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ABC MADRID 21-11-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 21 DE NOVIEMBRE DE 2016 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC 20- N Al morir Franco, todo estaba ya pactado. Nosotros no lo sabíamos. Por supuesto P ASARON cuarenta y un años. No, la verdad es que no: no pasó nada. Nos seguimos contando fantasías que en nada se parecen a nada sucedido. Y digo yo que ya debiéramos todos ser lo bastante viejos como para vivir sin sedantes. Y decir lo más sencillo: que nada de cuanto quisimos hacer los pocos que algo queríamos sirvió de nada: absolutamente de nada. La dictadura como el dictador murió de vieja y en la cama. Y todo lo que vino luego para bien, para mal, para neutro siguió la evolución determinada para un organismo muerto. Éramos jóvenes, somos viejos. No debiera sernos difícil dejar de repetir las cursis leyendas que han servido de consuelo: ya no hay nada de lo cual debamos consolarnos. Sería tanto mejor para todos nosotros lo sería, sobre todo, para nuestros hijos enumerar sólo datos. Lo más en frío que sepamos. Eso que fuimos hace cuarenta y un años es lo menos nosotros con que podamos cruzarnos. Sería tanto mejor decirlo austeramente: sucedió lo que no podía no suceder. Y, hasta que ese balance seco no se haya consumado, seguiremos enfermos de nuestras mitologías: paradójicamente, las mismas que nos inoculó el franquismo. Y la cura de este país seguirá lejos. Éramos un puñado. Los antifranquistas, digo. No podíamos no perder, eso es todo. La generación joven del Movimiento Nacional tejía la red de normas, mediante la cual trocar una dictadura senil en un Estado convencionalmente aceptable. En 1975, la Guerra Fría estaba entrando en su fase resolutoria. El doble golpe de la URSS en Portugal y en Grecia exigía dos movimientos para neutralizar el tablero: la reducción del PCI, en Italia, a un dispositivo fiable y la garantía de que en España todo fuera a moverse entre el franquismo reformista y una socialdemocracia con control en Bonn y Washington. Se hizo. No podía no hacerse. Al morir Franco, todo estaba ya pactado. Nosotros no lo sabíamos. Por supuesto. Esas cosas, tan sólo las saben los de arriba. Cuando Santiago Carrillo dejó tirada a una organización, hecha de gentes que, equivocadas o no, fueron el único rescoldo de heroísmo que se opuso a la dictadura, la historia quedó sellada. Y uno, desde luego, no se enoja con los fríos glaciales del mes de enero. Tampoco, con los criterios morales de don Santiago Carrillo. Y sabe que no podía ser de otra manera. Los más jóvenes no entenderán esta melancolía. Ya les llegará el tiempo. Como a todos. ¡Otro maldito 20 de noviembre! Ahora, a los 66, me da lo mismo. Me aburre la política. Pero, cuando uno es joven, esas estafas duelen. Dejémoslo en que nada ocurrió. Y olvidemos. Ahora sé que aprendí mucho entonces. Ahora. Aprendí que la política es un basurero. No una ni otra: la política. Sólo a partir de ahí pude entender a aquel ateniense que, hace dos milenios y medio, llamaba a sus discípulos a ocuparse de otra cosa: Antaño, cuando era joven, tenía yo la idea, como todos, de dedicarme a la política... Fue una suerte entender que la política es el mal. Lo fue para Platón. Para nosotros. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA PREVERDAD Estas gentes que callan todavía no se atreven a salir del armario, pero ya se atreven a expresar su queja ante una urna NDA el progresismo mundialista llorando por las esquinas, incapaz de explicarse los sobresaltos últimos que le han deparado las urnas. Y, en su desconcierto y confusión, han creado un palabro nuevo, post- truth o posverdad con el que pretenden nombrar circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal Vemos en esta definición grotesca cómo el mundialismo confunde hechos objetivos con su particular cosmovisión, que ha logrado imponer sobre las masas cretinizadas mediante el control de los medios de comunicación y la propaganda sistémica. Pero que el mundialismo haya logrado apacentar a tal multitud de cretinos no significa que sus falsos dogmas sean hechos objetivos La cosmovisión mundialista no es, en realidad, sino una elaboración delicuescente del Non Serviam cuyo fin último es la negación de la naturaleza humana; y, para lograr ese fin, el mundialismo enuncia diversos dogmas que se despliegan al modo de una niebla, oscureciendo la realidad de las cosas y borrando de las conciencias todo atisbo de sentido común (que, a fin de cuentas, es una impronta divina) Para lograr más plenamente este objetivo, el mundialismo ha establecido la dictadura de lo políticamente correcto y, como último recurso disuasorio, ha establecido también de- A litos de opinión en materias especialmente sensibles (homosexualismo, teorías de género, etcétera) que intimiden al díscolo. Y, en verdad, la intimidación ha logrado resultados espectaculares. Tan espectaculares que el mundialismo ha logrado imponer sus dogmas dementes como si, en efecto, fuesen hechos objetivos tanto entre los ufanos progres de izquierdas como entre los genuflexos progres de derechas. Y, ganada la batalla cultural, el mundialismo se ha dormido en los laureles del triunfo, conformándose con estigmatizar a los díscolos ruidosos, a los que caracterizó como palurdos sin estudios universitarios, destripaterrones, carcas nostálgicos de la Edad Media, etcétera; gentuza, en fin, deplorable (la bruja Hilaria dixit) que poco a poco se irá extinguiendo. En cambio, el mundialismo descuidó a los díscolos silenciosos, sin entender que su prepotencia estaba generando una reacción subterránea entre muchas gentes que callan por temor a ser estigmatizadas, pero que no están dispuestas a comulgar con las ruedas de molino de la llamada opinión pública que se mantienen leales a una verdad hostigada y perseguida, que se aferran clandestinamente a los vestigios del prohibido sentido común. Gentes hartas de libertades excéntricas que añoran cosas tan sencillas y elementales como formar una familia, educar a sus hijos sin perversas colonizaciones ideológicas o alcanzar una paz fundada en la justicia. Y estas gentes que callan, por prudencia o cobardía, ante el matonismo de la propaganda sistémica, que fingen adherirse a los falsos dogmas impuestos a través de leyes inicuas, que se refugian mohínas en sus casas cuando suenan las fanfarrias orgullosas del mundialismo, todavía no se atreven a salir del armario; pero ya se atreven a expresar su queja ante una urna. No responden a llamamientos a la emoción y a la creencia personal como pretende el palabro progre, sino al llamamiento de la naturaleza y del sentido común, que el mundialismo ha pretendido en vano borrar de sus conciencias. Son hombres y mujeres corrientes que se resisten a entregar su alma y a dimitir de su raciocinio; son portadores de una preverdad que es la única esperanza que le resta a este podrido mundo.

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