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ABC MADRID 31-10-2016 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 31 DE OCTUBRE DE 2016 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC LUZ DEL LUMPEN Si quieren hacerse una idea de lo que lumpen significa, no tienen más que pasarse en bucle el vídeo del diputado Rufián H ABER leído a Marx muy joven, haberlo hecho bajo la dirección del más grande de sus intérpretes en los años sesenta, ha sido un don que no acabaré de agradecer nunca. Me hace inmune a ciertas tentaciones, en cuya estupidez veo naufragar hoy a una generación iletrada. De los bellos sentimientos de quienes no han pasado por la biblioteca, sólo puede aguardarse la caída en lo más sórdido. Lo que está ya de camino. Los pizpiretos penenes de Podemos lo llaman plebeyismo. Y lo anhelan. El sábado por la tarde, yo escuchaba a un tal Rufián, diputado impensable en un Parlamento civilizado. Me vino, de inmediato, lo leído en Marx y Engels hace medio siglo. No me fue difícil dar con los pasajes. Hay hallazgos que quedan en la memoria para siempre. Este de Engels en 1870, por ejemplo: El lumpen- proletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales... Ese deshecho absolutamente venal... Todo líder obrero que utiliza a elementos del lumpenproletariado para su guardia personal y que se apoya en ellos demuestra con este solo hecho que es un traidor al movimiento Rufián es el deseo inconfeso de Iglesias. El de Esquerra fue la voz bronca de un lumpen, a cuyo analfabetismo suple la agresión bestial y sin remordimiento. Habrá a quienes les dé risa. Pero no, su ignaro plebeyismo no tiene ninguna gracia. Detrás del lumpen, acecha siempre lo peor, lo más indescriptiblemente reaccionario: el retorno a las cavernas, en donde no hay racionalidad, sólo desprecio a la palabra y a la inteligencia; culto del garrotazo. Marx, 1850: El lumpen- proletariado es un centro de reclutamiento para rateros y delincuentes de todas clases, que viven de los despojos de la sociedad, gentes sin profesión, sin hogar ni creencia, que difieren según el grado de cultura de la nación a que pertenecen, pero que nunca renuncian de su carácter de lazzaroni Al cultivo de esa ultrarreaccionaria especie, llaman los jóvenes penenes de Podemos plebeyismo Con entusiasmo y léxico nacido para designar a las hordas de hampones, sobre las cuales Perón y su angélica dama contaban para linchar oponentes. De aquel culto al navajero, nació la Argentina contemporánea. Que culmina en Kirchner. Pero, para ser un acabado lumpen plebeyo, no basta con desearlo. Ni Iglesias ni su corte de niños y niñas bien, con madriguera paterna en el barrio de Salamanca, saben del lumpen- proletariado más que las exaltadoras leyendas que fantasean en tibias tertulias de sobremesa. Si quieren hacerse una idea de lo que lumpen significa, y si leer a Marx les resulta demasiado pesado, no tienen más que pasarse en bucle el vídeo del diputado Rufián. Porque ese sí sabe muy bien de qué habla. Y a qué mugrienta violencia conduce todo lo dicho. Es la lógica del lumpen: la hez, el deshecho, la escoria de todas las clases Y la única, escribe Marx, sobre la cual un despotismo total puede asentarse. Ese despotismo habría de venir, tres cuartos de siglo luego. Se llamó fascismo. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA SÁNCHEZ SE SUBE AL COCHE Tal vez tengan que pagarle la gasolina, pues su ídolo ha dejado de vivir del erario público UANDO la gente tenía la cabeza sobre los hombros, sabía que lo que es causa de nuestra enfermedad no puede devolvernos la salud; pero en un mundo que ha extraviado la cordura los causantes de las mayores calamidades pueden pavonearse tranquilamente, asegurando que son su antídoto y remedio. Así ocurre con Pedro Sánchez, que después de dejar al Partido Socialista hecho unos zorros ha salido lloriqueando ante las cámaras, presentándose como su salvador. A mí esto de lloriquear ante las cámaras, que en la mujer ya me provoca disgusto, en el hombre me parece asquerosidad de miramelindo, que en este Sánchez se complica con sus puntas de fariseísmo. Sabe que se dirige a una parroquia que ha dimitido de la nefasta manía de pensar y a la que basta con conmover Y, puesto que a nadie ha logrado convencer en su vida (salvo al tribunal universitario que lo hizo doctor) Sánchez se ha lanzado a conmover a los socialistas más desnortados, y amenaza con subirse a un coche, para hacer proselitismo entre los militantes que es el eufemismo con que se designa, en un mundo que reniega de la milicia, a los secuaces. Tiene su gracia siniestra que el tipo que ha empujado a su partido a la más completa irrelevancia pretenda ahora presentarse como una suerte de redentor de la causa que ha arruinado. Ciertamente, se trata de una causa falsorra, pura quincallería de resobados C tópicos progresistas que el ascenso de Podemos ha dejado para el desguace; pero tal ascenso no sería del todo explicable si enfrente no hubiese estado este Sánchez, un perfecto cóctel de inanidad y megalomanía adornado con su pizquita de resentimiento. Sánchez ha logrado convertir los anteriores fracasos de Almunia o Rubalcaba en hazañas inalcanzables; sólo que, allá donde Almunia o Rubalcaba se retiraron, abochornados de su fracaso, este Sánchez sacó pecho fatuamente, empeñado en una operación de salvamento personal. Es lo que ocurre cuando se encumbra a un advenedizo. Para lograr que esa operación de salvamento personal pasase inadvertida, Sánchez se erigió en paladín de la militancia que lo había encumbrado. Una militancia muy talludita que, desbordada por el auge de Podemos, trataba patéticamente de imitar sus excesos juveniles (pero los excesos, que en la juventud pueden resultar sexis en la vejez sólo provocan repugnancia y aversión) En el fondo de este patético histrionismo subyace la mala conciencia de quienes, a la vez que envejecen, han sucumbido a las ventajas de la vida burguesa; y, para disimularlo, exageran la nota vociferante, en una huida hacia delante que pretende convertir al Partido Socialista en un sucedáneo chusco de Podemos. Por esta razón la militancia eligió a Sánchez, viendo en él al guapito de cara que podría eclipsar a Iglesias (pero, como es una militancia provecta, ignora que ya no molan los guapitos de cara, sino los malotes de sonrisa embaucadora y colmillo retorcido) y por esta razón, aunque su estrategia se reveló pronto equivocada, han tratado de salvarlo contra viento y marea, pues el fracaso de Sánchez es también su fracaso propio, el fin de un sueño de hegemonía que ha durado cuatro décadas. Pero en su decrepitud aún les resta un consuelo: desde hoy mismo, Sánchez se sube al coche, dispuesto a arengarlos, para que no decaiga su brío. Tal vez tengan que pagarle la gasolina, pues su ídolo ha dejado de vivir del erario público; pero, compartiendo solidariamente sus gastos, recuperarán el espíritu del socialismo pionero y podrán hacerse la ilusión de volver a los orígenes. Y hasta podrán derramar juntos alguna lagrimilla, conmovidos ante el infortunio del advenedizo que se creyó capaz de alcanzar La Moncloa, después de dejar a su partido hecho unos zorros.

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