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ABC MADRID 27-11-2016 página 20
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ABC MADRID 27-11-2016 página 20

  • EdiciónABC, MADRID
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20 PRIMER PLANO En la muerte de Fidel Castro de ejercer el poder y frenar la apertura del régimen. Fidel Alejandro Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en Birán, un poblado cañero de la provincia oriental de Holguín, durante la dictadura de Gerardo Machado. Su padre, Ángel Castro Argiz, era un emigrante lucense que combatió como soldado del Ejército español contra los mambises (independentistas) Repatriado al final de la guerra, regresó a la isla y el guajiro se convirtió en terrateniente. Su segunda esposa fue Lina Ruz González, primero cocinera de la finca de Birán y luego madre de siete de sus nueve hijos, entre ellos Fidel y Raúl. DOMINGO, 27 DE NOVIEMBRE DE 2016 abc. es ABC Más de medio siglo de dictadura Con los jesuitas El Caballo su apodo más conocido, cursó sus primeros estudios en Santiago de Cuba y La Habana. Parte con los jesuitas, que dejaron huella en un niño que, además de inteligente, ya era bastante especial. A los doce años escribió una carta a Franklin D. Roosevelt- -a mano y en un inglés macarrónico- -en la que tras felicitarlo por su nueva victoria electoral le pedía un billete de diez dólares, porque decía que nunca había visto uno, a cambio de llevarle a una mina de hierro que le serviría para construir barcos. Castro estudió Derecho en la Universidad de La Habana, un trampolín para lanzarse a la política. Las aulas universitarias no eran ajenas al clima de violencia política que duraba ya décadas en Cuba. En abril de 1948 viajó a Colombia para asistir a una conferencia como delegado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y presenció el estallido del bogotazo con el asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán. A su regreso a la isla se casó con Mirta Díaz- Balart, una estudiante de Filosofía perteneciente a una conocida familia habanera. Al año siguiente nació el único hijo de esta unión, Fidel Castro Díaz- Balart Fidelito que estudió física nuclear en la Unión Soviética y estuvo a cargo de algún programa oficial cubano. Mirta y Fidel se divorciaron seis años más tarde. Pese al celo con que siempre guardó su vida privada, la leyenda en torno a este personaje histórico que a nadie deja indiferente incluye su fama de mujeriego y machista. Se cuenta que la guerrillera Celia Sánchez fue algo más que una influyente colaboradora, secretaria de la presidencia del Consejo de Ministros cuando llegaron al poder. Se dice también que se casó con Dalia Soto del Valle, una maestra de Trinidad, madre de cinco de sus hijos y con quien vivió hasta el final de sus días. De su aventura con Naty Revuelta, una atractiva mujer casada con un médico, nació en 1956 la rebelde Alina Fernández, exiliada en EE. UU. Se habla de un octavo hijo, Jorge Ángel, y de un noveno, Abel. En cuanto a su trayectoria política, sus aspiraciones para llegar a la Cámara de Representantes por el Partido Ortodoxo (populista y socialdemócrata) en las elecciones fijadas para el verano de 1952, se vieron frustradas por el golpe de Estado de Batista el 10 de marzo anterior. Castro optó definitivamente por la vía revolucionaria. Después de proclamar el triunfo de la revolución el 1 de enero de 1959 desde Santiago, el Castro barbudo de los largos discursos y el uniforme verde oliva de Sierra Maestra entró triunfante en La Habana una semana después. Sus seguidores vieron cómo un símbolo providencial que ese día una paloma blanca se posara en su hombro. Muchos cubanos esperaban la llega- De la URSS a Venezuela Además de la eficaz policía política, los subsidios de sus aliados han alargado la agonía del régimen Visitas de los Pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI llevaron oxígeno, pero Cuba no se abrió al mundo como pidió el Papa polaco da de un Mesías en ese momento de la historia del país, como explica el escritor Carlos Alberto Montaner en Viaje al corazón de Cuba La paz duró poco. Los tribunales revolucionarios comenzaron a juzgar sin garantías a militares y colaboradores de la dictadura de Batista. Decenas de cubanos fueron condenados a muerte y ejecutados. Fidel Castro conocía ya la importancia de la represión y el miedo para mantenerse en el poder. Así surgió poco después la temida policía política y los efectivos Comités de Defensa de la Fidel Castro y el juicio de la historia POR CARLOS MALAMUD INVESTIGADOR PRINCIPAL DE AMÉRICA LATINA DEL REAL INSTITUTO ELCANO D esde que el 1 de enero de 1959 las fuerzas insurgentes entraron en La Habana y pusieron fin al período dictatorial de Fulgencio Batista, la figura de Fidel Castro fue omnipresente en la escena política cubana y en la internacional. Son pocos los hombres en la historia que se convierten en un referente universal y Castro ha sido una de esas raras excepciones. Esto responde, en buena parte, pero no sólo, a su dilatadísima gestión de gobierno y al poder acumulado durante la misma. Ni su vida ni su actividad han sido intrascendentes para nadie, dentro o fuera de Cuba. En su gestión caudillista y personalista Castro acumuló cargos y poder. Fue presidente del Consejo de Ministros y del Consejo de Estado (había sido primer ministro hasta 1976) comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y primer secretario del Partido Comunista cubano, que creó en 1965. Lo fue todo hasta 2006, cuando una diverticulitis que casi lo mata lo apartó del poder (a partir de 2008 de forma permanente) Desde su lecho de enfermo siguió controlando los destinos de Cuba y a su hermano Raúl, en quien delegó prácticamente todo el poder. Pese a haberse apartado de la primera línea del gobierno, su opinión siguió siendo decisiva y su apuesta por el inmovilismo (en sus palabras la defen- sa de la ortodoxia y de los logros revolucionarios) bloqueó buena parte de las reformas necesarias para sacar a su país del colapso. El 1 de enero de 1959 comenzó la revolución cubana, la obra maestra de Castro y sus seguidores. Fue un intento original de construir el socialismo a cientos de kilómetros de EE. UU. El éxito inicial de la lucha armada contra la dictadura y los primeros pasos de la revolución se deben a un proyecto de corte nacionalista, revolucionario y democrático, muy en boga en la América Latina de entonces. El sesgo nacionalista le otorgó el respaldo de amplios sectores sociales, incluidas capas medias y altas, algunos de los cuales evidenciaron su desencanto cuando la revolución giró a la izquierda y perdió su contenido democrático en aras de una estrecha alianza con la URSS. El antiimperialismo y la mística de nación sitiada, aumentada tras el embargo comer-

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