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ABC MADRID 03-10-2016 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 3 DE OCTUBRE DE 2016 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN HABRÁ INVESTIDURA DE RAJOY EN OCTUBRE Este PSOE destrozado no puede negociar contrapartidas ni arriesgarse a otras elecciones A guerra civil socialista se ha saldado con un vencedor indiscutible llamado Mariano Rajoy. Ni él ni el PP han desempeñado papel alguno en su gestación, pero resulta evidente que sobre las ruinas de este PSOE cosido a puñaladas, protagonista de un suicidio político solo comparable al de la extinta UCD, se alza, victoriosa, la figura del veterano candidato popular, que será investido presidente del Gobierno antes de que venza el plazo previsto en la Constitución para la disolución de las Cortes. El Partido Socialista sensato, integrado por dirigentes patriotas, consciente de su papel histórico como vertebrador de la sociedad y experimentado en el sibilino arte de la guerra incruenta, reaccionó tarde y mal al enroque de Pedro Sánchez. Lo dejaron cabalgar, desbocado, hacia la trampa mortal en la que ha terminado metiendo a sus siglas, en lugar de cogerle las bridas mientras podían hacerlo sin causar el destrozo exhibido impúdicamente el sábado. Ni Felipe González, ocupado en sus lucrativos negocios; ni Susana Díaz, temerosa de abandonar la seguridad de su fortín andaluz; ni Emiliano García Page, centrado en conservar el poder en Castilla- La Mancha a costa de no agraviar a sus socios de Podemos; ni mucho menos José Luis Rodríguez Zapatero, iniciador de esta deriva letal que ha reabierto heridas seculares, dividido al PSOE en dos mitades enfrentadas y puesto seriamente en peligro la L indisoluble unidad de España. Ninguno de los que a lo largo de la semana pasada se conjuraron para defenestrar a Sánchez tuvo el valor de actuar en el momento oportuno, antes de que fuera tarde para salir del trance con la dignidad de la formación intacta y alguna contrapartida en el bolsillo. Y para cuando lo hicieron, ante la evidencia de que caminábamos a toda prisa hacia un ejecutivo de frente popular que habría llevado a la Moncloa a la extrema izquierda de Pablo Iglesias, secundada por los separatistas catalanes, el precio a pagar resultó ser la voladura incontrolada del PSOE. Nadie se atrevió a parar los pies a ese perdedor contumaz, empeñado en lograr mediante pactos antinaturales lo que le negaban las urnas, mientras fue posible hacerlo de manera ordenada. Nadie tuvo el valor de proponer abiertamente en anteriores comités federales o ante la opinión pública la abstención de los diputados socialistas a cambio de determinadas concesiones; por ejemplo, la cabeza de Sánchez por la de Rajoy. Ahora es demasiado tarde y el destrozo es de tal calibre que únicamente les queda aceptar mansamente la investidura del candidato popular, en cuya mano están todos los triunfos. Léase, las previsiones demoscópicas. PP y PSOE saben que, en caso de ir a otras elecciones, la gaviota se aproximaría mucho a la mayoría absoluta mientras que el puño y la rosa sería sobrepasado por la conjunción siniestra de círculos y mareas que capitanea Iglesias. También son conscientes de esa realidad en Ciudadanos, donde hace semanas optaron por tragarse el sapo del sí convencidos de que con ello forzarían la abstención del PSOE y arrancaría de una vez esta legislatura varada. Porque España no puede seguir indefinidamente bloqueada. De ahí que el PP no vaya a tentar la suerte tratando de sacar ventaja de unos terceros comicios, sino a acelerar los trámites para que a finales de mes pueda producirse finalmente la investidura de marras. La semana del diez el Rey celebrará con toda probabilidad una nueva ronda de consultas. Falta por conocer el nombre del representante del PSOE, aunque su postura parece bastante clara. A partir de ahí, el PP a gobernar en minoría, negociando cada iniciatva además de rendir cuentas al Congreso, y el PSOE a lamerse las heridas, hasta contener, si es que puede, la hemorragia. IGNACIO CAMACHO EL INTELECTUAL ORGÁNICO Si Sánchez ha resistido tanto es porque el PSOE tiene un severo problema de nomenclatura y carece de un relevo claro STÁ grabado: En el Reino Unido el que pierde se va a su casa Todo el coraje que Pedro Sánchez ha derrochado para resistirse hasta el final como un jabalí herido le faltó para aceptar con honor su colección de derrotas. Todo el daño que el PSOE se ha hecho a sí mismo en esta trifulca navajera se lo podía haber ahorrado si el secretario general hubiese actuado con honesta consecuencia tras el primer fracaso. Fue él quien, cuando el PP andaluz obstruía en 2015 la investidura de Susana Díaz, acudió como ejemplo de reacción ante un fiasco electoral a la renuncia del líder laborista británico. No se fue sin embargo en diciembre, cuando resultó incapaz de aprovechar el severo retroceso de Rajoy. Antes al contrario, se postuló para la Presidencia y su Comité Federal tuvo que atarle las manos. Tampoco abandonó en junio, después de rebajar su marca negativa perforando su suelo de votos y escaños. Ni en septiembre, tras el batacazo de Galicia y el País Vasco. La respuesta a sus sucesivos descalabros consistió en urdir un demencial acuerdo multipartito que negoció a escondidas de sus compañeros, a quienes pretendía puentear con un refrendo plebiscitario. En su obsesión por alcanzar la Moncloa a despecho del veredicto de las urnas, Sánchez se había convertido en el candidato de conveniencia de Podemos. Eso es lo que lo ha hecho caer. Ha sido su desprecio por la estructura, las voces y el criterio de su propio partido lo que ha movilizado en su contra una precipitada coalición de disidentes alarmados por el secuestro de la organización y su deriva de populismo iluminado. Alguien le hizo creer que sólo se debía a los militantes que le votaron en las primarias, y se fabricó una legitimidad falsa que obviaba la evidencia de que esa victoria interna fue cooptada por los barones que ahora lo han derrocado. Podía haberse consolidado con un proyecto de liderazgo, pero no deja una mínima herencia, un solo apunte de legado político: en dos años de mandato, no ha levantado una propuesta seria sobre los grandes problemas de España. Ni sobre Cataluña, ni sobre las pensiones, ni sobre la educación, ni sobre el Estado de bienestar. Su único programa consistía en expulsar a un Rajoy al que ha sido incapaz de inquietar como adversario. Los socialistas nunca volverán a enfrentarse a un PP tan cuestionado. Si aun así ha resistido tanto es porque el PSOE tiene un severo problema de nomenclatura, de cuadros. Con Chacón rumiando dudas, Madina sin cuajar y Díaz llorando literalmente por los rincones, Sánchez carece de un sucesor claro. El socialismo español tiene que afrontar, con los consensos rotos por una feroz guerra civil, una decisión letal a corto plazo. Permitir la investidura de Rajoy o forzar nuevas elecciones: dos maneras de salir triturado. Demasiada responsabilidad para un partido que no está en condiciones de ejercer como intelectual orgánico. E JM NIETO Fe de ratas

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