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ABC MADRID 27-11-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 ENFOQUE DOMINGO, 27 DE NOVIEMBRE DE 2016 abc. es ABC semana La foto de la EFE Museo Universo Chaplin Las candilejas no se apagan LUIS DEL VAL Cuando en 1952 se rueda Candilejas Geraldine Chaplin tiene ocho años y, junto con alguno de sus hermanos, aparece en la película. Ella no sabe entonces que esa historia viene a ser una encubierta autobiografía de su padre, del alcoholismo de su abuelo, de los años del músic- hall, del aplauso y del rechazo del público, y que el tema principal que compone él mismo pasará a la historia de la música de cine. Tampoco sabrá que la fuerte censura que recibió la película en Estados Unidos contribuyó a que apenas fuera conocida, y determinaría que Charles Chaplin a tomara el doloroso camino del exilio de un país que le había dado todo, pero que por prejuicios políticos no le concedía ya nada, salvo el rechazo. El año que se estrena en España Elisa vida mía una historia sobre las difíciles relaciones entre un padre y una hija, muere Charles Chaplin, cuando las luces de la Navidad se encienden en medio mundo. Pero él ya se había marchado hacía tiempo, hacía dos o tres Navidades, cuando la demencia senil lo llevo por ese camino que se pierde en el horizonte y donde el personaje camina solo: el final de la película, pero en una silla de ruedas. Geraldine tiene los rasgos tan parecidos a los de su padre que parece una demostración de las leyes de la genética. Y hace bien en posar de esa manera desenfadada en el museo dedicado a Charlot en Suiza, o Carlitos como se le conoció en toda Iberoamérica. La mejor manera de rendir homenaje al humor es tomárselo en serio. Y, en una de sus últimas apariciones públicas, tres meses antes de fallecer, presenció una sesión de circo, y los payasos le hicieron el mejor de los homenajes: al finalizar el espectáculo, le dieron sus narices rojas. Geraldine sabe lo que es un circo, ha actuado en él, y conoce que el payaso siempre deja sus tristezas en el hueco de la nariz, antes de cartón, ahora de plástico. Y ese gesto desenfadado es la mejor manera de rendir homenaje al hombre que hizo reír y pensar a medio mundo, porque aun a pesar de que jamás le dieran un Oscar por ninguna de sus películas, algunas consideradas como antológicas, las candilejas nunca se apagan, siempre y cuando alguien tenga memoria para recordar las notas de una banda sonora, o una secuencia se abra paso desde el recuerdo, porque esa luz produce claridad en la evocación y nos ayuda a entender algo del presente. Y merece la luz de una sonrisa. La eternidad de la risa Geraldine Chaplin se deja peinar por una figura que representa a Charlot en el museo Universo Chaplin de Corsier sur Vevey (Suiza)

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