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ABC MADRID 02-12-2016 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 2 DE DICIEMBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL BURLADERO CARLOS HERRERA EL RELATO PERDIDO Castro sólo pasa como héroe total para los más cafeteros del comunismo devastador y de los frikis de la izquierda absurda N tanto llega a Santiago lo que queda de Fidel Castro, pueblo a pueblo, a través de la autopista más inutilizada del mundo, uno tiene tiempo de asombrarse acerca del relato triunfante de sus partidarios o de sus mediopensionistas. Comienzo por pedirles perdón por abundar en un tema tan sobado a lo largo de la semana, pero es que Fidel se me murió el viernes por la noche poco después de publicado mi artículo semanal y era algo que llevaba años sopesando, curioso, por saber el color final del paisaje. Efectivamente, ha sido el que tantos años me he temido. La gran mayoría de cronistas del acontecer han caído en el más común de los lugares, tal y como me maliciaba: el de las luces y las sombras. Es decir, para un observador ignorante de las circunstancias vitales del finado, lo que queda después de muerto un tipo como Castro es que hizo cosas buenas y malas. Claro, como todos. Como Franco. También el vencedor de la Guerra Civil tuvo luces y sombras, fusiló como un poseso, pero hizo pantanos y les dio seguridad social a los trabajadores. ¿Compensa una cosa la otra? en España no, a tenor del relato instalado, pero en Cuba sí. ¿Y por qué? Por una sencilla razón: Castro era comunista, o eso decía, y la hegemonía cultural de la izquierda más extrema ha hecho que la superioridad moral de sus postulados valide a cualquier malhechor. Véase con el Che Guevara, un psicópata que asesinó a diestro E y siniestro antes y después de arruinar la economía cubana: durante años su rostro ha decorado las camisetas de un par de generaciones y su nombre aún tiene eco de icono libertador, cuando sólo fue un pistolero incapaz de poner orden siquiera en su propia vida. Castro sólo pasa como héroe total para los más cafeteros del comunismo devastador y de los frikis de la izquierda absurda, pero después se extiende un vastísimo territorio en el que abundan los sembradores de las medias tintas, los que antes de hablar de un dictador hablan de un revolucionario, los que antes de tildarlo de tirano lo califican de idealista. Todo ello, incluso, en poltronas mediáticas de la derecha; quizá por aquella verdad según la cual la derechona antigua española sentía cierta complicidad con un tipo tan antiyanqui como ellos, redolidos aún por la pérdidas de las colonias en el 98. Las palabras que ilustran el paseo procesional de Castro de La Habana a Santiago no dejan de ser pequeños pregones de pasión, pronunciados incluso por aquellos a los que condenó a la frustración o a la nada. Dichos en Cuba, puede entenderse como un mecanismo de defensa; pero dichos en España por individuos que, en teoría, no pasan ni una en defensa de libertades esenciales, resulta estupefaciente. No sabemos lo que hay en la cabeza de muchos de los que le fueron a llorar a la urna volátil y falsa nada en el comunismo es cierto, ni siquiera las cenizas ya que el fingimiento es la gran forma de resolver en un sistema como el cubano, pero sí sabemos lo que hay en el discurso educadísimo de muchos medios e interlocutores españoles: relativismo y cobardía morales. Relativismo y cobardía para decir que Castro fue un sátrapa, un asesino y un pésimo gobernante, que arruinó y disolvió a uno de los países más prósperos de América, que desterró al veinte por ciento de sus nacionales y que instaló en su territorio los dos extremos en los que el comunismo ha demostrado ser infalible: la miseria y el terror. En un par de días, sus restos estarán bajo tierra. Comprobaremos si la papeleta que les queda a los cubanos saben solventarla como se espera de individuos tan solventes. Entretanto veremos cómo se puede recomponer el relato perdido. IGNACIO CAMACHO EL MOMENTO BIPARTIDISTA En la música del consenso suenan los viejos tambores del bipartidismo. La legislatura será bipartidista o no será E JM NIETO Fe de ratas STA legislatura durará lo que dé de sí el bipartidismo imperfecto. Por más que Ciudadanos haya mostrado por dos veces su responsabilidad de Estado, su peso es insuficiente para garantizar una estabilidad que sólo puede surgir del acuerdo de los dos grandes partidos dinásticos. Rajoy desconfía de su aliado de investidura, al que considera un veleidoso narcisista, y lleva un año convencido de que en un Parlamento fragmentado no hay más salida que el entendimiento con su histórico adversario. La gran coalición es impensable e incluso inconveniente mientras el PSOE sienta en la nuca el aliento de Podemos, pero en la política europea es uso común asentar el progreso de las naciones sobre ciertos consensos transversales básicos. La socialdemocracia también necesita un respiro para reconstruirse y atravesar la convalecencia de su conflicto cismático. Derrocado el liderazgo obstruccionista de Pedro Sánchez, hay una oportunidad de acercamiento mutuo cuya principal dificultad estriba en evitar que parezca un romance. Encontrar para la confluencia de intereses un relato que no dé alas al populismo rampante. El Gobierno ha empezado a ofrecer cesiones que los socialistas puedan vender a los suyos como avances. Subida del salario mínimo y del techo de gasto, mayor presión recaudatoria y rebaja del objetivo autonómico de déficit para dar oxígeno financiero a los barones y en especial a Susana Díaz. Incluso un modelo territorial basado en el diseño de la factoría Rubalcaba. La negociación social busca unos nuevos pactos de La Moncloa que podrían cuajar aunque la izquierda y los sindicatos tengan que exhibir antes un poco de músculo en la calle. El gran objetivo son los presupuestos, que darían más de un año de margen, el tiempo que el PSOE necesita para reagruparse. Luego volvería la confrontación, ya con Díaz al frente lo tiene decidido y el toma y daca propio de las perspectivas electorales. El encaje es difícil, pero la alternativa son las urnas en junio, con el socialismo abierto en canal. Esa es la gran baza marianista, aunque el presidente sabe que no puede abusar sin cargarse el menguado crédito de su rival, acosado por el estigma de la casta. Es tiempo de política fina. Por ahora a ambos les favorece la inanidad de una oposición radical entretenida en escucharse a sí misma. En esa patética autocomplacencia de la política- espectáculo, que se divierte hablando de condones en la Cámara, hay una ocasión para demostrar la eficacia del sistema, su capacidad para ofrecer medidas tangibles y concretas frente al rupturismo hueco de la extrema izquierda. Hechos frente a gestos, responsabilidad frente a la inmadurez, soluciones frente a la demagogia. La legislatura será bipartidista o no será. Y si no es, lo será la siguiente, pero con un protagonista distinto y más inquietante al otro lado de la raya divisoria.

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