persiste una objetiva preocupación y la calle mantiene su suspicacia antipolítica. Sin embargo ha aflojado la presión y las percepciones son distintas: al menos ahora flota entre los responsables públicos, aliviados de su reciente complejo de culpa, una leve brisa de positividad voluntarista. El sistema ha comenzado a recuperar la confianza en sí mismo. Por primera vez en los últimos años, parece sentirse en condiciones de ofrecer respuestas, resultados siquiera mínimos. El paradigma nihilista de la nación destruida está dando paso a un incipiente relato reconstructivo. Todo está un poco cogido con alfileres, en precario, rodeado de la ansiedad de un momento efímero. Pero no deja de ser una esperanza que la política se sienta capaz de reconocerse sin mala conciencia en su propio lenguaje de signos. S JM NIETO Fe de ratas

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